Escribe Héctor Celano
Prácticamente todos los programas de radio en Argentina, o la gran mayoría, (especialmente los que intento escuchar porque procuro recibir nuevos conocimientos) comienzan y, en varios espacios continúan, más o menos así: “Hoy hace fresco, por eso me puse un suéter…” salta un interlocutor/a y le retruca “qué antiguo, ahora se dice…” otro/a “cuando yo era chico le decíamos…” Entonces a partir de allí comienzan 15 o 20 minutos de “chamuyos” varios con referencia a sapiencias o gustos, pasando por las preferencias sexuales de cada cual, hasta, posiblemente, terminar hablando acerca de ¿cuál es el sabor que más cautiva la elección a la hora de pasar por una heladería? Tampoco faltará la alusión al “club de mis amores”… o a algún exabrupto cotidiano de divas o divos…
¿La información? para dentro de un rato… Información que suele estar precedida de sus propias opiniones y concluida de la misma forma… algunos, ganados por un “sincericidio extremis”, declaran que desconocen el tema, pero, igual, arriesgan.
La subjetividad es ineludible, esto no se discute, porque todos tenemos opciones políticas y, se supone que, si alguien está avalado para utilizar un micrófono público, también debe poseer su propio bagaje ideológico.
Cada minuto de “aire” cuesta mucho dinero; sabido es, lo pagamos nosotros a través de los productos que consumimos, generalmente, inducidos por la publicidad que sostiene los espacios de marras. Las “firmas comerciales” son, en definitiva, las dueñas de los programas. Cualquier conductor, por más talentoso que fuere, debe promover la venta de los productos que se anuncian, transformándose, en ocasiones, en vendedor de “lapiceras de transporte” -¡dignísimo oficio este!- No puede denunciar irregularidades de esos productos o servicios, ni difundir algún conflicto concreto que involucre a la empresa. ¡¿Está claro!? LOS DUEÑOS SON LOS “ANUNCIANTES” (capitalismo al fin)
Se registran contadísimas excepciones que, al enfrentar estos escenarios en “el aire”, terminan “volando por los aires”… También los medios de difusión oficiales (nación, provincias, municipios) desde hace algunos años, venden mercancías y servicios.
Mejor, hablemos del suéter o del helado… o de la grieta (¡no de la que genera la lucha de clases!) Nos, en una de las orillas, claro, en alternancia…
Descuentan algunos/as que la gente no entiende qué es la lucha de clases o la explotación del hombre por el hombre… sí, se da por sentado, que comprende claramente qué es “el dólar blue” el “lawfare”, los “commodities”, el “fifti fifti”, las “indisposiciones de los mercados”… bla bla. Medios y redes, paridos en las verdaderas usinas del poder, fogonean que se hable en inglés y de pseudos problemas o, por ejemplo, cuando les quitan derechos a los jubilados pagándoles menos, se les intenta hacer creer que ganan más…
La enorme mayoría de los productos que se promocionan y que dominan los programas de mayor “rating” o reitin (¿mal escrito no? bueno: “Índice de audiencia”) pertenecen a los siguientes rubros: Medicamentos (sin que a nadie le hubiese importado la pandemia y posibles desaguisados de consumo ¡a nadie, con poder de decisión!), Alimentos (obviando la situación de tantas familias que no pueden/podemos comprarlos), Alcohol (y otras substancias encubiertas); últimamente se ha incorporado con mayor fuerza El Juego; tampoco se debe desdeñar todo aquello que induce a consumir al fragmento de la infancia-adolescencia (aportaría temas para un tratado especial) y, dado que el viejo y añorado suéter funcionó como disparador, La Indumentaria, con su zanahoria de estatus (físico, claro) ¡Salud!… con un matecito o un vinito comunardo… y a escuchar también la voz de la calle.