MILEI, EL ROSTRO DE LA ANTIPOLÍTICA

“Estar contra el fascismo sin estar contra el capitalismo, rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie, equivale a reclamar una parte del ternero y oponerse a sacrificarlo.” Bertolt Brecht

La irrupción del mediático  Javier Milei y la corriente que se autodenomina “libertaria” en la escena política argentina ha causado una comprensible impresión, principalmente por su impacto en un sector de la juventud. Vale sin embargo aclarar que la así denominada “antipolítica” no deja de ser una política, la de las clases dominantes para alejar o desviar a las clases trabajadoras y al pueblo de la disputa y la participación en los asuntos públicos. 

Mucho se ha escrito sobre el tema y estas notas no guardan la pretensión de echar “la luz definitiva”, sino más modestamente, aportar un grano de arena al indispensable debate democrático. Por ejemplo,  el artículo de Ezequiel Adamovsky titulado: ¿Liberales o fascistas? ¡Sí, por favor! sostiene que lo que distingue a estos “libertarios” del movimiento que alumbró Benito Mussolini (es) algo fundamental: el fascismo fue un autoritarismo centrado en el fortalecimiento del Estado y por ello enemigo del individualismo. 

 “El lema del fascismo era “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado”. Se lo llamó “totalitario” justamente por esa pretensión de encuadrar totalmente la vida social dentro del aparato estatal (y bajo su liderazgo único). Pero una máxima así causaría espanto a Milei y a sus seguidores, que rechazan el Estado y propugnan el individualismo ilimitado. Agréguese que son, además, partidarios del liberalismo económico en su versión más extrema y, por ello, ajenos al tipo de visión corporativa que fue la marca distintiva del fascismo. Son diferencias sustanciales” (1). 

Difícil sería subestimar la importancia de este debate aún si se circunscribiera a los claustros académicos. Pero en este caso nos importa ponerlo en el plano de la lucha de las ideas y de la práctica política. Por lo tanto, seguiremos la recomendación de Lenin:  análisis concreto de la situación concreta, para evitar las interpretaciones abstracto-formales que no nos sirven para la acción. Por eso queremos sostener aquí que el autodenominado movimiento “libertario” es una de las formas que el neofascismo adopta en esta etapa del neoliberalismo.

El movimiento “libertario”, neofascista en nuestro concepto, expresa la crisis de hegemonía que venía desarrollándose desde los 90 e hizo eclosión en 2001 con el “que se vayan todos”. Esa hegemonía había descansado hasta entonces en los acuerdos básicos entre los dos partidos tradicionales (PJ-UCR) que quedaron plasmados en el Pacto de Olivos y en la posterior Constitución reformada de 1994. A menudo la explicación de dicho pacto se limita a exponer las ambiciones reeleccionistas de Menem, su necesidad de prevenirse ante las pretensiones presidencialistas de su socio Eduardo Duhalde y Domingo Cavallo, y por el contrario, la tentativa de Alfonsín como jefe de la oposición, de acotar el poder del riojano. No obstante, lo que nos interesa sobre el Pacto de Olivos y su hija putativa, la reforma constitucional del 94, son los acuerdos fundamentales de los que poco se habla: bipartidismo y alternancia en el poder para garantizar la “gobernabilidad”, mantenimiento de la convertibilidad, prioridad del pago de la deuda externa y continuidad de las “relaciones carnales” con los Estados Unidos, además de otorgar rango constitucional a los decretos de necesidad y urgencia.

La jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 hicieron saltar por los aires ese esquema y pusieron de manifiesto la  crisis de representatividad tanto de la denominada “clase política” con su estela de privilegios y corrupción, cuanto de las propias instituciones burguesas. Crisis que desembocó en la eyección del gobierno de la Alianza y sería transitoriamente salvada con la llegada al gobierno de Néstor Kirchner. La misma se zanjó por izquierda con la anulación de las leyes de olvido que garantizaban la impunidad de los militares genocidas, la sustitución de los integrantes de la Corte Suprema, altamente desprestigiada, cierta recuperación del empleo y el poder adquisitivo,  y en materia de política exterior, un alineamiento con gobiernos progresistas de la región: Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Cuba que hicieron naufragar el intento norteamericano de imponer el ALCA.

Sin embargo, la irresolución de los problemas estructurales de una economía dependiente no ha podido remendarse con ninguna arquitectura electoral como las PASO, el balotaje  y otros artilugios. En el marco de una economía capitalista cada vez más concentrada en menos manos, la política no es visualizada por el conjunto de la población como instrumento de transformación y de solución a sus problemas. Digamos de paso, que todas esas arquitecturas y artilugios, lejos de facilitar la participación popular, la obturan porque de lo que se trata es de preservar el orden establecido para los buenos negocios. En ese escenario aparecen estos figurones grotescos a la vez que peligrosos. Pueden confundirnos con sus ropajes, escenografías y gestos histriónicos, pero lo que los delata es su objetivo de fondo, salvaguardar el capitalismo y el régimen de propiedad privada,  su concomitancia con las soluciones represivas que el Estado proporciona y los apoyos y sostén económico de las metrópolis del imperialismo.

 Volver a Gramsci

El autor de los “Cuaderni” sostiene que el fascismo no puede analizarse ni evaluarse en Italia sin enmarcarlo en la historia del pueblo italiano, en la estructura económica y política de clases, y sin considerar el punto de vista leninista que señala:

”Tanto en política internacional como en política nacional, el imperialismo tiende a violar la democracia, tiende a la reacción. En este sentido, es indiscutible que el imperialismo es la negación de la democracia en general, de toda la democracia”. Por todo ello, Gramsci sostiene que el fascismo no es un fenómeno puramente italiano sino que su surgimiento corresponde a un estadio de desarrollo del capitalismo en que éste necesita recurrir a la explotación exacerbada en el plano económico, lo cual se deriva en lo político en una mayor agresividad contra las masas explotadas, todo lo cual tiene repercusiones en la esfera institucional. Punto por punto es del todo coherente cambiar el nombre de Italia y su correspondiente gentilicio por el de Argentina.  (2)

Sin embargo, para Gramsci, el fascismo no era un fenómeno ineluctable, obedecía a causas objetivas y también subjetivas. Por ello escribe en 1923: “Es necesario hacer una autocrítica despiadada de nuestra debilidad; es preciso comenzar preguntándose por qué hemos perdido, qué éramos, qué queríamos, adónde queríamos llegar …Por qué los partidos obreros italianos han sido débiles desde el punto de vista revolucionario. Por qué han fallado cuando debían pasar de las palabras a la acción. No conocían el terreno en que debían dar la batalla”. Salvando las etapas históricas diferentes, pero siguiendo la metodología de análisis del revolucionario italiano, lo mismo puede aplicarse en la actualidad en relación al abandono del objetivo socialista de los partidos obreros y de la izquierda en su conjunto. La caída del Muro de Berlín y el desplome del socialismo real, acompañados de las modificaciones en la estructura productiva del capitalismo, se tradujeron en el desarme político e ideológico de los trabajadores y de la identidad y la perspectiva de clase. En todas partes fue ganando terreno el reformismo progresista, posibilista y disuasorio de la movilización social, que se contenta con administrar el capitalismo con una cuota homeopática de honestidad y sensibilidad social hacia los desfavorecidos.

Al cierre de esta nota, en el marco de una situación dinámica, vamos desnudando al polichinela neofascista. Del mismo modo que él va flexibilizando su presunto rechazo a la “casta política” a la cual acaba de ingresar al asumir su cargo de diputado, ahora suma una nueva definición: él es minarquista, o sea partidario de un estado mínimo, o estado gendarme cuyo rol se ciña a velar por la ley y la seguridad. (3) Es decir, que garantice la represión. O sea, enemigo del Estado sí, pero no de cualquier Estado, sino del Estado moderno, no del estado-gendarme. Carecíamos de ese dato cuando Adamovsky escribió su artículo. Tampoco se había producido aún la primera vuelta de las presidenciales en Chile que le dieron el triunfo al candidato de la ultraderecha José Antonio Kast y que fue motivo de la calurosa felicitación del “libertario”. Kast no oculta su admiración por Pinochet y acaba de proponer una Internacional anticomunista regional , versión actualizada del Plan Cóndor de los años 70,  levanta además como política de estado el reconocimiento al Ejército y al criminal cuerpo de Carabineros.

Finalmente detengámonos en los apoyos financieros de los libertarios. El comunicólogo uruguayo Aram Aharonian nos informa: “La internacional capitalista existe, la moviliza el movimiento libertario de extrema derecha (los llaman libertarians) y, obviamente, está muy bien financiada: funciona a través de un inmenso conglomerado de gobiernos, fundaciones, institutos, ONG, centros y sociedades unidos entre sí por hilos poco detectables, entre los que se destaca la Atlas Economic Research Foundation, o la Red Atlas”.

“Atlas cuenta con 450 fundaciones, ONG y grupos de reflexión y presión, con un presupuesto operativo de cinco millones de dólares (datos de 2016), aportados por sus fundaciones «benéficas, sin fines de lucro» asociadas. Atlas Network es una organización fundada en 1981 en Estados Unidos, en homenaje a la escritora Ayn Rand, autora de la novela La liberación de Atlas, devenida en biblia de los ultraliberales, autodenominados en el mundo anglosajón como libertarians. La Red comunica en su portal que posee 447 socios a nivel internacional, en 95 países. Dentro de Latinoamérica dicen contar con 99 socios.
Su financiamiento proviene también de grandes empresas interesadas en maximizar sus ganancias mediante la reducción impositiva”.

“La iniciativa en Argentina, de la que participaron Ricardo López Murphy y Álvaro Alsogaray (hijo) entre otros, dio continuidad al Foro Latinoamericano de la Libertad —que tuvo lugar en septiembre de 2017, en Buenos Aires, y al Foro para la Libertad en Latinoamérica, de mayo de ese mismo año. De los centros de investigación de la red Atlas forman parte los dirigentes de ultraderecha Roberto Cachanovsky, José Luis Espert, Javier Milei, Agustín Etchebarne”. (4)

Conclusiones (provisionales)

Los Milei, los Espert y otros pequeños führers solo pueden comprenderse en el marco de una estrategia global de la ultraderecha y de los sectores más agresivos y reaccionarios del gran capital.Por tal motivo sería imprudente y equivocado subestimarlos. Esto nos lleva a pensar que más allá de los confusos  nombres que se pongan, de sus vidriosas posiciones frente al estado etc. lo que los une y caracteriza es su hostilidad hacia las clases trabajadoras, su ataque a los derechos sociales y democráticos, su proyecto totalitario apenas disimulado tras su invocación al concepto de libertad.

Que ese discurso, aparentemente novedoso, haya obtenido una importante audiencia en sectores de la juventud, solo se explica por la profunda despolitización de la sociedad, del intento de los medios hegemónicos de borrar de la memoria las luchas del pueblo y del negacionismo del terrorismo de estado. No es una casualidad que estos personajes sean constantemente invitados a destilar sus mensajes de odio y sus trilladas ideas económicas en los canales de televisión, y que sus diatribas contra la democracia y los derechos sociales no sean rebatidas ni contestadas por los “comunicadores” del sistema. Todo ello es absolutamente funcional a los intereses del capital más concentrado. El rol a jugar por la educación, es absolutamente indispensable para derrotar estas nuevas versiones del fascismo. Pero dejando claro que fascismo sigue al capitalismo como la sombra al cuerpo y como el perro al amo.  

Fuentes consultadas.

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