LA FIESTA NACIONAL DEL SAPO

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Si algo tuvo de positivo el repentino reemplazo de la fórmula Wado-Manzur, por la de Massa- Rossi y el subsiguiente desconcierto de propios y extraños, fue el reavivamiento del debate político en las redes y en los grupos. Las reacciones más comunes han sido la decepción y el enojo, y el sapo y su ingesta, la metáfora perfecta. Por eso mismo, para aquietar los ánimos y ordenar la tropa, tuvo que salir la ex presidenta a explicar hasta en su detalle la operación de última hora a una militancia en cuyos oídos aún resonaban ecos del discurso del 25 de mayo donde ella llamaba a construir un programa que “enamore” y levantaba como condición, el protagonismo de los “hijos de la generación diezmada”.

El discurso lo pronunció la ex presidenta en el Aeroparque, con el telón de fondo de un avión repatriado de los Estados Unidos, que fue utilizado en los vuelos de la muerte, desde el cual se arrojaba al mar a los detenidos-desaparecidos. La relación entre la evocación de la tragedia argentina y el arribo turbulento a la “fórmula única”, queda a criterio del lector. Pero el objetivo central de la puesta en escena, fue dar respaldo a la candidatura de Massa y también, según su propia expresión, “conducir el desorden” creado por el viraje sin escala, del enamoramiento al pragmatismo.

Qué une y qué deja afuera la fórmula única

Necesario es evitar perdernos en los berenjenales de la interna oficialista y en cambio poder construir una mirada sobre el proceso en su conjunto. Empecemos por decir que apenas se conoció la nueva fórmula, aumentaron las acciones de Edenor, del Banco de Galicia, de los bonos, de Metrogas y bajó el dólar blue. Por otro lado, a través de sendos comunicados, los grandes bancos de Wall Street: JP Morgan y Braclays expresaron su satisfacción. Pero también hay que recordar que la resistible ascensión de Sergio Massa se inició cuando, con el visto bueno de Cristina, asumió el cargo de ministro de economía hace un año con el objeto de reordenar la economía y restructurar el pago de la deuda al FMI. En la misma medida, el kirchnerismo como corriente disruptiva que surgió en 2003, ha tocado a su fin. 

En agosto del año pasado, el embajador estadounidense Marc Stanley, en un encuentro del Consejo de las Américas realizado en el Alvear Hotel, aconsejó a Massa y a Rodriguez Larreta “no esperar a la instancia electoral para conformar una gran coalición “que salve al país”. Recomendaba: yo les digo que el momento es hoy, que no esperen a las elecciones de 2023, sin importar la ideología o posición partidaria, unan sus fuerzas ahora mismo, este es el momento”. “¿Tienen Vaca Muerta, tienen alimentos, tienen litio?, acá está el socio que necesitan para salir a ofrecerlo”. (1)

Quizás lo que aún no se termina de comprender es que la crisis del sistema de partidos que en 2001 desembocó en el “que se vayan todos”, ha continuado su proceso de demolición también sobre las coaliciones que la vienen sobreviviendo a duras penas. Se ha profundizado la separación entre los intereses reales de los partidos políticos y los del conjunto de la sociedad a la que dicen representar. Acierta Eduardo Lucita al afirmar que “los regímenes de la democracia liberal, basados en las instituciones estatales y el juego de los partidos, no alcanzan ya a contener las contradicciones que genera una economía cada vez más concentrada bajo la hegemonía del capital financiero” (2). La irresolución de dichas contradicciones, sus constantes vaivenes, precarios compromisos etc. impide el consenso alrededor de un programa. Una economía fuertemente subordinada a la valorización financiera y a la reprimarización, no puede ser el camino para la reindustrialización del país y el pleno aprovechamiento de sus recursos y bienes comunes, hoy enajenados por los monopolios. Por ello, esta democracia de aparatos partidarios, donde lo que se juega es el destino de los grandes negocios, deja afuera a la mayoría de la población y sus necesidades más elementales. De hecho, la política, tal como es practicada, obtura cualquier posibilidad de verdadera participación. Y sin una verdadera participación popular las crisis cíclicas se seguirán sucediendo ad infinitum. Lamentablemente la participación de las grandes masas populares no tiene lugar dentro de esas estructuras agotadas, y esa contradicción se expresa por afuera constituyendo una amenaza para las mismas. Aquí se puede verificar el concepto de crisis entendido entre lo nuevo que aún no nace y lo viejo que se resiste a morir.  Muy lejos de las afirmaciones de los comunicadores del progresismo, el afuera, no impide reflexionar y pensar en vez de creer, ni plantearse construir poder popular.

Jujeñazo como espejo del país

Impensadamente, Jujuy es el ensayo general pasible de ser nacionalizado, del pacto radical peronista al servicio del mercado, del modelo extractivista saqueador presidido por el capital financiero. El litio, el gas, el petróleo y el agua constituyen el botín acariciado por los poderes mundiales. Lo que no estaba en los planes de ese ensayo que se sintetizó en la reforma constitucional que entre gallos y medianoche impuso Morales, es la resistencia popular, un estado de rebeldía generalizado que comprende también la provincia de Salta y otras provincias, aunque siga silenciado por los grandes medios. Y donde los docentes y las comunidades originarias conforman su vanguardia.

Frente a la pueblada de Jujuy y la represión brutal del gobierno, la derecha explícita, sin vacilaciones estrechó filas con Morales, demostrando que no hay halcones y palomas. Pero, además, admitiendo de hecho que aquí lo que importa no es la república ni las instituciones, sino los negocios duros con las multinacionales del saqueo. En tanto, el espacio “nacional y popular” solo se expidió cuando la magnitud de la rebelión popular, lejos de desangrarse en soledad como esperaban, escaló de modo insospechado obligándolos a una mínima intervención.

No es un dato menor que el grupo Vila Manzano, que se quedó con Edenor y de estrecho contacto con Massa, es socio de Morales y que José Luis (el que admitía que “robaba para la corona” durante el menemato) es además propietario de 243 mil hectáreas de salares en Jujuy y Catamarca, constituyéndose en el mayor jugador privado del litio de la Argentina.

Dos palabras sobre el mal menor.

En los medios y en las redes circulan fuertemente las posiciones posibilistas y de falso realismo que para “parar a la derecha” compelen al pueblo trabajador a depositar su confianza en un personero de los intereses capitalistas, por ser “lo menos malo”. Por cierto, ambas coaliciones llevan adelante el pago puntual al FMI. La “renegociación” es apenas un eufemismo cuyo verdadero significado ya venimos experimentando, cuando la salida es la suspensión del pago y el control de la banca y el comercio exterior para detener la fuga de divisas.

El malmenorismo trata de una elección táctica controvertida que puede tomarse en dos sentidos: para ganar tiempo cuando se trabaja para la transformación, o por el contrario como una forma de adaptación al régimen que antecede a nuevos males menores en relación a otro mayor. Así lo ha explicado magistralmente Antonio Gramsci (3). El posibilismo arrecia su ataque a la izquierda a la que atribuye la búsqueda del “cuanto peor mejor”. Desde nuestra perspectiva lo peor es la desmovilización del pueblo, su desarme político e ideológico, o lo que es lo mismo, la subordinación a formaciones partidarias decadentes, que ellos promueven. Y lo mejor, es la articulación y organización de todas las fuerzas dispuestas a resistir y pelear contra el modelo recolonizador y saqueador. Al servicio de ese proyecto tiene que estar eventualmente el sufragio como una herramienta más. De lo contrario el voto es solo una emboscada, un pantano para sepultar toda esperanza.

La lucha de clases y la lucha de calles, de la mano de la lucha ideológica deben ser los pilares para la construcción frentista de nuevo tipo que requiere esta hora del país y de la Patria.

  • (1)https://www.pagina12.com.ar/474563-consejo-urgente-del-embajador-de-ee-uu
  • (3)El concepto de mal menor es uno de los más relativos. Enfrentados a un peligro mayor que el que antes era mayor, hay siempre un mal que es todavía menor aunque sea mayor que el que antes era menor.  Todo mal mayor se hace menor en relación con otro que es aún mayor, y así hasta el infinito. No se trata, pues, de otra cosa que de la forma que asume el proceso de adaptación a un movimiento regresivo, cuya evolución está dirigida por una fuerza eficiente, mientras que la fuerza antitética está resuelta a capitular progresivamente, a trechos cortos, y no de golpe, lo que contribuiría, por efecto psicológico condensado, a dar a luz a una fuerza contracorriente activa o, si ésta ya existiese, a reforzarla. Antonio Gramsci- Quaderni.
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