TRELEW: LA PATRIA FUSILADA

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Para los milenials este nombre no significa nada. A lo sumo un dato geográfico remoto aprendido en la secundaria. Pero en el oído de anteriores generaciones Trelew es un pedazo de historia de nuestra dolorida patria, un jirón empapado en la sangre de los mártires que se atrevieron a soñar un mundo más justo y pusieron el cuerpo a esa empresa.

Qué interesa en esta recordación de los fusilados de Trelew: Recuperar la voluntad de transformación social de una juventud que se entregó a ese ideal con generosidad y convicción; echar luz ante tanta impostura, que la rebeldía verdadera  es ajena al individualismo y a la ideología del mercado. Rebeldes son quienes se plantan frente a la injusticia y toman partido por los oprimidos. Y en este sentido como no traer entonces al presente el pensamiento de José Ingenieros en su libro “Las fuerzas morales”:  

-“Rebelarse es afirmar un nuevo ideal. Tres yugos impone el espíritu quietista a la juventud: rutina en las ideas, hipocresía en la moral, domesticidad en la acción. Todo esfuerzo por libertarse de esas coyundas es una expresión del espíritu de rebeldía.

La sociedad es enemiga de los que perturban sus “mentiras vitales”, su primer gesto es hostil; olvida que necesita de esos grandes espíritus que, de tiempo en tiempo, desafían su encono, predicando “verdades vitales”.

Todos los que renuevan y crean son subversivos: contra los privilegios políticos, contra las injusticias económicas, contra las supersticiones dogmáticas (negritas nuestras). Sin ellos sería inconcebible la evolución de las ideas y de las costumbres, no existiría posibilidad de progreso. Los espíritus rebeldes, siempre acusados de herejía, pueden consolarse pensando que también Cristo fue hereje contra la rutina, contra la ley y contra el dogma de su pueblo, como lo fuera antes Sócrates, como después lo fue Bruno. La rebeldía es la más alta disciplina del carácter; templa la fe y enseña a sufrir, poniendo en el mundo ideal la recompensa que es común destino de los grandes perseguidos: la humanidad venera sus nombres y no recuerda el de sus perseguidores”.

Finalmente, recuperar el valor de la historia, la valoración del pasado que permite explicar el presente y avizorar el porvenir. Y sepa el lector o lectora la insistencia en José Ingenieros con quien volvemos a toparnos cuando hay que hablar de la historia.

“La justa comprensión del pasado, enseña a militar en el presente y a prever el porvenir. La historia viva de una raza se compone de victorias y derrotas, triunfando hoy la infamia y mañana la justicia, encendiéndose pueblos enteros en una fe común o riñendo a muerte sus facciones por credos inconciliables, de cuyo trágico chocar cobran realidad las aspiraciones de los hombres mejores”. (Op. Cit.) (1)

LOS HECHOS

El 15 de agosto de 1972 miembros de las organizaciones guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros intentaron concretar una fuga masiva de la cárcel de Rawson, donde se encontraban recluidos. Durante la huida murió un guardiacárcel. Seis jefes guerrilleros –Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna , del PRT-ERP, Marcos Osatinsky y Roberto Quieto, de las FAR, y Fernando Vaca Narvaja, de Montoneros- lograron subirse a un avión secuestrado y refugiarse en Chile, desde donde partirían más tarde hacia Cuba.

Sin embargo, el objetivo perseguido -la fuga masiva de más de un centenar de personas- no logró alcanzarse. “Se formaron distintos grupos: un primer grupo de seis, que se fuga, un segundo grupo de 19, que es el que queda en el aeropuerto, y un tercer grupo de 110, que no alcanza a fugarse”, señala el ex jefe montonero Fernando Vaca Narvaja, uno de los protagonistas de la fuga del penal de Rawson.

Las 19 personas a las que alude el líder montonero no llegaron al aeropuerto a tiempo para subir al avión y se rindieron el 16 de agosto ante los efectivos militares, solicitando garantías públicas por sus vidas en presencia de periodistas y autoridades judiciales. El capitán de corbeta Luis Emilio Sosa los condujo hacia la Base Aeronaval Almirante Zar de Trelew.

“Lanusse sacó de jurisdicción al penal de Rawson y al Aeropuerto de Trelew y decretó el estado de sitio en el momento en que se estaba negociando. De esta forma, la máxima autoridad ya no era el juez civil sino el jefe militar de la base. Entonces, en vez de reintegrarlos al penal, se los trasladó a la base militar Almirante Zar y en la madrugada del 22 se da esta salvajada del fusilamiento. Los responsables directos fueron los capitanes Sosa y Bravo y parte del cuerpo de suboficiales de la Marina”, sostiene Fernando Vaca Narvaja.

En la madrugada del 22 de agosto los detenidos fueron instados a salir de sus celdas formando dos hileras. En ese momento, los militares dispararon sus ametralladoras y mataron a dieciséis de los diecinueve detenidos. De acuerdo con la versión oficial, uno de ellos, Mariano Pujadas, había intentado arrebatarle la pistola a Sosa en un nuevo intento de levantamiento. Sin embargo, los tres sobrevivientes de la masacre, María Berger, Carlos Alberto Camps y Ricardo René Haidar, gravemente heridos, aportaron sus denuncias y testimonios sobre el fusilamiento.

La versión de la Marina

“Los hechos ocurridos (en Trelew) han despertado dos actitudes en la gente que nos rodea. Unos pretenden acusar a la Armada de haber provocado una masacre intencional. Los otros, ante el hecho consumado, lo justifican y hasta lo aplauden, dada la peligrosidad de los presos. Ni unos ni otros tienen razón. La Armada no asesina. No lo hizo, no lo hará nunca. Se hizo lo que se tenía que hacer. No hay que disculparse porque no hay culpa. No caben los complejos que otros tratan de crear. La muerte de seres humanos es siempre una desgracia. Estos muertos (alude a los sediciosos) valen menos, en el orden humano, que el guardia cárcel Valenzuela (muerto el 15 de agosto en el operativo de fuga de la conducción guerrillera), que los humildes argentinos del orden público muertos en servicio.” (Declaraciones de Horacio Mayorga, jefe de la Aviación Naval –uno de los responsables de la represión en el campo de concentración que funcionó en la ESMA-, en La Prensa, 6 de septiembre de 1972. (2)

Cincuenta años después de aquel terrible acontecimiento con el cual, la dictadura militar de Lanusse ya en retirada por la lucha del pueblo, pretendió en vano amedrentar al mismo, un tribunal de Miami declaró culpable a uno de los asesinos, el ex marino Roberto Bravo quien deberá pagar por esa acción 24 millones de dólares. (3)

“Estamos muy felices. Este es un gran paso para pedir la extradición y que Bravo sea juzgado en la Argentina. Dediqué gran parte de mi vida a buscar justicia sobre los responsables de las torturas y el intento de asesinato de mi padre”, explicó ayer Raquel Camps, hija de Alberto, quien estuvo en Miami junto a su hermano Mariano y a otros familiares de las víctimas.

“Este es un fallo histórico. Los miembros del jurado no creyeron la versión de Bravo del intento de fuga y de la autodefensa. Más allá de que el veredicto se refiere lo que sucedió con estas cuatro víctimas, en definitiva dice que fue responsable de la masacre”, detalló Sol Hourcade, la coordinadora del equipo Memoria, verdad y justicia del CELS, que acompañó el litigio civil junto al Center for Justice and Accountability (CJA) de Estados Unidos. Durante el juicio Bravo declaró que uno de los militantes le había arrebatado una pistola a uno de los marinos y que él respondió a ese supuesto ataque.

LOS HECHOS

En relación a los hechos hemos elegido un testigo privilegiado que nos da su visión de la masacre de Trelew, se trata del líder sindical y político Agustín Tosco que supo compartir la prisión con los detenidos en el penal de Rawson que afirmó en una entrevista que le hizo el diario El Mundo.

Viernes 24 de agosto/ 1973. Córdoba

¿Puede usted relatarnos sintéticamente qué pasó el 22 de agosto de 1972 en el Penal de Rawson?

-Desde el 15 de agosto, día de la evasión, vivíamos en un clima de gran ansiedad. Habíamos sido reagrupados en pabellones distintos a los que ocupábamos en aquella fecha, y aislados rigurosamente en cada una de las celdas individuales. La puerta de la celda era maciza, con algunos agujeros de un centímetro de diámetro, que hacían de mirilla para los celadores que nos observaban y controlaban constantemente. Una especie de pequeña ventana, con barrotes cruzados, semejante a una claraboya sin vidrios, colocada sobre la puerta, nos permitía mirar directamente a algunos compañeros, a los ubicados en las cinco o seis celdas de enfrente; para ello debíamos subirnos a la cabecera de la cama y estar en posición muy incómoda. Pero lo hacíamos con entusiasmo, pues eso nos permitía contactarnos de alguna manera, plantearnos los interrogantes que la situación de incomunicación nos obligaba, e ir trasmitiendo las opiniones con el lenguaje mudo de la mano, en lo que ya éramos expertos. Dados los cuarenta y cinco metros de longitud del pabellón y las dos series de veintiún celdas a cada costado del mismo, la retrasmisión se iba haciendo en forma de zigzag hasta completar la totalidad.

Nuestra preocupación mayor era la suerte corrida por los compañeros que se habían fugado. Muchos de los prisioneros pertenecían a organizaciones armadas y otros no; es decir, los que nos encontrábamos en el pabellón. Más a todos nos embargaba una serie inquietud pues la noche del 15 de agosto, habíamos escuchado por radio que todavía en ese entonces se nos permitía tener, que habían sido apresados en el Aeropuerto de Trelew; que se les había dado garantías de reintegrarlos al Penal; que estaban en marcha hacia el mismo, en una columna que encabezaban Pujadas, el juez Godoy, el Dr. Amaya y miembros de las fuerzas de represión. La noche del 15 de agosto, en la que permaneció tomado interiormente el Penal, escuchamos las emisoras de Chile, donde se daba cuenta del secuestro del avión, y que en él viajaban Santucho, Osatinsky, Vaca Narvaja, Gorriarán, Quieto y Mena. Pero el 16 de agosto a la mañana, que se nos incomunicó, no sabíamos casi nada de los diecinueve restantes.

Teníamos la posibilidad de informarnos muy precariamente por dos vías: en la guardia los celadores solían escuchar los informativos y todos hacíamos un profundo silencio para tratar de pescar algo; el contacto con algunos celadores más “flexibles”. Cuando nos abrían la puerta para ir al baño o cuando nos traían la comida, también podía damos una “pista”.

Antes del mediodía del 22 de agosto, algunos compañeros comenzaron a transmitir con el lenguaje mudo que parecía que tres prisioneros que estaban en la Base Naval de Trelew habían sido asesinados. Una gran angustia experimentó todo el pabellón. Por la mañana habían requisado en forma muy dura -ellos ya sabían lo acontecido en la madrugada- y propinaron golpes de puño a varios, además de hacernos correr desnudos desde el baño a cada una de las celdas. Habíamos gritado y protestado con toda nuestra fuerza.

A medida que lográbamos noticias, precarias todas, iba aumentando el número de muertos. Decían que Pujadas había intentado apoderarse de la ametralladora de un guardia, que se había generalizado un tiroteo y que habían , caído todos. A las 17 horas estaba prácticamente confirmado que habían sido muerto los diecinueve compañeros en la Base Aeronaval.

Fueron horas de intenso dramatismo. Todos estábamos encaramados y tomados de los barrotes cruzados de la ventana de la celda hacia el interior del Pabellón. Había rostros enmudecidos. Otros lloraban con profundo dolor y rabia. Algunos gritaban y daban vivas a cada uno de los caídos y a las organizaciones guerrilleras, a la clase obrera, a la revolución y a la Patria.

A la noche se preparó un homenaje simultáneo en los seis pabellones ocupados por los presos políticos y sociales. Espontáneamente cada uno relataba aspectos de la vida, las convicciones, la personalidad de los caídos, hasta completarlos a todos. Posteriormente hablaron varios enjuiciando y condenando el alevoso crimen y fijando la responsabilidad en la Dictadura y el sistema. Luego a voz de cuello se gritó el nombre de cada uno y cada vez se respondía en forma vibrante y unánime: ¡Presente! ¡Hasta la victoria siempre!

Se entonaron colectivamente las distintas marchas partidarias. Todo quedó en silencio. Los guardias ordenaron acostarse. Esa noche nadie durmió. El recuerdo de los mártires caídos, la imágen de cada uno, el heroico ejemplo de cada uno, llenaba la imaginación, hacía estremecer los sentimientos y daba una pauta más del duro y glorioso camino revolucionario que recorren la Clase Obrera y el Pueblo hasta su total y definitiva libertad. (4)

LA VERDAD ES LA ÚNICA REALIDAD

 Del otro lado de la reja está la realidad, de

este lado de la reja también está

la realidad; la única irreal

es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien

si pertenece al mundo de los vivos, al

mundo de los muertos, al mundo de las

fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o de la producción.

Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel

cuerpo, ese vaso de vino, el amor y

las flaquezas del amor, por supuesto, forman

parte de la realidad; un disparo en

la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos

gritos irreales de dolor real de los torturados en

el angelus eterno y siniestro en una brigada de policía

cualquiera

son parte de la memoria, no suponen necesariamente el presente, pero pertenecen a la

realidad. La única aparente

es la reja cuadriculando el cielo, el canto

perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz

fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso cubriendo la Patagonia

porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad, como

la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia

estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia

del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro

como los designios de todo un pueblo que marcha hacia la victoria

o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse, a rescatar lo suyo, su

realidad.

Aunque parezca a veces una mentira, la única

mentira no es siquiera la traición, es

simplemente una reja que no pertenece a la realidad.

Paco Urondo.

El periodista y poeta Paco Urondo es el autor de este libro que compila testimonios y reportajes sobre el trágico episodio. (5)

En Trelew al cumplirse 50 años de la masacre.

Fuentes consultadas

(1) https://docs.google.com/viewer?a=v&pid=sites&srcid=ZGVmYXVsdGRvbWFpbnxiaWJsaW9saWJlcnRhcmlhfGd4OjIzMTA2Mjk0ZDBhNDdjNDc

2)   https://www.elhistoriador.com.ar/22-de-agosto-de-1972-masacre-de-trelew/

(3) https://www.lahaine.org/internacional/historia/agustin_trelew.htm

(4)  https://www.cels.org.ar/web/2022/07/despues-de-50-anos-condenan-en-ee-uu-al-ex-marino-roberto-bravo-por-la-masacre-de-trelew/

(5)  http://www.elcorreo.eu.org/IMG/article_PDF/La-Patria-fusilada-Francisco-Paco-Urondo_a20527.pdf

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