“No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama al hijo o hija más que a mí, no es digno de mí”. Mateo 10:34-38
La cita que antecede no responde a ninguna conversión religiosa. Sólo rescata la dialéctica revolucionaria de la misma. En los Quaderni, Gramsci (siempre Gramsci) planteaba: ¿Qué puede una clase innovadora, establecer contra el formidable complejo de trincheras y fortificaciones de la clase dominante? Y respondía: “El espíritu de escisión o sea, la adquisición progresiva de la conciencia de la propia identidad histórica… todo ello requiere de un complejo trabajo ideológico, cuya primera condición es el conocimiento exacto del terreno que debe ser limpiado…” “El formidable complejo de trincheras y fortificaciones” que hoy presenta la clase dominante, potenciado por las innovaciones tecnológicas, no podía ser ni remotamente imaginado por el revolucionario italiano pero no invalida la tarea planteada.
Nuestra América es hoy escenario de la más aguda lucha de clases y la yesca va multiplicando la llamarada desde el Río Bravo hasta el Cabo de Hornos. Los pueblos de Nuestra América expresan en las calles su hastío hacia el neoliberalismo, su rebeldía contra un patrón de acumulación capitalista que destruye el trabajo y depreda la naturaleza por doquier.
La lucha, que se presenta con todas las limitaciones del espontaneísmo y la revuelta, es cruel y asimétrica frente a un enemigo que cuenta con ingentes recursos políticos, económicos, militares, comunicacionales etc. La lucha es despareja, pero; ¿Qué tan despareja? La correlación de fuerzas es desfavorable, ¿pero, qué tan desfavorable? Las grandes masas trabajadoras sistemáticamente expoliadas, privadas del conocimiento de su propia fuerza, seguimos siendo mayoría. ¿Hasta dónde el recurso a la supuesta relación de fuerzas desfavorable no es sino el pretexto para justificar la renuncia a las transformaciones de fondo, la consiguiente adaptación al régimen y las alianzas más espurias bajo la excusa de que hay que construir “consensos”?
La experiencia reciente de Chile nos demuestra que la relación de fuerzas solo puede modificarse con la movilización en las calles, enarbolando un nuevo programa, opuesto al statu quo. La consigna: “No son treinta pesos, son treinta años” aludiendo al aumento en el precio de los transportes que detonó la indignación popular en el país trasandino, es una síntesis perfecta del hartazgo frente a un modelo que los neoliberales levantaban como ejemplo a seguir. La bronca, estudiantil en sus comienzos, que se extendió como una mancha de aceite a toda la sociedad, condujo al proceso de la constituyente, aún no concluido, y ha desembocado en la elección presidencial de Gabriel Boric en segunda vuelta aventando el peligro fascista del candidato Alejandro Kast. Sin embargo, a poco de andar y aún antes de asumir, Boric ya está formulando declaraciones polémicas en relación a Nicaragua y Venezuela, no tiene un claro pronunciamiento ante el reclamo de inmediata libertad de los presos de la revuelta de 2019, se apresta a designar como ministro de economía al actual presidente del Banco Central, Mario Marcel, un liberal ultraortodoxo, e incluye en su futuro gabinete a remanente de la desprestigiada Concertación. ¿Así se piensa negociar en los despachos del régimen la sangre de los asesinados, de las violadas, torturadas y asesinadas, los cientos de ojos vaciados por los disparos de los pacos? Seguramente olvida la enorme verdad de Radomiro Tomic: Cuando se gana con la derecha, es la derecha la que gana.
En Perú, bien que en condiciones muy distintas Pedro Castillo, dirigente del magisterio, hombre del movimiento de masas campesinas, alcanza insospechadamente la presidencia del país hermano luego de una verdadera batalla cuerpo a cuerpo con la derecha oligárquica y el fujimorismo que se negaban a reconocer su triunfo en las urnas. Muy condicionado, con un congreso prácticamente adverso, jaqueado por varios flancos, le han volteado a varios hombres de su gabinete y se debate entre la destitución mediante un golpe “blando”o “institucional” y la resignación a poner ministros ajenos al proyecto con el que subió, para aplicar sin más el del enemigo.
En Brasil, Lula Da Silva que tiene enormes posibilidades de ser elegido presidente nuevamente, propone al ex gobernador paulista e histórico adversario del PT, Gerardo Alckmin como candidato a vicepresidente. Alckmin supo operar junto a las derechas contra Lula en el proceso que desembocó en la prisión del ex presidente y el triunfo de Bolsonaro. Recientemente, Dilma alertó a Lula acerca de que Alckmin puede ser su Temer, en alusión al vicepresidente de ella, que apoyó su destitución y la reemplazó. Un sector del PT cuestionó en una carta abierta esa alianza. (1)
Inmediatamente luego del anuncio de acuerdo entre el gobierno de Argentina con el FMI, salen voces de destacadas personalidades a aconsejar la moderación del descontento. El psicoanalista y filósofo Jorge Aleman:
¿Se tiene claro que si el proyecto del Frente de Todos naufraga a la Argentina le espera el horror? ¿Se tiene claro que en esta época del mundo donde el Capitalismo arrasa con todo lo digno de la vida no se puede frenar esto con un gobierno que sea idéntico a nuestros ideales? ¿Se tiene claro que nos rodea un mundo violento y reaccionario? ¿Se tiene claro que no hay más remedio que jugar con ciertas tensiones, soportar contradicciones y enfrentar una realidad poblada de claroscuros?
¿O vamos a bombardear a este gobierno con críticas que sólo conducen al debilitamiento del proyecto que intenta frenar el hambre, el desastre, el caos social, la quiebra del Estado. Ser rigurosamente de izquierda o nacional y popular o peronista o desear un proyecto emancipador no es llegar primero que nadie al mundo de la “crítica” sino defender en primer lugar la barrera frente al horror que siempre está allí, aguardando su turno. (1)
En un breve mensaje de felicitación el ex presidente Pepe Mujica aconseja a Boric juntar, juntar y juntar aunque ello obligue a “rebajar los sueños” y a subir los escalones de a uno.
Para Aleman la herramienta para frenar a “ese capitalismo que arrasa con todo lo digno de la vida”, la barrera frente al horror, sería una alianza electoral en bancarrota que no se propone enfrentarlo sino aggiornarse a él. Desde esa perspectiva “no hay más remedio que soportar contradicciones y enfrentar una realidad poblada de claroscuros” aunque no aclara con qué parte de la anatomía.
Otros opinólogos prescriben que para postular el desconocimiento de la deuda inmoral, ilegal y odiosa, primero hay que construir el sujeto colectivo. ¿Y cómo se construye ese sujeto, torpedeado todo el tiempo para que no surja?¿En qué laboratorio que no sea la lucha de calles y de clases?
Tenemos la impresión que lo que se trata de evitar o postergar es que emerja en algún momento el espíritu de escisión. Los intelectuales del progresismo se emplean a fondo en el “complejo trabajo ideológico” que menciona Gramsci pero en sentido inverso al que desvelaba al revolucionario italiano. Si no hacemos caso, nos amenazan con el horror.
Para el progresismo las masas son los nadies, en su concepción de la política, eminentemente superestructural, solo pueden verlas como masa de maniobra, quienes ponen los votos, el cuerpo y los muertos pero no como protagonistas de la historia. Esa manera de pensar es la que prepara el terreno de los conciliábulos a espaldas de las mismas, los compromisos espurios con fracciones del enemigo, las justificaciones futuras para abandonar las promesas electorales y los programas de transformación.
Jorge Zabalza, ex dirigente del MLN Tupamaros acierta cuando describe la estrategia del progresismo. “Al proteger la tasa de rentabilidad, pagar puntillosamente la deuda externa y favorecer las inversiones multinacionales, el progresismo se hunde en la ciénaga del conservadurismo. Hace soñar con una sociedad justa y libre, todas y todos iguales, pero no se atreve a impedir que unos pocos devoren al resto de la población. El discurso liberal encubierto que hace el progresismo se limita, en última instancia, a indicar a los lobos cómo y dónde comerse mejor las ovejitas. Imposible eliminar la pobreza y la desigualdad sin transformar el modo de producir.” (3)
Nosotros entendemos que si de algo ha carecido el progresismo es de sueños. Más todavía, la amputación de los sueños en nombre de lo posible es la condición de existencia del progresismo. Lo contrario sostenía Lenin: “Hay que soñar, pero a condición de creer seriamente en nuestro sueño, de examinar con atención la vida real, de confrontar nuestras observaciones con nuestro sueño, de realizar escrupulosamente nuestra fantasía.”
Un dicho popular que nos remonta a nuestra infancia decía que “soñar no cuesta nada” pero eso ha cambiado y hasta los sueños nos arrebata el neoliberalismo. Hay que recuperarlos. Ello es parte del complejo trabajo ideológico que tenemos por delante.
Nixon y la “nueva izquierda”
Los medios hegemónicos se refriegan las manos ante el derrape ideológico político de los candidatos progresistas. ¡Por fin una “nueva izquierda” que toma distancia de Cuba, Nicaragua y Venezuela! Los candidatos de la “nueva izquierda” en lugar de denunciar al imperialismo agresor, ponen la lupa en los países agredidos que resisten el ataque de afuera y de adentro, y tienen para sus gobiernos exigencias que no se atreven a plantear a los poderosos. Con la expectativa de ganar elecciones, hacen buena letra con el amo del norte. Dignas han sido las respuestas del ex presidente de Ecuador, Rafael Correa (4)y la propia carta a Boric del nieto de Salvador Allende. (5)
La indicación de Nixon al entonces secretario del Departamento de Estado norteamericano, Henry Kissinger, de “hacer gritar la economía” de Chile por medio del sabotaje y el desabastecimiento, a fin de sembrar el descontento popular contra el gobierno de Salvador Allende y preparar su derrocamiento, se convirtió en el método sistemático del imperialismo yanqui para asfixiar a cualquier gobierno que intente producir transformaciones en sus países (6). “Hacer gritar la economía” fue y es la estrategia del bloqueo a Cuba que ha cumplido ya 60 años, sin lograr doblegar al pueblo cubano, pero infiriéndole enormes pérdidas y padecimientos. ¿Tal vez los candidatos progresistas creen que haciendo buena letra con los amos del imperio, se ahorrarán el choque inevitable con las oligarquías, o quizá han renunciado de antemano a cualquier medida que siquiera roce los grandes intereses? ¿No han aprendido nada del resultado de los precarios pactos de convivencia con el poder económico: golpes de estado, indistintamente blandos o sangrientos, conspiraciones constantes, persecuciones etc?
Viejas lecciones aprendidas de la experiencia histórica, abandonadas en un rincón de trastos viejos no por ser anacrónicas o falsas, sino por cobardía y deserción de la misión histórica, deben ser retomadas.
La participación en las elecciones es la emboscada que nos tienden las clases dominantes a menos que se inscriba en una estrategia de poder de los de abajo.
Las organizaciones revolucionarias deben dar la batalla cultural y política para construir una nueva hegemonía, esto es, la disputa de la conciencia en favor de un proyecto emancipador, en palabras de Gramsci, la dirección moral e intelectual de la sociedad.
Se necesita organizar y desplegar el poder popular combinándolo con la indispensable planificación de una economía post-capitalista.
Es necesario mostrar ese “otro mundo posible” que al decir de Mariátegui “no se agita en el vacío, no prescinde de la situación preexistente, no se ilusiona de mudarla con llamamientos al buen corazón de los hombres, sino que se adhiere sólidamente a la realidad histórica, mas no resignándose pasivamente a ella… “(En Defensa del Marxismo 1929/1930)
Necesitamos que la izquierda sea una herramienta vital y para ello debe abandonar esa postura melancólica que parece habilitar el desolador paisaje de lo marginal, que deriva en la fragmentación, que infantiliza las respuestas meramente contestatarias y que se regodea con alguna esporádica movilización de aparatos poroteando la próxima interna.
Los frentes de masas (sindicales, estudiantiles, campesinos, de género etc), convenientemente empoderados, constituyen la única garantía de avance de los procesos de cambio, y por eso, bajo ningún concepto pueden quedar huérfanas de dirección ni de militancia. Los mismos deben mantener su relativa autonomía para movilizarse cuando haya que asegurar cada conquista, desbaratar las maniobras del enemigo, empujar cuando haya vacilaciones.
Los mejores cuadros ubicados en funciones de gobierno son siempre susceptibles de ser asimilados por la maquinaria del Estado y no pueden sustituir a la organización revolucionaria en la dirección de los procesos de cambio.
Sin una dirección consciente, sin partidos u organizaciones revolucionarias persuadidas de su misión histórica a llevar adelante hasta el fin, el destino de nuestros pueblos será el de debatirse entre los gobiernos progresistas (o populistas) proclives al compromiso, y la derecha pura y dura.
Notas
(2) https://twitter.com/jorgealeman1951/status/1220200019481047040
(3) https://insurgente.org/jorge-zabalza-brasil-el-retorno-de-los-brujos/