Salí a naufragar por la ciudad. En esa balsa tan particular que resulta el Sarmiento. No quedé entero después de lo ocurrido con mi prima y su familia en Beirut. Aunque no se tenga verdadera dimensión de la masacre, ni llegue a entender por completo lo que es dejarse vencer por el sueño mientras sobrevuelan los buitres, uno puede compartir la desesperación. No es impotencia. Tan sólo porque todos tenemos algo para hacer y revertir , o por lo menos para no quedar pegados a la barbarie. No lo hagamos sólo por esa pobre gente que -como señala mi prima- tal vez mañana los encuentre debajo de nuevos viejos escombros en El Líbano o en Palestina. Hay que hacerlo por nosotros mismos.
Diferenciarnos claramente de la mano cobarde y asesina es una tarea impostergable. Dejemos el silencio cómplice, que nadie baje la vista, que el puño se alce y la garganta explote. Pensaba en todo esto cuando en la balsa asomó una muchacha pueblo, florecida en una guitarra y ganándose el pan con una canción que hacía décadas no escuchaba en las calles. “Quiero atrapar el sol en una pared desierta…” empezó suave, triste, profunda.
Mi prima dice que se le arruga el corazón cuando se acuesta con los aviones sionistas sobrevolando su casa. La voz tibia ahora decía “encierro real. Claustro de barro. Sombras” . Imposible sustraerse a la metáfora del mundo que parece hundirse de la mano de los inmundos. Un hospicio gris, donde nos tienen amordazados, medicados, sedados. Hay que escupir las pastillas en la cara de los ricos y poderosos. No dejemos que el perro sea perro y nada más.
Ismael Jalil
II
La carta de Karina
“Son sentimientos encontrados. Por un lado, la furia y las ganas de correr hacia no sé dónde. Por otro lado, las ganas de quedarme y soportarlo todo, hasta el final, un final incierto pero que puedo presentir. Imaginar que te cae un misil encima no es algo que puede caber en el espacio de tus pensamientos; que caiga, realmente, a metros de donde te encuentras ya entra en otra dimensión, una dimensión inimaginable. Todo acaba, sientes que te hieren el alma, que todo culmina, que la vida llega a su fin, y que te arrancan de un solo tirón la ilusión de seguir viviendo.
No es fácil pasar por una experiencia como lo es la guerra, no es fácil estar pendiente de si te salvarás o terminarás bajo los escombros, ni es fácil dormirte todas las noches oyendo el sonido de los aviones que no hacen más que aturdir a tus oídos y amargarte el corazón. Sin embargo, todo esto no es más que un mínimo sufrimiento, comparándolo con lo que están padeciendo, hace ya más de diez meses, los habitantes de Gaza y otras ciudades palestinas, y lo que está sucediendo en el sur del Líbano.
Lo que estamos viendo es algo inédito; la misma gente que fue maltratada y aniquilada hace decenas de años, está aniquilando a pueblos enteros, sin importarles las consecuencias, sin que les sacuda un ápice de humanidad. Son como hienas rodeando a la presa, no buscan sino su propia satisfacción. No les importan los bebés recién nacidos que mueren en las incubadoras por falta de oxígeno; no les importa matar por doquier con tal de conseguir sus diabólicas metas. Es gente que no es “gente”, son personas sin sentimientos, sin sentido de humanidad, son desalmados y sus mentes están completamente envenenadas. Incumplen con las leyes internacionales, nadie tiene derecho a nada excepto ellos y, para colmo, lo dicen a boquiabierta en todas las redes. No sé si compararlos con Satanás, los caníbales, los animales salvajes…quizá sean peor todavía, porque los animales salvajes matan por sobrevivir, para alimentarse, en cambio Is-ra-el mata por una causa injusta, por una tierra que robó, por un país que construyó sobre la sangre de los inocentes originarios de esa tierra. Todo esto es muy bárbaro, y lo peor es que nadie frena nada; los árabes siguen conversando para alcanzar un “alto al fuego”, diez meses conversando y los niños siguen muriendo, las madres llorando, los ancianos mudándose de ciudad en ciudad, cuando deberían estar descansando y disfrutando de una vida sosegada. Estamos en la era de la maldad, el engaño, el genocidio…estamos observando cómo destruyen a la especie humana día tras día con la excusa de “Is-ra-el tiene derecho a defenderse”. Pero, ¡por favor! ¡No mientan más! ¡Basta ya de falacias! Is-ra-el es el mal de Oriente Medio, es el cáncer carcomiendo nuestra sangre, es lo más bajo que pudiera existir sobre la faz de esta tierra! ¡Basta ya! ¡Hagan algo para frenar esta masacre! ¡Abran los ojos!
Es cierto que el sufrimiento es inmenso, y muchos lloran la partida de sus amados. Es cierto que la tristeza está invadiendo nuestras casas. No obstante, la fe, la paciencia, la firmeza y la convicción de que estamos en el camino correcto y que nosotros “SÍ” estamos defendiendo nuestros derechos y velamos por la justicia de los pueblos, estamos seguros que la VERDAD triunfará, hombres y mujeres de bien saldrán VICTORIOSOS y LA JUSTICIA vencerá la maldad de los tiranos.
Karina Husain.