CUANDO TODO PUEDE SER TODO, AL FINAL ES NADA

Autor: Manuel Dávila

Modernidad y postmodernidad

A modo de introducción

Un debate sobre modernidad – posmodernidad, es a todas luces imposible de llevar acabo en tan breve extensión. Esto sería materia de un ensayo mucho más extenso y sin lugar a dudas requiere de mucho más tiempo y conocimientos. Por lo tanto solo pretenderé establecer mi posición a este respecto en forma sucinta, y donde seguramente habrá más preguntas que respuestas, pero tal vez esto sea una característica de esta poshistoria. 

Mi análisis parte de visión donde lo contextual ocupa un espacio de fuerte presencia,  sustentada económica e ideológicamente. Además, considero al arte como parte integral de la cultura, y no como un área escindida en manos de especialistas y  profesionales. 

Para poder establecer algunos parámetros comparativos, tomo como punto de partida los cambios económicos y políticos que, para algunos ocurrieron después de la Segunda Guerra Mundial, y más profundamente, a partir de los años ’70. Estos cambios reformulan y establecen nuevos modelos en las relaciones de producción, pero también se inscriben en una profunda reforma socio – cultural, al modificar sustancialmente los hábitos y formas de vida.

Por último, no quiero perder de vista que estos modelos corresponden a categorías de países occidentales del Primer Mundo, ya que de otra forma, estaríamos obviando una determinante ideológica que es la base crítica de mi análisis.

Dicho todo esto, veamos una breve reseña de lo acontecido en los ’70.

Los años ’70

Los años ’70

Luego del ciclo supuestamente interminable del crecimiento capitalista de posguerra, a fines de los años ’60 se ingresa en un período de estancamiento. Se hace necesario un replanteo ya que un tercio del planeta no es capitalista.

En mayo del ’68 la insurrección de los estudiantes en París pone en jaque la estabilidad social, hecho reservado solo para el tercer mundo. Lo mismo ocurre con los levantamientos universitarios en Berkeley y Columbia.

La OPEP irrumpe en el mercado mundial de combustibles y aumenta el valor del crudo. EEUU huye de Vietnam, derrotado militarmente y desacreditado política e ideológicamente.

La tasa de ganancia media había caído en los siete países más desarrollados. EEUU asume la vanguardia de la contraofensiva capitalista. Su accionar abarcó todos los ámbitos: ideológico, militar, económico, cultural, religioso y político, en la totalidad del planeta.

Mientras tanto, pone en marcha un plan del secretario de estado, Zbigniew Breczinski, que consistió en una campaña mundial que mostraba a Estados Unidos como defensor de los derechos humanos a partir de identificarlos  con las libertades civiles y el ejercicio de ciertos derechos constitucionales

De esta forma logra revertir su imagen y presentarse como el paladín de la democracia frente al “totalitarismo comunista”.

Cae la Unión Soviética con su posterior desmembramiento, comienza la flexibilización laboral, se aplasta la “teología de la liberación”, y se logra la caída de los precios internacionales de las materias primas, empobreciendo y endeudando más aún a los países en desarrollo, cuyo mayor ingreso de divisas era y es la exportación de dichas materias.

El Estado

A partir de la crisis del capitalismo financiero de los años 1929 – 1932 y de la Segunda Guerra Mundial, se establece el Estado de bienestar, como resultado de las luchas sociales. Fue un acuerdo entre el capital y el trabajo para una redistribución más justa, lo que trajo una mejora en el nivel de vida entre los años 1945 y 1975. 

Desde 1960, este estado fue duramente criticado por ineficaz, intervencionista, corrupto y porque anulaba el desarrollo individual. Detrás de esto, la verdadera razón era la baja de utilidades del capital debido a las medidas redistributivas, que hacía necesario la eliminación de controles y la ruptura del acuerdo antedicho.

A fines de los ’60 se producen tres fenómenos: las revoluciones científicas y tecnológicas en el campo de la automatización, información y comunicación, el descenso de las tasas de rendimiento del capital por el ascenso de competidores externos, y la crisis de los países socialistas. A partir de aquí, los grupos hegemónicos mundiales articulan un proyecto alrededor de cinco ideas: 

  • Afirmación del individuo productor-consumidor (en reemplazo del concepto de sujeto).
  • El mercado como modelo que optimiza las transacciones. 
  • El mercado que realiza la justicia social, ya que el Estado ataca la iniciativa individual, no ayudándolo a responsabilizarse. (Desde esta óptica, el individuo es responsable de ser desocupado por no haberse preparado adecuadamente y ser lo suficientemente competitivo)
  • De la “sociedad de Estado” se pasa a la “sociedad de mercado”. La empresa privada es la mejor forma de organización y permite una redistribución más justa, ya que el mercado se autorregula.
  • El capital está en el origen del valor de lo material pero también de la persona. El individuo pasa a ser un “recurso humano”, que debe ser rentable o descartable.

Por lo tanto, el Estado es para estos grupos hegemónicos el obstáculo a derribar.

Lo que aquí comienza es una nueva fase del capitalismo. Aparece una condición mundialista que es la base de la actual globalización. El capitalismo deja de tener un cierto carácter nacional, y pasa a ser desterritorializado (deslocalización de las empresas), nómada, ilimitado y carente de identidad. En estas condiciones, el Estado desaparecería al ser superado por las exigencias económicas y las leyes del mercado, que no puede regular. Dejaría de ser vinculante socialmente y actor principal en la redistribución de los beneficios.

En 1973 EEUU abandona el régimen de cambio fijo de Bretton Woods por un régimen de cambio flotante generalizado. Esto es el paso del patrón oro a dólar. De esta manera utiliza las reservas mundiales para mantener su nivel de vida, ya que para los demás países desestabilizar el dólar era romper el equilibrio de la guerra fría con la que todos se beneficiaban.

En los ’80 se desreglamenta la industria financiera y comienza la globalización bancaria, lo que permite un mercado libre mundial de capitales. Se plantea la libre circulación del capital. Esto se traduce en la presión sufrida por los países en vías de desarrollo para abrir sus economías.

Los Estados sufren la reasignación de roles. Ya no son un marco regulatorio de las relaciones entre el capital y el trabajo, de la educación y salud o de políticas y economías nacionales. Sus nuevas funciones están al servicio del neoliberalismo, en tareas de seguridad interna, en sostener una fachada democrática, en imponer las medidas que el capitalismo liberal demanda. (Subsidiar a los exportadores, asumir la deuda privada de los bancos en quiebra, congelar salarios, controlar a los sindicatos).

Pero hay un punto en especial que quisiera desarrollar un poco más. Y está referido a como y de que manera, se hizo posible la instauración social de este modelo y en que forma esto cambió radicalmente la vida de las personas. 

Pierre Bourdieu con el que coincido, plantea esta situación como la búsqueda de la concreción de lo que llama la “utopía liberal del mercado puro y perfecto”.

Instrumentalmente se apuntó a la destrucción no solo del Estado, sino de todos los colectivos (sindicatos, asociaciones, cooperativas, cooperadoras e incluso de cierto unidad familiar, en la medida de la creación de mercados de consumo estratificados por edades.)

A esto se suma la alta concentración por medio de las corporaciones y fundamentalmente, y en esto quiero hacer hincapié, en la despiadada competencia individual. ¿De qué manera fue posible imponer esta competencia? A través de la individuación de la relación de salario. Así se establecen metas de productividad individuales, incrementos salariales individuales aún frente a la misma función y carga horaria, evaluación permanente, delegación de responsabilidades,supuesta integración a la empresa (el “toyotismo”, donde como en Walt Mart  y otras empresas, el empleado es un asociado que comparte las responsabilidades, pero no las ganancias), y por otro lado, la flexibilización laboral, la inestabilidad como componente estructural, y por sobre todo, la autoexplotación laboral cimentada en la necesidad de preservar la fuente de trabajo a cualquier precio.

Esto fue el quiebre de la solidaridad y de las relaciones sociales tal como las conocíamos. Tal extremo de alienación solo es posible, cuando el concepto estructural de dichas relaciones, está basado exclusivamente en la tecnología y en la racionalidad, no solo como valor supremo sino único.

Conjuntamente con esto, el discurso del poder ensalza la libertad, como el bien más preciado, fundado en la posibilidad de “realizarse a sí mismo” (self made men), de elegir el propio destino en una economía plagada de oportunidades. No es más que la imposición de un único modelo de vida y un discurso unívoco, que iremos viendo como no solo cambió la sociedad, sino también la manera de ver el arte, al arte en sí mismo y su relación con la cultura y las personas.

Cuando todo puede ser todo, al final es nada

Podría en términos generales definirse a la globalización como un vacío. Para esto es importante analizar que elementos y que modelo conformó la modernidad, cuales fueron sus características generales, y de que manera fueron apareciendo distintas corrientes artísticas en el transcurso del siglo XX.

Daniel Bell  plantea “la incompatibilidad de la cultura modernista con las bases morales de una conducta dirigida y racional”, o sea, la disolución de la ética protestante. Esta disolución que plantea la poshistoria, encubierta en un relato de libertad y de autoconvalidación, disfraza la homogeneización cultural (a través del concepto de fugacidad de la moda y el “tempo” de la informática  y sus modos propios de transmisión), conceptualmente proyectada al arte y a otros elementos culturales.

Paradójicamente este avance sobre las estructuras culturales nacionales, produce un acentuado repliegue sobre las tradiciones más ortodoxas de la cultura, como forma de supervivencia identitaria, con lo cual la poshistoria termina en los hechos retrotrayéndonos a estadios premodernos. Con el agregado del resurgimiento religioso y tradicionalista, el discurso se vuelve mesiánico.

Los neoconservadores responsabilizan de esta crisis a la cultura modernista, por sus características “anómicas” y de rebeldía, creando así una escisión entre cultura y progreso, en una flagrante omisión de que el capitalismo debe gran parte de su desarrollo a esta última idea, un concepto culturalmente instituido en los siglos XIX y XX. Dicho en otras palabras, de lo que aquí se habla es de disciplinar, de acallar toda voz opositora y crítica. Por eso Bell lamenta la pérdida de esa ética protestante a la que refiere Weber, que fue la plataforma instrumental para el desarrollo del capitalismo en sus inicios. 

¿Cuáles son las características de la modernidad, que tanto preocupan a los poshistóricos?

La Modernidad para Habermas y algunos otros autores, se caracteriza fundamentalmente por “lo nuevo”, por una nueva conciencia del tiempo, por rebelarse contra la tradición, contra la norma, como forma de neutralizar las pautas de la moral y el utilitarismo. “La modernidad estética es parte de una modernidad cultural” 

Para Subirats la Modernidad está unida al progreso. Es la ruptura a través de la crítica, la renovación y el cambio. Esto bien podría ser una definición de vanguardia. 

Para Argan, el modernismo que va de 1890 a 1910, secundaba a la civilización industrial, y más referido a valores estéticos plantea algunas de sus características:

  • No referencia a modelos antiguos
  • Acorta las distancias entre las artes mayores y aplicadas
  • Posee una funcionalidad decorativa
  • Es un estilo o lenguaje internacional
  • Trata de interpretar cierta espiritualidad inspirada en el industrialismo.

Atribuye el nacimiento de esta corriente a la necesidad creada por la revolución industrial, con la consiguiente transformación social, económica y de modo de vida.

Me detendré en este punto para una breve reflexión. 

Lyotard considera que una de las particulares propias de la poshistoria es lo que el llama “la condición posmoderna”. Que no es otra cosa que la vivencia subjetiva de las transformaciones estructurales a las que antes hice mención, que sufre la cultura desarrollada. Si parangonamos las razones de la aparición del modernismo con las de la posmodernidad, encontramos una cierta similitud: ambas surgen de la necesidad creada a partir de la aparición e imposición de nuevos modelos productivos, con sus lógicas consecuencias sociales y culturales.

Entonces, la pregunta obvia es ¿por qué este énfasis en el fin de la modernidad y de la historia? La respuesta parece obvia también. La Modernidad presenta un fuerte componente humanista, y si bien tiene un aspecto racional, aún no ha perdido su conexión con el pasado original, con cierta unidad. Una idea de unidad presente en el Iluminismo, de reunir nuevamente la ciencia, la moral y la estética. Esa unidad ha sido quebrada. Podrá argumentarse que los nuevos modelos económicos así lo requieren, y es cierto. La imposición de la racionalidad en el campo social, racionalidad propia de la tecnología, es la única manera de poder imponer cambios estructurales donde el hombre pierde su cualidad de sujeto. 

La otra pregunta no tan obvia es ¿la Modernidad ha muerto? Es cierto que en muchos aspectos el proyecto que significó ha fracasado. Un proyecto que partió de una concepción de humanidad para llegar a dos conflagraciones mundiales y una tercera, que es el perpetuo estado de guerra, no puede considerarse un proyecto exitoso. Pero esto no implica su muerte irremediable. También puedo decir que mucho no se ha hecho. Detrás de este debate encuentro razones, las razones con que intento fundamentar, que el tan anunciado entierro prematuro en el caso que así fuera, y que no es tal, es más debido a la necesidad de la imposición de un modelo, que a una realidad objetiva. El proyecto de la posmodernidad, es solo un gran vacío inconducente, el intento de una utopía neoliberal, uno más a través de esta tan negada historia, de los aspirantes al poder absoluto.

Marcel Duchamp o el objeto anestesiado

“La técnica es nihilista porque es la expresión más perfecta y activa de la voluntad de poder” 

Heidegger

“Encontrar un equilibrio entre lo consciente y lo inconsciente, entre ¡el cielo y el infierno! Queríamos seguir siendo humanos” 

Arp

La crítica más extrema de Duchamp tal vez consista en llamar a los ready made objeto anestesiado. Son objetos que nos dejan indiferentes, no despiertan en nosotros ni placer ni rechazo. Y en esto está su sentencia sobre el “buen gusto”, o lo que él llama la pintura retiniana o ligada a la sensación, como la de los impresionistas.

Formó parte del movimiento Dadaísta, cuyo eje central fue la crítica a los valores burgueses establecidos, al absurdo de la guerra, a la historia del arte y sus instituciones, a la obra de arte como tal y a los artistas como seres “elegidos”. 

Analicemos algunas de sus características. 

Parten de la ironía, lo que en Duchamp es la meta – ironía, la denuncia de las contradicciones de la sociedad industrial y su símbolo fundamental, la máquina.

Cuestionan la guerra (Primera Guerra Mundial, que además es la primera confrontación donde se ataca a poblaciones civiles), por el absurdo que representa en una sociedad que enarbolaba la racionalidad como uno de sus principales estandartes.

Metodológicamente utilizan el azar, las acciones inesperadas, las técnicas de la producción industrial, como forma de despojarse de las técnicas tradicionales e históricas del arte.

Los ready made son una crítica a la tecnología, al producto industrial y sus técnicas, pero también al arte como virtuosismo, al objeto único de la obra de arte.

En Desnudo bajando una escalera aparecen los antimecanismos. La figura es una máquina, ha perdido su esencia humana, transformada solo en la imagen de esa humanidad perdida. Es un robot que va en descenso. “Son máquinas sin vestigio humano y, no obstante, su funcionamiento es más sexual que mecánico, más simbólico que sexual”. Es la imagen antitética en su retardo de la velocidad del futurismo.

Para la sociedad industrial los objetos siempre poseen una utilidad, solo el arte carece de ella. Los ready made son objetos inútiles, descontextualizados, que sin embargo representa en sí mismos una dura crítica al contexto y al momento histórico en que fueron realizados.

Duchamp es quizá, el primero en plantear de alguna manera el arte del objeto, el arte conceptual “…desvaloriza al arte como oficio manual a favor del arte como idea; a su vez, la idea se ve sin cesar negada por la ironía.”. Su obra Etant donnés es tal vez la primera instalación del arte contemporáneo. 

Volveré sobre algunos aspectos críticos de Duchamp en comparación con el Pop Art.

Andy Warhol o el sueño dorado de Hollywood

“Me encanta el anuncio de tu programa de noticias en la tele. 

Lo he visto ya quince veces”.

                     Andy Warhol

Warhol es la expresión más acabada del Pop que pretendo analizar. Y si bien este movimiento nunca tuvo un programa y en general sus artistas no conforman un grupo homogéneo, es la figura que quiero contraponer con la de Duchamp.

Antes que nada veamos algunas características del Pop Art. 

Como su nombre lo indica, tiene su origen en lo popular. Pero ¿es realmente así? Si entendemos por popular lo que responde a los intereses de la mayoría, no lo es, sino más bien una falacia de lo popular más cercana a modelos impuestos.

Tomó los objetos de la industrialización, a los cuales convirtió en imágenes, vaciadas de contenido, con una ausencia total de sentido crítico. 

Es cierto que rechazó los convencionalismos y las temáticas tradicionales del arte, tomando como tema lo más superficial de la sociedad.

Uno de sus recursos, especialmente en Warhol, fue la seriación, la repetición de imágenes, reproducidas por medios mecánicos, la serigrafía, lo que en los códigos comunicacionales conduce a la redundancia. Esta se caracteriza por la repetición del código, lo que vuelve legible y unívoco el mensaje. Esta es una característica de los mass media, propio de los sistema de propaganda y de la publicidad.

Sus temáticas están siempre referidas al repertorio popular devenido del cine, la televisión, los objetos de consumo y de confort. No puedo extenderme en las condiciones socio políticas y económicas del momento (del que no puede ser separado el Pop), y que por otro lado están someramente descriptas al comienzo de este ensayo, si bien esto sucede en los 60. Solamente diré que es el momento donde irrumpe la sociedad de masas, la idea del confort, la sociedad de consumo y los medios de comunicación masiva. Desde los modelos productivos se impone el cambio de necesidad en la gente, para lo cual, a través de la publicidad se promueve el consumo de nuevos modelos de cualquier objeto industrial de uso cotidiano, reemplazados no por mal funcionamiento sino por razones de status y de modas. Es el momento del “último modelo”, de lo recién salido de fábrica.

El Pop está asociado a la producción industrial y a la cultura urbana. “…la cultura y el arte de la imagen popular son con toda propiedad la superestructura de las sociedades más desarrolladas del capitalismo tardío”.

Trabaja con símbolos preconfigurados a partir del producto, que a través de la redundancia se han convertido en estereotipos, imágenes ideales transformadas en modelos hollywoodenses de bienestar, placer y belleza. En lo que respecta a las temáticas sexuales su presentación  no responde al erotismo, sino a una sociedad reprimida que no puede concebir el sexo sino solo por medio de la idolatría y el fetichismo de Play Boy. “En especial va muy ligado al mito de la mujer objeto, forma particular de la alienación burguesa”.

En suma, el Pop Art es un relato, una crónica de la sociedad de su tiempo, que no toma posicionamientos críticos frente a la realidad y se contenta con una descripción en imágenes del mundo mercantil.

Del Urinario o el fin de la obra de arte, a las Cajas Brillo o la confusión estética

“En el neodadá emplean los ready made para descubrir en ellos el valor estético. Yo les lance a la cara botellas y el orinal como provocación y ahora los admiran como lo bello estético”.

Marcel Duchamp (1962)

A primera vista pudiera pensarse que el Pop es un retorno del Dadá. Pero a pesar de algunas similitudes como la no aceptación de las temáticas tradicionales, la incorporación de objetos de producción industrial, la utilización de técnicas como el object trouvé, el ready made, el assamblage y otras, las diferencias son fundamentales.

En primera instancia en el compromiso. Nunca hubo una crítica a las instituciones artísticas, propio de las vanguardias,  sino más bien un anhelo de estar en ellas. Los quince minutos de gloria de Warhol son prueba de ello. Mientras que en el Dadá hay una enorme carga irónica, en el Pop solo una complaciente mirada risueña. Los primeros se posicionan críticamente frente a la realidad, cuestionando el discurso sobre la obra de arte, la industrialización, la idea de progreso como panacea universal, como una Arcadia de la técnica, donde la “racionalidad” conduce a la guerra, donde los nuevos modelos económicos deshumanizan.

Los segundos nunca se plantearon ningún cuestionamiento social. Por el contrario, se distancian sistemáticamente de la obra, convirtiéndola en lo más impersonal posible, sin asumir ningún compromiso político ni social, y transformándose en los hechos, en reproductores del sistema económico y de la cultura dominante. Su redundancia anticipa el discurso unívoco de la globalización y la poshistoria de los 80. “Mi obra nunca fue una protesta contra lo que estaba sucediendo” Rauschemberg,  o “La razón por la que pinto de esta manera es porque quiero ser una máquina” Warhol. Elige lo superficial y lo kisch como modelo cultural a reproducir, con lo cual colabora con la banalización de la sociedad. Es el vaciamiento de contenido de la posmodernidad. No ataca la obra de arte sino que crea la confusión estética. El mingitorio de Duchamp cuestionaba el buen gusto, los cánones establecidos de lo “bello” y del arte. Sus antimecanismos basados en el “retardo” son  la antítesis de la idea futurista del progreso. Las cajas de Warhol fuerzan la participación del espectador, no ha completar la obra en el sentido expresado por Sartre, sino en la necesidad de definir que es o no arte, ya que esto estaría dado solo por el contexto, lo que J. Johns denomina “crisis de identidad”. 

Si como expresa Heidegger, la obra de arte es el desocultamiento del ente, o como dice Kant, es la verdad sin concepto, la contemplación a través del conocer, el Pop reduce el arte solo a la imagen, no exenta de participación ideológica en su propia negación. 

¿El fin del objeto?

Cuando Kosuth muestra la obra Una y tres sillas, donde se presenta una silla, el diseño de una silla y la definición de una silla, nos enfrenta a un quiebre en la concepción estética del arte. Esta obra presupone la anteposición de la idea y el cuestionamiento del formalismo. ¿Qué sucede entonces con el objeto? Desde los ready made de Duchamp, como la crítica a la obra de arte a la pregunta al espectador formulada por Warhol en las Cajas Brillo, más allá que fuera o no su intención, el objeto poseía aún determinada existencia en su centralidad, y de alguna manera, determinada “función”. A partir del arte conceptual, se instala un sentido proposicional, que…”desplaza el énfasis sobre el objeto a favor de la concepción y del proyecto, de la conducta perceptiva, imaginativa o creativa del receptor. Incluso en los casos más extremos no puede darse una desmaterialización completa, pues las palabras escritas u orales son también objetos culturales perceptivos, a los que se les atribuye una significación”. Esto es así, en el mismo sentido que si tuviéramos que definir el todo y la nada, tomando al todo como el absoluto y la nada como lo que está por fuera de ese absoluto, el vocablo nada como vocablo estaría inmerso en el campo del todo, por su propia existencia como tal.

Partiendo de lo antedicho, no hay un “fin del objeto” sino una traslación a un sentido dado por la formulación de proposiciones analíticas por sobre las sintéticas, desde la formulación kantiana de las mismas, donde, al menos para Kosuth y para Ayer, lo que se plantea es la reflexión del arte sobre el arte y la artisticidad del arte, sin ningún sentido de utilidad. 

Es inequívocamente tentador extenderme en estos puntos, pero me he sobrepasado largamente en lo propuesto.

A modo de epilogo

Quedan entre tantas cosas, plantear la validez fundante de si el arte es una proposición analítica, uno de los puntos de partida de las definiciones conceptuales. 

A su vez, surgen muchas preguntas, algunas a luz de lo sucedido. Tanto el Pop como el arte conceptual, tuvieron en Argentina su versión ideológica, lo cual sería una paradoja en el conceptualismo, que reniega de toda “utilidad”.

Estas corrientes que conforman el arte posmoderno nos hacen sospechar una vez más, de la imposición de una moda. Sin embargo, y tal vez esta sea la pregunta que más me desvela, ¿no estaremos asistiendo a la aparición de algo nuevo que intenta transitar por este tiempo histórico tan confuso y acercarse a una nueva concepción del arte y a cierta espiritualidad?

Obra escogida en la Muestra de la Fundación Proa

Perro

Andy Warhol

New York, 1976

101,7 x 127 cm.

Técnica mixta sobre tela

Bien conservada

Sin firma

Nota: La elección de Cajas de Brillo y no de la presente obra, esta fundada en la necesidad de poder compararla con un ready made. Dicha elección me pareció más acertada, ya que intentaba cumplir con dos de los tres ítems exigidos para este trabajo:

  • Abordar el concepto de obra de arte y sus transformaciones.
  • Aplicar un concepto formal, observando los cambios y su recorrido temporal.

En el primero, he intentado mostrar de que manera se ha cuestionado o no, la existencia de la obra como obra de arte en uno y otro movimiento, y las transformaciones que este concepto ha sufrido; por medio de la comparación del Dadaísmo y el Pop Art. Aquí desarrollé simultáneamente dos ítem: la comparación entre dos movimientos y las transformaciones del concepto de obra de arte. Espero haber logrado la claridad necesaria.

En el segundo, elegí al objeto, tomando en cuenta que es propio de la modernidad del siglo XX y que ya está incorporado a nuestra visión estética. No puede ser considerado un concepto formal, pero no resistí a la tentación de hacer un recorrido comparativo de su desarrollo.

Pese a que he tenido presente la necesidad de conceptualizar, la primera parte de este escrito es algo extensa, pero requería la presentación de datos contextuales para la puesta y fundamentación de mi hipótesis sobre la modernidad – posmodernidad, teniendo en cuenta la óptica elegida para su análisis. Esto también me permitió abordar estéticamente la posmodernidad en la línea Duchamp – Warhol – Kosuth. 

En algunos títulos he abusado quizá de la ironía, pero me parecido divertido y también crítico.

Por último, en el día de ayer ha llegado a mis manos, aunque solo para un vistazo, el último libro de Danto, El abuso de la belleza, donde se plantea en los capítulos introductorios la relación entre los ready made y las Caja Brillo (que bien me hubiese venido saber antes de su existencia), con una postura distinta a la visión crítica de Marchán Fiz con respecto al Pop y a Warhol. Hubiese sido muy interesante el poder cotejarlos. 

Bibliografía

ARGAN, Giulio Carlo. El Arte Moderno. El Modernismo. AkaL, Madrid, 1998.

BERMAN, Marshall, “La Modernidad. Ayer, hoy y mañana”, en Todo lo sólido se desvanece en el aire, [s/l, s/f]

DANTO, Arthur C. “Moderno, posmoderno y contemporáneo” en Después del fin del Arte, Paidós, Barcelona, 1999.

HABERLAS, JÜNGEN. “Modernidad: un proyecto incompleto”, en CASULLO, Nicolás. El debate Modernidad, posmodernidad. El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1995.

HOBSBAWN, Eric, “La muerte de la vanguardia: las artes después de 1950” en Historia del siglo XX. Crítica, Barcelona, 1995.

LYOTARD, Jean F. “Que era la posmodernidad”, en CASULLO, Nicolás. El debate Modernidad, posmodernidad. El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1995.

MARCHÁN FIZ, Simón. Del Arte Objetual al Arte de Concepto. Akal, Madrid, 1994.

PAZ, Octavio. La Apariencia Desnuda. Ediciones Era, México, 1978.

SUBIRATS, Eduardo. “Transformaciones de la Cultura Moderna, en CASULLO, Nicolás. El debate Modernidad, posmodernidad. El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1995.

Artículos

BOURDIEU, PIERRE. The Essence of Neoliberalism. Traducido del inglés por Montoya R. Hernández. La globalización en la Biblioteca. Le Monde Diplomatique, diciembre de 1998.

BURGI Noelle, GOLUB Philip S. El Estado sigue siendo la clave del poder. Le Monde Diplomatique, Número 20, Febrero 2001.

Apuntes

DÁVILA, Manuel. El Liberalismo desde los años 1955 a 1976. Monografía para la cátedra de Historia de la Cultura III, Prof. Beatriz Martínez, ENBAPP, 2003.

LAURENZI, Adriana. Apuntes para Arte Contemporáneo I. IUNA.

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