UNA GUERRA HÍBRIDA

guerra híbrida

La economía es el método. El objetivo es cambiar el alma.

Margaret Thatcher

Yo hoy, mientras revuelvo el azúcar del café, quiero poner alguna cosa en claro. Si cada medida del gobierno devolviéndote el IVA de la compra de un producto de primera necesidad, eliminando el impuesto al salario etc. se ve licuada sin piedad por la inflación galopante, si una corrida cambiaria sube al tope la moneda yanqui volviendo inservible nuestra propia moneda, lo primero que hay que saber es que no hay casualidad ni azar en esta situación y que el problema de fondo no es apenas económico, sino profundamente político. Lo segundo es que el problema no se arregla con recetas mágicas ni hombres providenciales.

La gente chiquita como vos y yo, estamos sometidos a un bombardeo desinformativo que se suma a los problemas de la lucha diaria de parar la olla, pagar los impuestos, mandar los pibes a la escuela etc. que no te deja tiempo para pensar ni razonar, que no trepida en llevarte a la desolación y aún a la desesperación. Las urgencias cotidianas no dejan ver que somos objeto de una guerra integral que comprende la acción psicológica, la incertidumbre en lo económico, la inseguridad, y en síntesis, la manipulación cuidadosamente planificada del capital y de las corporaciones. Ese bombardeo de imágenes y mensajes que apelan a nuestras emociones más elementales, está destinado fundamentalmente a sembrar el desánimo, la desorientación y a quitarnos la voluntad de intervenir.

Hay muchas razones para esgrimir en defensa de esta más que hipótesis. Te daré solo algunas: somos un país con enormes recursos como el litio, el gas y las reservas hídricas más grandes del planeta. Hay más, como la fertilidad de los suelos, la biodiversidad, la calidad de sus productos agrícolas y ganaderos etc. y por último, de recursos humanos formados en la educación pública y con una historia en el aporte a la ciencia y la investigación.

 Entonces lo primero es comprender por qué estamos en la mira de las grandes corporaciones transnacionales y de las principales potencias del mundo. El neoliberalismo no es sino un nombre que sirve para designar una etapa del desarrollo capitalista presidido por la hegemonía del capital financiero y por un modelo de acumulación por desposesión y depredación de los bienes comunes de las regiones de la periferia o de lo que consideran su patio trasero.

Ese capital concentrado que monopoliza la propiedad de la tierra, de la riqueza etc. no puede seguir postergando transformaciones estructurales a fin de echar mano de lo que quede por apropiarse. En esa perspectiva, sin embargo, necesita en primer lugar remover todos los obstáculos tales como la existencia de un Estado nacional soberano, de un pueblo con larga historia de lucha y de resistencia. Lo cual explica el acápite de este artículo.

Con lo expuesto, lo que quiero decirte, es que lo que está en juego, es mucho más que una elección, donde gran parte de nuestro pueblo concurrirá a las urnas con distintas expectativas entre las cuales destacan dos: la una que quiere dejar atrás a cualquier precio un gobierno que defraudó sus promesas y esperanzas; la otra, que se moviliza más por el espanto que despierta la posibilidad de encaramar en el gobierno a una élite entregada a la faena de despedazar lo que haya que cargarse en materia de derechos democráticos y sociales, de soberanía en todos sus aspectos, lo cual, como la historia nos recuerda, no puede hacerse sin represión y sin terror.

El objetivo es cambiar el alma. Lo que equivale a lograr un vaciamiento no solo económico, sino cultural, ideológico, espiritual. De allí que no resultan casuales los ataques ya no solo a un modelo con evidentes insuficiencias como lo es el del peronismo, sino a nuestros próceres, al concepto de soberanía que se sintetiza en la defensa de las Islas Malvinas, a la negación de los 30 mil detenidos desaparecidos,  al orgullo de poseer un sistema de educación pública, universal y gratuita como pocos en el mundo, un sistema de salud idem, la calidad de nuestros médicos y trabajadores de la salud, que descolló durante la pandemia,  y ejemplos como el del hospital Garrahan. No es casual la permanente descalificación de todo lo nuestro. Del machaque permanente, segundo a segundo por medio de las redes sociales y de los grandes medios hegemónicos.

  No queremos imaginarnos un país gobernado por la “mano invisible del mercado”, es decir por los grandes grupos económicos transnacionales sin mediaciones. Un modelo distópico del “sálvese quien pueda”, insolidario y deshumanizado. En otros términos, y de un modo más sutil pero no falto de crueldad, de bombardeo y destrucción, como hoy lo es la demolición de la Franja de Gaza que ves por la tele.

¿Te parecen demasiado dramáticas y alarmistas estas advertencias? Te invito a repasar las declaraciones de los candidatos de la ultraderecha que son los que a la fecha encabezan las preferencias del electorado. Quienes de verdad queremos a nuestros país, con un amor que nada tiene que ver con el nacionalismo berreta, quienes amamos a nuestro pueblo, tenemos por delante una enorme sucesión de batallas, la de las ideas en primer lugar, porque son las que hacen posible el triunfo en esta guerra híbrida que nos han declarado. No nos suicidemos. No tiremos la tina de agua sucia con el pibe adentro, no vendamos el alma por moneditas. Pensá bien tu voto cuando ingreses al cuarto oscuro el 22 de octubre.

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