A los que siguen creyendo
Había una vez una casa donde vivía un matrimonio que había contratado a un plomero y gasista para que le resolviera una pérdida de agua de la cañería de la cocina, que iba en aumento.
El plomero y gasista, al que llamaremos Gerardo, llegó a la casa con su caja de herramientas y comenzó su tarea. Sofía vio con extrañeza, que Gerardo, en lugar de enfocarse en el tramo de la cañería donde se producía la pérdida, comenzó a romper las baldosas de la cocina. Luego, no sabemos bien con qué pretexto, comenzó a practicar un orificio en el techo.
Sofía esperó el regreso de su marido Crescencio y le comentó la situación. Crescencio le recordó que el último plomero que habían contratado les había hecho un desastre, que hay que darle tiempo a Gerardo que es un tipo que tiene claro lo que hay que hacer.
Sofía no se quedó conforme y comenzó a observar a Gerardo y a hacerle preguntas que el plomero respondía con explicaciones presumiblemente muy técnicas y poco comprensibles. Algunas veces también respondía con otra pregunta desconcertante, por ejemplo: ¿Vos conocés el teorema de Arrow? Hasta que un día, ofuscado, dijo que él solo hablaría con Crescencio que fue quien lo había contratado. Crescencio le reprochó a Sofía su impaciencia.
-Gerardo es el que tiene el saber para resolver los problemas de la casa. No le pongamos palos en la rueda.
-Pero Crescencio, nosotros no teníamos problemas en el techo, no había por qué perforarlo, tampoco había por qué romper el piso de la cocina.
– Oíme Sofi, ¿Vos querés que volvamos a llamarlo a Alberto que nos tuvo cuatro años sacándonos la plata, y pura sanata, nos dejó con el problema sin resolver? ¿Vos sabés que Gerardo me prometió traer un par de socios suyos para colaborar con él? Hay que tener paciencia ¿sabés? Te pido que dejes de asediarlo al hombre con preguntas improcedentes, porque no lo dejás concentrarse.
Efectivamente, a la semana siguiente, Gerardo apareció con dos socios más que comenzaron, ante el estupor de Sofía, a levantar el piso de las habitaciones con una gran celeridad. Por supuesto, luego de un mes, los tres profesionales querían cobrar su trabajo y amenazaban con abandonar la tarea de reparación si no les pagaban. Sofía, alarmada volvió a interpelar a su marido.
-Ahora tenemos nuevos problemas, cuando de lo que se trataba era de arreglar la cañería de la cocina. Encima, ¿hay que pagarle a estos tres por rompernos la casa? Que además son bastante confianzudos. Te abren la heladera y se comen todo. Y además uno de ellos, bastante zarpado me dice groserías que yo finjo no escuchar. Se toman largos recreos para fumar y charlar.¿Estamos todos locos?
-Pero vieja, todo el trabajo que está haciendo el pobre Gerardo era necesario porque vos no te das cuenta, pero estaba todo mal. Sobre la deuda que tenemos con ellos no te preocupes. Gerardo tiene muy buena relación con un banco que nos puede dar un préstamo a largo plazo. Hay que tener esperanza. Todo va a mejorar. No te dejes llenar la cabeza por algunos vecinos envidiosos que se aprovechan de que sos una persona influenciable, desconfiada y con mucha resistencia al cambio. Gerardo me dijo que hay que sacrificarse ahora, pero la casa va a quedar de diez.
– Cómo va a quedar de diez si cada día que pasa, buscan algo nuevo que romper. Ahora se están ocupando de desmantelar la instalación eléctrica que no tenía ningún problema. Cuál es tu argumento para decir que vamos a estar mejor.
Pero las respuestas de Crescencio eran siempre eran vagas, imprecisas. Que hay que darle tiempo, o querés volver a la época de Alberto.
-Crescencio, por lo menos en esa época, comíamos todos los días, y hasta podíamos usar la cocina, ahora el agua de la cañería rota ya empieza a inundar la casa… Y la plata se va en pagar deudas.
-Sí Sofía, pero eso era una tranquilidad engañosa, ficticia. Una negación a comprender que estaba todo mal.
Sofía era impaciente, ansiosa y también ingrata. No reconocía los esfuerzos de los tres esforzados profesionales. Pero Gerardo que era muy generoso les consiguió una entrevista con el banco amigo, donde tramitaron la hipoteca de la vivienda para poder pagar las deudas.
Ahora mismo Sofía y Crescencio están empacando sus cositas, las pilchas, algunos enseres, vajilla etc. porque tienen que abandonar la casa. El banco les dio un plazo más que razonable para que se busquen algo chiquito donde vivir.
Ha pasado el tiempo. Sofía que suele suspirar mirando la foto ajada de la casa donde vivieron felices tantos años, hoy se ha convertido a la religión. Crescencio le dice: Vieja hay que tener paciencia y esperanza. ¡Qué lindo es dormir a cielo abierto! Está estrellado y no pronostican lluvia.