Joaquín Tolaba, joven escritor del Oeste ya ha publicado en Ayllu. Dejando correr libremente su imaginación, sin inhibiciones, Tolaba cuenta una historia donde lo absurdo constituye una metáfora, la parábola de vida, pasión, decadencia y muerte de un “héroe provincial”.
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William Stone, ahora es una estatua aplomada en un parque público. Su gran cuerpo se redujo al de un busto junto a una plaqueta que dice quién fue. “Nuestro héroe provincial nació en 1955 en este pueblo hermoso llamado Villa Perdono, donde tuvo una vida bastante jugada”
Lo que sigue es una biografía publicada por la historiadora Kika Ormazábal. Trabajo que primero fue su tesis, luego corregida para libro de bolsillo.
En la escuela primaria, William Stone encontró su primer amor, el ajedrez. El miró las piezas e imaginó un mundo. Torneo que había, torneo donde lo anotaba el maestro de dibujo, “Uste’ tiene que ir mijo, a uste’ le carbura bien, no le haga caso a su familia, metale al ajedrez carajo”, le decía Josefine Wexler. Y Williancito se creyó el cuento y empezó a competir en torneos semiprofesionales para gente carenciada. Medalla de oro en el campeonato de Burzaco, primer puesto en el mundial “Mentes en blanco y negro” jugado en Villa Bosch y mención honorifica en el torneo interzonal de Tegucigalpa. Josefine Wexler nunca se enteró que su estudiante preferido había logrado todos esos éxitos. Él palmó haciendo paracaidismo cerca de una isla de Mesopotamia.
El niño Stone pasó a ser el Tanque Stone, su cuerpo mutó considerablemente, más que nada el tórax y la panza. En 1972 representó al combinado nacional en los juegos olímpicos de Munich. Ahí logró que le cuelguen la medalla plateada y su cabeza hizo track, track, track y su chip mental se modificó. Si bien su maestro, ya no estaba en su cercanía ni en la de nadie, William escuchaba su voz como si él fuese un ángel trabajando ad honorem para él.
Sus medallas no fueron sólo un mero hecho simbólico, sino que, ellas le otorgaron un estatus nivel oro. Todas las universidades de la región lo quería tener en sus filas, sin embargo una de todas las pretendientes lo pudo calentar. La Universidad interamericana del buen vivir. Allí se anotó en Ciencias económicas y gracias a varias voluntades pudo recibirse y pegar un curro bastante bueno. Tesorero del sindicato Pan.de.po. Carlos Ferreti, su amigo de la infancia lo acomodó ahí. Mitad de mañana se ocupaba de los resortes burocráticos del sindicato y mitad de la tarde daba clases de Tic en la E.N.E.T n° 3 de Villa Perdono. En ese hueco estatal conoció a Ernesta Capricce, su segundo amor. William jugaba al ajedrez sobre los muslos de Ernesta y ella le hacía un algoritmo desde la panza hasta el culo. William y Ernesta se casaron en un templo budista de Villa Caraza y al año y pico nació su tercer amor, Sharon, bajo el signo de Géminis.
En 1988, ya era todo un hombre con gran espalda política, pero eso no bastaba. Pasó que todo se volvió extremadamente caro de un día para otro, entre ellos el pan. Nadie tenía su pancito diario, ni siquiera un pan duro para hacer el famoso budín de pan. Una pobreza enorme se instaló en la población. Dentro de ese cuadro social complicado apareció el cerebro de William. Se le ocurrió crear el miércoles de pan divertido, dicho plan fue regalar pan a los primeros clientes que se acercasen al sindicato. Pancitos frescos y sabrosos lanzaban a la multitud. Al caer se veía cómo los pancitos entraban en una atmósfera salvaje. Todos querían pellizcar alguno a como dé lugar. Unos saltaban al estilo pez espada y capturaban alguno, otros a base de tacles ganaban espacio y posibilidad de conseguir más cantidad, algunos usaban el engaño y despistaban a los crédulos de la ley, otros mataban y violaban a los que habían hecho la cola desde el día anterior. Un juego novedoso se daba cada miércoles entre la comunidad pobretona de conejos. Abriendo un ojo y cerrando el otro, el plan de William Stone funcionó. Un grupo de entusiastas patriotas llamó al canal siete y uno de esos miércoles de pan divertido estuvieron presentes y uno de sus periodistas calificó a William Stone como héroe provincial y de ahí le quedó el mote.
Su brillante papel en Pan.de.po ( pan de pobres ) lo trasladó a otro campo minado de oro, el negocio inmobiliario. Plata y tiempo le sobraba, entonces aprovechó para anotarse en el mundial de ajedrez de Ámsterdam, solamente para darse un gustito. Habló con Ernesta del asunto, ella le dijo que se dejara de joder con ese jueguito y que se concentrase en pelar toda la Patagonia e instalar las nuevas viviendas de Nylon. William la escuchó, pero ni bola, él solamente quería darse su gustito porque el negocio inmobiliario ya estaba sobre ruedas y no requería de su decisión exclusivamente. Eso no se lo dijo a su mujer, sin embargo lo pensó.
Café viene, café va, Ernesta cedió ante el deseo de su marido y así fue como Stone pudo viajar por segunda a vez al planeta de la felicidad. En el avión conoció a un senegalés que desperdiciaba su tiempo creyéndose artista. Cosa va, cosa viene, los muchachos se entretienen dice el dicho y así fue. William jugó contra el australiano Tim Buchanan y perdió en primera ronda. Casi que ni se preocupó como lo hacía como cuando jugaba antes y aprovechó los días libres para conocer el cuello del senegalés en el hotel “El Paradise” y a su vez este, le enseño como hacer planos cortos con una cámara para aficionados en las zonas erógenas.
Entre alcohol, humo y luces desastrosas el artista africano lo grabó trucando firmas de cheques, Stone se sacó y le tiró una botella en el marote, el negro aguantó el chubasco y mareado aún por el golpe, sacudió a William con una patada voladora seguida de un cabezazo que lo desmayó al acto. Terré Camará, así era el nombre del artista africano, se suicidó arrojándose del edificio, cayendo a un tacho de basura, creyendo que había cometido un crimen.
Nuestro héroe provincial despertó sin saber quién era. William Stone borró cinta en Europa. El caso quedó impune y las malas lenguas opinan que Ernesta limpió el camino de su marido, pero la verdad es que, Carlos Ferreti fue quien tejió una maniobra legal para no dejar a su amigo preso en Ámsterdam. William zafó del quilombito que se le armó; de lo que no pudo zafar fue de los favorcitos de su amigo Ferreti, a cambio de la defensa legal tuvo que aceptar una operación experimental en su cabeza.
Bueno recapitulemos, si hagamos eso, como si fuese un reseteo y de paso cañazo contemos la historia de otra manera. William Stone fue operado con éxito, su cerebro fue extirpado, dado que estaba hecho trizas y en su lugar le colocaron el cerebro de un conejo, y de sus labios se soltó un flush,flush,flush y todos sus recuerdos, sus medallas, sus planes económicos, la voz de Josefine, su maestro de dibujo, la voz de Ernesta, la voz de Sharon, la voz de Ferreti, Las miradas de Terré se disolvieron en el nitrógeno del espacio exterior. Nuestro héroe se volvió mentalmente un conejo. Ernesta le compró un ajedrez de los buenos y él lo miraba como hacen los animales. Absorbido. No le producía nada.
El tiempo pos operatorio pasó y seguía en la misma. Ojos rojos fijos y cada tanto un salto a los yuyos para escaparse de Sharon que lo asustaba. Ernesta llamó a Ferreti, le comentó la situación, le decía que su marido ya no era el mismo, qué hasta cuándo iba a estar así. Ferreti le dijo que ni idea. Las consecuencias fueron desastrosas, Ernesta y Sharon abandonaron a William y se tomaron el palo, tal vez Canadá, tal vez Córdoba. Ferreti lo borró del mapa político y el multipremiado ajedrecista quedó en la lona. Ya entrando en los treinta y pico era un conejo sin familia y desocupado. Pobrecito nuestro personaje principal ¿No?
Su vida siguió, no sé cómo, hasta que una familia de conejos mini lop lo adoptó y ahí, William conoció a su quinto amor, el amor por la familia. Dentro de la conejera donde vivía, espió a una coneja, ella se enamoró de él en el acto. Una noche de luna llena y mucho calor, ella le comentó a William que gracias a los pancitos que tiró en aquellos miércoles de pan divertido, su familia pudo comer tres semanas seguidas sin preocuparse. William no se casó con la coneja, sin embargo, echó raíces y juntos tuvieron una gran familia. No se sabe en qué momento, el cuerpo de William dijo basta. La coneja y sus doce conejitos lo llevaron a una plaza y lo dejaron ahí. A la semana un integrante del grupo de entusiastas patriotas lo encontró y dio aviso a toda la tropa y tuvieron la brillante idea de embalsamarlo. La idea era buena, pero la cosa no prosperó como ellos deseaban, dado que el cuerpo ya estaba medio podrido, entonces le amputaron los brazos, la cintura, las piernas, dejando solamente la parte menos afectada, o sea, la cabeza y su pecho. Y es así como hasta el día de hoy, el grupo de entusiastas recuerda a nuestro héroe jugando al ajedrez a su alrededor.
Joaquín Tolaba