Solo Maiacovski

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El poeta es un obrero

[Poema – Texto completo.]

Vladímir Maiakovski


Se le ladra al poeta:
«¡Quisiera verte con un torno!
¿Qué, versos?
¿Esas pamplinas?
¡Y cuando llaman al trabajo, te haces el sordo!»
Sin embargo
es posible que nadie
ponga tanto ahínco en la tarea
como nosotros.
Yo mismo soy una fábrica.
Y si bien me faltan chimeneas,
esto quiere decir
que más coraje me cuesta serlo.
Sé muy bien
que no gustáis de frases vacías.
Cuando aserráis la madera, es para hacer leños.
Pero nosotros
qué somos sino ebanistas
que trabajan el leño de la cabeza humana.
Por supuesto
que pescar es cosa respetable.
Echar las redes.
¿Quién sabe? ¡Tal vez un esturión!
Pero el trabajo del poeta es más beneficioso:
la pesca de hombres vivos, esto es lo mejor.
Enorme, ardiente es el trabajo en los altos hornos,
donde se forma el hierro chisporroteante.
¿Pero quién
se atrevería a llamarnos holgazanes?
Nosotros bruñimos las mentes con áspera lengua.
¿Quién es más aquí?
¿El poeta o el técnico
que procura a los hombres
tantas ventajas prácticas?
Los dos.
Los corazones son también motores.
El alma es también fuerza motriz.
Somos iguales.
Camaradas de la clase trabajadora.
Proletarios del cuerpo y del espíritu.
Solamente unidos
solamente juntos podremos engalanar el universo,
acelerar el ritmo de su marcha.
ante una oleada de palabras, levantemos un dique.
¡Manos a la obra!
¡Al trabajo, nuevo y vivo!
Y a los que discursean
que se les mande al molino.
¡Para que el agua de sus discursos haga girar sus aspas!

El 14 de abril de 1930, Vladimiro Maiacovski, el poeta de la Revolución de octubre, acababa con su vida de un disparo al corazón. Aquel gigante de casi dos metros y voz de trueno, cuya recia apariencia ocultaba una extraordinaria sensibilidad e inmensa ternura, resolvía así el nudo gordiano de los quebrantos que lo atormentaban. Él, que supo sumergirse en el tumulto de la Revolución socialista y como nadie supo saludar el nacimiento del primer Estado Obrero y campesino,  para empujar la transformación desde el arte y la poesía, para ponerlos al servicio del proletariado, caía como un nuevo Prometeo.  

Qué significa recordar hoy a Maiacovski sino el desafío de esta hora del mundo, superando la tentación de la nostalgia. En estas líneas sin pretensiones, queremos recuperar al poeta de los obreros y campesinos, al que cantó los dolores, las victorias y los sueños de la masa trabajadora.

La pesadilla del neoliberalismo no ha hecho sino multiplicar la doliente masa de los desheredados de la tierra, aún bajo las formas más sofisticadas de explotación y alienación. Al desarme político e ideológico de nuestra clase como producto de los cantos de sirena sobre el fin de la historia y la muerte de las ideologías, le siguió el vano intento de adaptación  a la nueva era presidida por la hegemonía de las finanzas y los portentos tecnológicos que prometía un mundo nuevo cuando en realidad no hay un solo día que no expulse a millones, de lo mínimo para vivir, cuando no hay un solo día en que la voracidad capitalista no genere destrucción de la naturaleza, guerras etc.

Es en estas circunstancias, que volviendo la cabeza hacia el pasado sentimos la mirada aguda  de Maiacovski que supo cantar con acentos nuevos los sueños de libertad para toda la humanidad con una inmensa fe en el porvenir.

En su primera juventud Vladimiro Maiacovski integró el movimiento futurista ruso que lanzó el manifiesto titulado “Una bofetada al gusto del público”. Su contenido era absolutamente iconoclasta y nihilista.

Solamente nosotros somos la imagen de nuestro Tiempo. El corno del tiempo resuena en nuestro arte verbal.

El pasado es estrecho. La Academia y Pushkin menos comprensibles que jeroglíficos.

Pushkin, Dostoievski, Tolstoi, etcétera, etcétera, deben ser tirados por la borda del vapor del Tiempo Presente.

Quien no olvida su primer amor no vivirá el último.

Reproducimos solo algunos de los conceptos del manifiesto que hoy pueden parecernos desmesurados y hasta injustos. Sin embargo, hay que contextualizarlos históricamente en la sociedad agobiada por la opresión zarista en la cual la herencia literaria del pasado era utilizada para reforzar el statu quo y la memoria de Alejandro Pushkin, el poeta emblemático de la literatura rusa se la había apropiado el régimen.  

Más tarde el referente del futurismo italiano, Filippo Marinetti, procuró tomar contacto con los futuristas rusos, pero estos lo rechazaron. Un sector de la juventud italiana se sentía atraída por el ímpetu de los futuristas que proclamaban: Queremos cantar al amor al peligro, el hábito de la energía y la temeridad.

El valor, la audacia, la rebelión, serán elementos esenciales de nuestra poesía.

Queremos liberarnos de la pestosa gangrena de profesores, arqueólogos, cicerones y anticuarios.

¿No estaban las palabras de los futuristas italianos emparentadas con las de los rusos en su repudio de todo lo caduco, en la sed de renovación? La vida, el proceso histórico despejarían la duda cuando los futuristas italianos publicaran su programa:

La palabra Italia debe estar por encima de la palabra libertad.

…Queremos una flota y un ejército más poderosos. La guerra es la única higiene del mundo y de ella depende la grandeza agrícola, industrial y comercial de Italia…

El llamado de los futuristas italianos a pesar de las apariencias, no tenía nada que ver con el optimismo de Walt Whitman cuando elogia la máquina como instrumento del progreso y la libertad en un tiempo de ascenso del capitalismo. Por el contrario, se expresa en tiempo de la descomposición del capitalismo, cuando los distintos países de Occidente se aprestan a una de las mayores matanzas de la historia universal.

Al llegar a Rusia, Marinetti dio con un volante de los futuristas rusos que claramente se desmarcaban de él: Marinetti trata de traicionar el primer paso del arte ruso apartándolo del camino de la libertad y del honor… La gente libre debe quedar a un lado…

Maiacovski nunca se reconoció como futurista, haciendo cargo a la prensa de la época de ese calificativo para él y su grupo. Pero él, que ya había probado varias veces en su vida de estudiante los calabozos del zarismo bajo los cargos de agitación e incitación a la rebelión, superaría las limitaciones artísticas y políticas del futurismo al sumarse decididamente al movimiento socialista y al partido bolchevique.

Toda su poesía conmueve por su vitalidad, por la exhuberancia de las onomatopeyas, de las frases cortas y relampagueantes que llaman a la acción.  Es en ese marco revolucionario que él encuentra la unión entre forma y contenido. Pero su poesía está al servicio de la clase y de la revolución. Su lenguaje es el de la calle, el hombre de la calle, el proletario, el campesino, su destinatario. Maiacovski respira y vive al ritmo de las necesidades y dolores de los más postergados. Y en tanto los formalistas rusos proclamaban la rebelión de las cosas, él llamaba a la rebelión de los hombres.

Por tanto, su poética abreva en la realidad social, en la percepción perspicaz del estado de ánimo de las masas, de sus preocupaciones y anhelos. Como un juglar, o un cronista de su tiempo, el poeta, recoge las impresiones, los colores, y los sonidos de la calle. Siente lo que ha llamado el mandato social, el deber de cantar esas preocupaciones y anhelos. En un artículo que tituló: Nada de mariposas sino Alejandro de Macedonia, afirma: “Yo hablo de una poesía que erguida como una marcha es tan necesaria para el soldado como las botas… Hablo de una poesía que nos acostumbre a amar la libertad.” Y en otro artículo de 1916 (El año de las muertes):”La poesía de hoy es poesía de lucha, cada palabra debe estar de pie como un soldado en medio de su tropa, hecha de carne sana, de carne roja. Los que tengan esa poesía, que vengan con nosotros.” Esa convicción que rechaza la poesía como adorno, se afirmará luego del triunfo revolucionario: “Nosotros afirmamos que la poesía no es un espejo que refleja, sino un arma de esta lucha.”

Por ello, en su poema “Amo” dice:

(…) Sabe francés,

Restar,

Multiplicar,

¡Declina maravillosamente!

¡Que decline!

Pero oiga-

¿Acaso Ud. podría cantar a dúo

con los edificios?

¿Acaso comprende Ud.

el idioma de los tranvías…?

(…) Yo dialogaba con los edificios

y las tomas de agua eran mis interlocutoras.

(…) ¿Amar?

Por favor

por cien rublos.

Y yo

sin casa y sin techo,

las manazas metidas en el bolsillo roto

vagaba asombrado (…)

A mí

Moscú me ahogaba de abrazos

con sus anillos infinitos de plazas.

En los corazones,

suena el reloj de los amantes.

Se exaltan las parejas en el lecho de amor.

Y yo

buscaba enloquecido

el pulso salvaje de la ciudad,

acostándome con la pasión de sus plazas.

Para el poeta, la poesía es producción. Coincidiendo con Roberto Arlt que en alguna parte escribió que la labor literaria requiere un gramo de inspiración y noventa y nueve gramos de transpiración, el ruso jerarquiza los medios de producción del poeta. Recomendaba reunir “el material, las palabras, la continua acumulación de los propios archivos, de los galpones de nuestro cráneo con palabras necesarias, expresivas, nuevas, verdaderas, inventadas, renovadas, creadas etc.”, “tener montada la empresa y los elementos de producción. Una pluma, un lápiz, una máquina de escribir, un teléfono, un traje para poder ir a dormir a un hotel. Una bicicleta para ir a la redacción… Luego, daba un valor decisivo a la libreta de apuntes que le permitía tomar notas de sus observaciones,  mientras viajaba en el bus, o anotar una palabra largamente buscada en el entresueño. “La libreta de apuntes, -nos dice- la suelen recordar después de muerto el escritor; suele quedar tirada durante años entre los viejos papeles, y se publica después de las obras terminadas, pero para el escritor, la libreta de apuntes, es lo fundamental.” No cuesta mucho imaginar como habría expresado esa concepción del trabajo, contando con los medios tecnológicos de hoy.

La poesía es como la extracción de radio.

Un año de labor

para sacar un gramo.

Entresacar una sola palabra de radio

entre mil toneladas

de palabras de materia prima.

(Conversación sobre la poesía con el inspector de impuestos a la literatura)

Sus poemas más políticos no callan tampoco la pasión amorosa, una pasión que cuestiona el amor burgués (Vosotros que acostáis el amor sobre tiernos violines/ y el amor grosero lo acostáis sobre cimbales/ Vosotros no podéis hacer como yo/daros vuelta al revés/ y ser todo labios.)

Mujeres que hojeáis los libros mojando los labios

como cocineras repasando un libro culinario,

dejad vuestras salas- sedas- batistas

y la decencia decente de vuestras ligas angelicales

¿Queréis?

Seré intachablemente delicado.

No seré un hombre

Seré

una nube en pantalones.

(La nube en pantalones)

La nube…  es el poema profético donde el autor predice la llegada de la revolución, cosa que no entraba en los cálculos de los líderes más avezados.

“La calle empuja su dolor en silencio,

con su grito de pie en la garganta

con su grito sublevado

atravesado de inflados taxis y tranvías huesosos

y como peatones pisotearon mi pecho

peor que la tisis…”

“Yo,

burlado por las tribus de hoy,

como larga y escabrosa anécdota,

veo allí donde nadie ve,

allá donde la vista se corta,

veo marchar sobre la cima de la cumbre del tiempo

a la cabeza de hordas hambrientas

al año dieciséis, coronado por las espinas de la revolución.

Y yo soy para vosotros el profeta

y estoy donde está el dolor,

en todas partes…”

(La nube en pantalones)

Una vez que hubo triunfado la Revolución, Maiacovski se aplicó a ocupar su lugar en la construcción de la nueva sociedad. Y lo hizo de forma metódica, sistemática e implacable sin eludir todos los trabajos que consideró necesarios para interpelar, concientizar y movilizar en las durísimas condiciones de la guerra civil y el bloqueo militar extranjero. Por tanto, crea “La ventana de la Rosta” un grupo de agitación y propaganda que aborda los problemas de esa terrible etapa. El poeta escribe poemas cortos sobre el combate al alcoholismo en la clase trabajadora, o sobre la prevención de los accidentes de trabajo en las fábricas y talleres. Recita sus poemas en actos callejeros, estadios, teatros, ante públicos masivos de obreros y estudiantes. También utiliza el teatro y el circo para fustigar el burocratismo en las filas revolucionarias. Sus obras “Misterio bufo”, “La chinche” y “El baño” son recibidas por la crítica con hostilidad por su talante irreverente, y le acarrean no pocos enemigos.

La imagen representa a un soldado rojo ensartando a Kolchak, general del ejército ruso contrarrevolucionario.

Maiacovski también viajó como una suerte de embajador cultural sin cartera por distintos países llevando el arte y la poesía soviética.

 Pocos han reflejado el horror de la guerra como él lo hizo en Guerra y Paz, o el papel de los artistas revolucionarios como él lo plasmó en La flauta vertebrada. Al escribir su enorme poema dedicado a Lenin, advierte:

Temo

         que los desfiles

                                     y los mausoleos,

 los honores

                       y rituales y pompas,

 en su rigidez,

cubran de empalagoso óleo

                                                  la leninista sencillez.

A modo de conclusión, toda gran época tiene y tendrá sus cantores, sus poetas y trovadores porque la búsqueda tenaz de la belleza y la justicia es inherente al ser humano. Hoy el mundo se debate frente al peligro de una guerra nuclear. El fascismo, con rasgos propios, distintos a los del siglo pasado, pero con el mismo hedor de bestia enemiga de la humanidad, parece resurgir, y la necesidad de derrotarlo una vez más, llama a los escritores y poetas de hoy a sus deberes y a todas las reservas de coraje civil. Seguramente ese, derrotar al fascismo para abrir un nuevo camino de esperanza y redención humana,  sería el mandato social de Maiacovski.

 Al pensar en Maiacovski, en su grandeza y su pasión, pensamos en la clase a la que destinó sus desvelos y su inmensa capacidad de amor y no podemos sino recordar el bello texto de Eduardo Galeano sobre los fuegos:

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y hay gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.-

Fuentes consultadas.

Antología de Maiacovski. Su vida y su obra. Lila Guerrero. Editorial Claridad- Año 1943.

Vladimir Ilich Lenin – por Vladimiro Maiacovski. Ediciones del Perro y la rana. Año 1973.

 Apuntes biográficos de Alexei Surkov.

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