La verdad debe ser respetada siempre, con independencia de las consecuencias que puedan seguirse de ella; y las convicciones propias, si son fe viva, deben encontrar en sí mismas, en la propia lógica, la justificación de los actos que se considera necesario llevar a cabo. Sobre la mentira, sobre la falsificación facilona sólo se construyen castillos de viento que otras mentiras y otras falsificaciones pueden hacer desvanecerse. Antonio Gramsci
El 21 de febrero de 1934 en el municipio de Larreynaga, cerca de León, Nicaragua, era asesinado por esbirros de Somoza, el patriota y revolucionario Augusto César Sandino, General de Hombres Libres, líder de la resistencia contra la ocupación norteamericana y sus aliados nativos. Luego de seis años de lucha donde los marines yanquis mordieron el polvo ante un pequeño ejército de patriotas descalzos y mal armados, el futuro dictador y creador de una dinastía abyecta, Anastasio Somoza, le tendió una trampa invitándolo a cenar para negociar la paz. Al llegar Sandino, lo detuvieron junto a dos compañeros y lo condujeron al baldío donde los tres fueron fusilados.
Pasaron años hasta que nuevos patriotas enarbolaron la bandera rojinegra del sandinismo para luchar contra la dinastía de Somoza, apoyada por Estados Unidos. Un hito de esa lucha es el ajusticiamiento de “Tacho” Somoza en 1956 a manos del patriota Rigoberto López Pérez que había resuelto canjear su propia vida por la del tirano, durante una fiesta organizada por aquel. Ese episodio de la guerra popular contra la tiranía está relatado con singular maestría en la novela de Sergio Ramírez: “Margarita está linda la mar”.
En los inicios de las acciones guerrilleras previas a la fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional, cuentan que un joven combatiente que asciende por los intrincados senderos de la montaña encuentra ocultos en una cueva un par de fusiles máuser, un morral con municiones, y un distintivo rojinegro, pertenecientes a algún combatiente de generaciones anteriores. Ese hallazgo demostraba que la resistencia contra Somoza no había cesado jamás.
Distintos hechos de armas alimentan la épica de la Revolución Sandinista que triunfará el 19 de julio de 1979 y será rodeada por la solidaridad internacional y la simpatía de millones en todos los continentes. Por cierto, la heroica guerrilla del FSLN no habría alcanzado el triunfo por sí sola. Lo decisivo fue el protagonismo del pueblo volcado a las calles para terminar con la dictadura.
Las transformaciones sociales (nacionalización de empresas imperialistas, de los bancos y comienzo de la reforma agraria, campaña de alfabetización, libertades democráticas y sindicales etc) concitan el entusiasmo de amplias capas del pueblo.
De inmediato, el imperialismo norteamericano se dio a la tarea de liquidar en su cuna el peligro insurgente que se extendía a todo el istmo centroamericano. Para ello la administración Reagan prohijó la “contra” a la que financió, abasteció de armamento sofisticado y confirió el rango de “combatientes de la libertad”. Sabotear la economía del pequeño país y sembrar el terror fueron los principales recursos del ejército mercenario. El asedio del imperio produjo enormes pérdidas al país y la dirección sandinista resolvió entonces volcar sus mayores esfuerzos a alcanzar un acuerdo de paz.
Límites e involución o cuándo se jodió el proceso revolucionario
La Revolución expropió las cuantiosas propiedades de Somoza pero no completó la entrega de tierra a los campesinos ni tomó otras medidas indispensables para avanzar. La preocupación de la dirección sandinista era no romper con la burguesía a fin de no ahuyentar la inversión extranjera. Más todavía, para solventar los gastos de la guerra aplicó un severo ajuste sobre los sectores populares. En ese contexto, la imposición del servicio militar obligatorio, el reclutamiento forzoso de miles de jóvenes, resultó un factor más de descontento popular. La decisión del gobierno revolucionario de convocar a elecciones es más el fruto de una imposición de la realidad adversa que de una convicción política. A fines de 1989, a solo dos meses escasos de la contienda electoral, la sangrienta invasión norteamericana a Panamá suena a amenaza sobre la población nicaragüense. Un país entero va a las urnas con una pistola en la cabeza. La perplejidad de la dirección sandinista ante el triunfo de Violeta Chamorro demuestra de paso que se ha producido una fractura entre dicha dirección y el pueblo y que la primera se ha mostrado incapaz de leer correctamente la nueva realidad. La Chamorro es la encargada de “normalizar” el país volviendo atrás todas las conquistas revolucionarias y metiendo de cabeza a Nicaragua en el esquema neoliberal que dicta el imperialismo. Pero la propia dirección sandinista ingresa en una espiral descendente, días antes de entregar el mando, con la confiscación de propiedades que pasan a manos de los dirigentes de manera más bien discrecional. Tal maniobra fue gustosamente difundida por la derecha como “la piñata”.
Hasta entrados los años 90 el sandinismo y parte de su dirección enfrentan con la movilización popular las políticas neoliberales, logrando algunos éxitos parciales. Pero hay otra parte que en base a la “piñata” ha pasado a integrar una capa de nuevos ricos. El propio Daniel Ortega Saavedra es expresión de ese sector que ya no se apoya en la lucha de las masas, sino que va a escalar posiciones de poder por medio de alianzas con exponentes de la clase dominante como el corrupto presidente de Nicaragua Arnoldo Aleman (mandato1997-2002) o el cardenal Miguel Obando y Bravo, histórico enemigo de la revolución sandinista. Merced a esas alianzas, digamos, pragmáticas, Ortega gana las elecciones presidenciales en 2007 y desde entonces gobierna Nicaragua siguiendo el modelo de «alianzas público-privadas» que aplaude la derecha mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y las grandes corporaciones e inversionistas. Actualmente, el 96% del PIB de Nicaragua proviene del sector privado.
Abril 2018: Una revolución de color o un levantamiento popular
El orteguismo acaba de doblar la apuesta al negociar con Estados Unidos la liberación de más de doscientos detenidos políticos para deportarlos al país del Norte y al mismo tiempo privándolos de la nacionalidad nicaragüense. Tanto los detenidos, muchos de ellos antiguos compañeros de armas en la guerra antisomocista, cuanto los opositores que ya se encontraban fuera del país, caso los escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli, están acusados de traición a la patria y conspiración para dar un golpe de estado en relación a los sucesos de abril de 2018. Se “olvida” que las masivas protestas que movilizaron a unas cien mil personas en un país de 7 millones de habitantes obedecieron a un decreto ejecutivo que incrementaba las aportaciones obrero-patronales al instituto de Seguridad Social (INSS) mientras reducía en 5% los ingresos de los jubilados. Alrededor de dos mil marchas pacíficas se produjeron en todo el país. Fue solo a partir de la represión brutal que alcanzó unos 300 muertos, que la protesta se volcó a pedir la renuncia de Ortega, se levantaron barricadas y hubo enfrentamientos. El movimiento, muy heterogéneo fue difusamente dirigido por sectores estudiantiles y también por sectores de la curia. Nada más lejano que intentar asimilar esas protestas con las llamadas revoluciones de colores alentadas por el imperialismo norteamericano en los países del Este europeo o en el Medio Oriente.
Lo dicho no niega que ese descontento y la consiguiente protesta no intenten ser aprovechadas por los agentes del imperialismo norteamericano que prefieren tener en Nicaragua un gobierno absolutamente afín como lo han intentado en Venezuela y Cuba. Pero son procesos muy diferentes.
Barajar y dar de nuevo
El gobierno autocrático de Ortega y su esposa Rosario Murillo que han vaciado el Frente Sandinista de Liberación Nacional para convertirlo en una maquinaria clientelística, actúa con absoluta impostura usurpando una herencia que es de todo el pueblo nicaragüense.
Un debate crucial atraviesa a la izquierda latinoamericana. Pero sin la verdad como herramienta no habrá victorias en el futuro. Aún a riesgo del seguro intento de asimilar las críticas a los ataques arteros del imperialismo, dar ese debate es crucial para quienes aún creemos en la necesidad y posibilidad de las transformaciones revolucionarias.
La amenaza permanente del imperio se ve facilitada tanto por la estructura socioeconómica dependiente donde el gran capital es hegemónico cuanto por la ausencia absoluta de participación popular en las decisiones. Solo el Poder popular, la organización de las masas por abajo puede derrotar la conspiración del imperio. Como en aquellos tiempos de la lucha antisomocista confiamos en que el pueblo ha de recuperar las armas y los símbolos de la rebeldía y la dignidad nacional que Sandino, General de Hombres libres dejó como legado.
Fuentes consultadas
https://vientosur.info/de-donde-viene-el-regimen-de-daniel-ortega-y-rosario-murillo/
Nicaragua duele. Claudio Katz
https://www.envio.org.ni/articulo/219
Cacería de Sandino
Mister Hoover ha declarado a Sandino “fuera de la ley”. Ignorando eso que llaman derecho internacional, se entiende, sin embargo, que los Estados Unidos hablen del territorio nicaragüense como del propio, porque no se comprende la declaración sino como lanzada sobre uno de sus ciudadanos: “Fuera de la ley norteamericana.”
Los desgraciados políticos nicaragüenses, cuando pidieron contra Sandino el auxilio norteamericano, tal vez no supieron imaginar lo que hacían y tal vez se asusten hoy de la cadena de derechos que han creado al extraño y del despeñadero de concesiones por el cual echaron a rodar su país.
La frase cocedora de Mr. Hoover suena a ese “Halali” de las grandes cacerías, cuando sobre la presa que ha asomado el bulto en un claro del bosque el cuerno llamador arroja a la jauría. Es numerosa la jauría esta vez hasta ser fantástica: sobre unas lomas caerán 5.000 bombas y decenas de aeroplanos. También equivale la frase a la otra de uso primitivo: “Tantos miles de pesos por tal cabeza”, usada en toda tierra por los hombres de presa.
Lástima grande que la cabeza enlodada del herrero que la Prensa yanqui llama de “bandido” sea, por rara ocurrencia, una cabeza a la cual siga anhelante el continente en donde vive toda su raza y una pieza que desde Europa llaman de héroe nato y de criatura providencial los que saben nombrar bien.
El herrero se parece más a Hércules que al Plutón infernal que ve Mr. Hoover. Enlodado corre por las cuchillas a causa de los pantanos en que ha de escurrirse como culebra; carga las dos o tres pistolas que le dan las fotografías malignas de los semanarios neoyorquinos, porque corre perseguido por los ajenos y los propios, y cada árbol y cada piedra de su región le son desleales.
Gabriela Mistral, mayo de 1931, Nueva York.