En una situación de pandemia y crisis sanitaria la salud tiene que ser pública.
Según propone la dirigente de Juntos por el Cambio, Patricia Bullrich: Dejemos que los privados compren las vacunas. Que la pague quien pueda hacerlo. Así promueve la ex ministra de seguridad de Macri y defensora de los derechos humanos en Formosa, la privatización de la vacuna, en línea con el proyecto de ley que han presentado los diputados radical cambiemitas Cornejo y Petri para que los gobiernos provinciales, las droguerías y las farmacias puedan comprarla libremente.
“Hagamos una vacunación no tan soviética y centralizada” agregó Bullrich. Tanto ella como Cornejo tratan de exprimir las últimas gotas del “Vacunatoriogate” que le costó el cargo a Ginés García, para postular que hay que quitarle el monopolio de las vacunas al Estado nacional porque éste es intrínsecamente corrupto. Sin embargo, ni el episodio de las 900 vacunas halladas en la camioneta del ministro de salud de Corrientes, convenientemente blindado por los medios dominantes, ni la entrega de Rodríguez Larreta de casi 10 mil vacunas a entidades privadas, prepagas y obras sociales de sindicatos, cuya contracara fue el bochornoso operativo de vacunación a adultos mayores de 80 en los estadios del Luna Park y San Lorenzo de Almagro respaldan esa postura.
Si el proyecto de Cornejo-Petri llegara a prosperar, las farmacias venderían cada dosis a $7500. Negocio redondo. Contra esa idea mercantilista se alzaron varias voces de la comunidad científica que han subrayado que “Esto está montado sobre el oportunismo político de jugar con la idea de que, si no se las sacamos de las manos al gobierno, las vacunas van a ir a los militantes de La Cámpora y la corrupción oficial. De modo que proponen una supuesta solución que el oficialismo no había pensado y, al mismo tiempo, garantizan la inequidad del acceso a la vacuna. Es más para los que más tienen y que el resto espere o reciba el excedente que sobra” (1) (Resnik- Página 12 12-03-21)
Coincidimos plenamente con Guillermo Docena, investigador del Conicet cuando afirma que “En una situación de pandemia y crisis sanitaria la salud tiene que ser pública. No es una cuestión de que ‘el que puede la compre’ porque no tienen nada que ver con la capacidad de compra. Por más que la gente que tiene dinero la compre y se vacune, si los que no tienen dinero no se vacunan, corren igual riesgo los vacunados. Es un problema de Salud pública, hay que vacunar a todo el mundo” (2)
Curiosamente el Proyecto de Cornejo-Petri se titula “Ley de acceso y equidad en la vacunación contra el Covid-19”. Los memoriosos no podemos sino recordar aquella ley de “Solidaridad Previsional” de Cavallo que precisamente venía a terminar con el Sistema de reparto para entregar los fondos previsionales a las AFJP. Quienes han elegido al Estado como el principal enemigo ocultan malamente su entrega absoluta a los monopolios y a los grandes laboratorios farmacéuticos transnacionales. Pero sería un error creer que esta disputa se limita al territorio nacional. Por el contrario, hace parte de una disputa mundial. Como es sabido, diez países ricos han acaparado el 75% de las vacunas contra el Covid19. El secretario general de la ONU Antonio Guterres, señalaba que “En este momento crítico, la mayor prueba moral que encara la comunidad global es la equidad en la distribución de vacunas. Debemos asegurarnos de que todo el mundo, en todas partes, pueda vacunarse lo antes posible” (3)
Se trata de una disputa geopolítica, económica y también ideológica. De allí que el ataque de Bullrich contra el carácter supuestamente soviético de la distribución de la vacuna no es inocente. El término del que Bullrich abusa en sus exposiciones, a la vez que agita un fantasma, (el “cuco comunista”), alimenta en nuestras sensibles capas medias la ignorancia y el prejuicio, hermanas gemelas.
Soviets es el nombre ruso de los consejos de obreros, campesinos y soldados que se formara a principios del siglo pasado en la Rusia zarista. Eran órganos de poder popular que jugarían un papel protagónico en la Revolución de 1917 y que ejercían la democracia directa. En pocas palabras, el poder soviético es el poder de los de abajo. Sin duda un episodio histórico, no necesariamente irrepetible, pero que debe contextualizarse correctamente. Pero la referente política de JXC caprichosamente pretende asimilar lo soviético a la noción de lo público en contraposición a lo privado que vendría por la vía de la descentralización más absoluta. Por otro lado lo privado, lo descentralizado estaría en línea con la idea de libertad. Pero lo que nuestros “libertarios” no pueden ocultar es que en la fase neoliberal del capitalismo, es decir de hegemonía del capital financiero, la única libertad garantizada es la del dinero, nunca la libertad de los seres humanos.
Por nuestra parte defendemos el carácter público y gratuito de las vacunas. Creemos firmemente en la capacidad de nuestro país para producir vacunas de calidad, por historia, por recursos humanos y comprobada experiencia. Tenemos la infraestructura y los científicos necesarios para ello. Como en otros países la vacuna es el producto del conocimiento público, que impúdicamente pretende apropiarse el gran capital. El ejemplo de Cuba, un país pequeño, pero soberano, con infinitamente menos recursos que el nuestro marca el camino. Sólo es necesario voluntad política. Por lo expuesto, también abogamos por la suspension de las patentes de los grandes laboratorios a fin de que la vacuna llegue a todxs quienes la necesitan en nuestro sufrido planeta.