Estas reflexiones no apuntan tanto a analizar lo que está sucediendo en el país a partir del 19 de noviembre (mucho se especula a diario, y hasta es posible extraer algunos análisis lúcidos entre tanto barullo des-informativo) cuanto a buscar juntos ideas para la acción colectiva futura. No nos extenderemos en las causas de esta catástrofe anunciada, donde el triunfo del ministro candidato de un gobierno que terminó pésimo y con una inflación descontrolada, habría constituido el milagro.
Mientras intentamos salir de nuestra perplejidad por el abultado triunfo de Milei, van llegando los telegramas de despido en distintas ramas de la actividad económica. Es el caso de Mirgor, empresa de electrónica de la familia Caputo, donde sus dueños anunciaron la desvinculación para 450 operarios, “por falta de insumos”. Antes nos habíamos informado del despido masivo de 500 trabajadores contratados en Vaca Muerta en razón del anuncio del presidente electo Javier Milei de interrumpir la obra pública. En Mercedes Benz, apertura de una lista para retiro voluntario, idem en la planta automotriz Renault de Córdoba que busca desprenderse de 450 trabajadores. Aún antes de la asunción del nuevo presidente, la motosierra ha entrado en acción y cada hecho irá demostrando que la idea de muchos votantes de “que no va a hacer lo que dijo” (con la excepción de sus promesas de dolarización y destrucción del BCRA) sólo sirve para inhibir la resistencia de los ajustados.
Es cierto que no necesitamos conocer el proyecto de ley ómnibus que el nuevo inquilino de la Casa Rosada enviará al Congreso el 11 de diciembre, para comprender que viene por todos los derechos de los trabajadores y los sectores populares. El eje de dicha ley sería la reducción de 15 puntos del déficit fiscal. Y aunque Milei vociferaba que esos 15 puntos los pagará la casta o “la política”, lo cierto es que el costo del funcionamiento del aparato político del Estado no supera los dos puntos y va de suyo que el resto solo puede obtenerlo a costa de la poda de derechos laborales, previsionales, sociales etc.
El presidente electo nos informa que lo que viene se llama estanflación, es decir estancamiento de la actividad económica con inflación y el consiguiente aumento de precios. O sea, el peor de los escenarios, con su secuela de cierre de empresas, privatizaciones y cientos de miles de despidos. Sin embargo, puesto que técnicamente aún no hay recesión, aclaremos que la estanflación será de exclusiva responsabilidad del nuevo gobierno dispuesto a “enfriar la economía” destruyendo la actividad económica vía apertura indiscriminada a la importación.
Primero hay que saber sufrir.
Este verso de Naranjo en flor, bellísimo tango de Homero Expósito, pareciera hoy el lema del sistema para amansar la voluntad de los ajustados. Los más veteranos hemos escuchado ya ese mensaje de distintos gobiernos enemigos del pueblo trabajador: la pesada herencia recibida, los desequilibrios económicos y financieros producidos por los gobiernos de los políticos populistas, requieren ahora severas correcciones, amargos remedios suministrados por la experticia de los entendidos etc. Los tiempos de la recuperación según Milei y sus secuaces varía. Para contener la inflación, principal promesa del seudolibertario: entre 18 y 24 meses, para ser una potencia como Irlanda (sic) 35 años, pero si le preguntan a Mondino dirá que hay que aguantar 6 meses para que seamos el mejor país del mundo. ¿Vale la pena enredarse en esos dislates? Es más recomendable ir a lo esencial de los problemas.
¿Y la deuda externa odiosa, inmoral e impagable que contrajo Macri con el FMI y que el gobierno de Fernández convalidó en el Congreso? De eso no se habla. Solo se plantea hacer recortes drásticos para pagarla religiosamente, siguiendo a pies juntillas las recetas del FMI. No es necesario decir que los sufrientes no serán Ratazzi, ni Funes de Rioja, ni Roggio, ni Paolo Rocca, ni ninguno de ellos. Y para los díscolos que asomen la cabeza, las fuerzas de seguridad están listas a reprimir. Lo harán con la colaboración de grupos de choque, cuya formación está fogoneando el propio Macri quien ha intentado subordinar bajo su mando al próximo presidente.
“El capitalismo en crisis-sostiene certeramente Julio Gambina- necesita de la Argentina, territorio que cuenta con cuantiosos “bienes comunes” que pretenden incorporar a la mercantilización, especialmente los hidrocarburos no convencionales (segunda reserva mundial de gas y cuarta de petróleo), el litio, el cobre, el oro, sin perjuicio de la tradicional tierra y los productos de ella derivados o asociados, como los complejos agroexportadores de soja, maíz o trigo; de la ganadería, e incluso del agua dulce, justipreciada por el capital transnacional”. (1) Entonces, más allá de las reales dificultades económicas de nuestro país, el discurso catastrofista solo encubre los verdaderos intereses que están en juego.
El 10 de diciembre asumirá el Ejecutivo una formación novel, improvisada y caótica, que ha debido aceptar la mano tendida de la casta (léase Macri y secuaces), para tapar agujeros en su equipo de gobierno. Minoritaria en el Congreso (congreso, digamos de paso, altamente fragmentado), sin gobernadores ni intendentes, ni dirigencias gremiales afines, necesitará su máxima capacidad de negociación para ir adelante con la motosierra. Curiosamente la fuerza que fue la gran derrotada en la primera vuelta está colocando funcionarios en el elenco de los triunfadores, pero, sobre todo, imponiendo lineamientos más pragmáticos que aquellos más radicalizados que presidieron la campaña de La Libertad Avanza. Ejemplo de ello es la dilución de la idea de la dolarización y la demolición del Banco Central. Pero las sorpresas no paran allí, ya que Milei está exhumando viejos zombies del menemismo como Roberto Dromi, arquitecto de la Reforma del Estado del riojano en los 90, Roque Fernández, y ahora Rodolfo Barra designado para la Procuraduría del Tesoro, recibiendo el repudio de la comunidad judía por su pasado nazi fascista.
Una batalla cultural ineludible
En tanto la derrotada UxP se ha llamado a silencio y ha dejado huérfano de conducción y orientación al 45 por ciento que votó contra Milei. El votante sufre la peor de todas las derrotas, que confirma que desde los tiempos del FdeT. se trató de una formación superestructural en la que el Pueblo no cuenta. Alberto hace mutis por el foro, sin registro de su gran estafa. Massa se despidió, pero ya son varios los grupos financieros que le ofrecen empleo en el país de la embajada que lo nominó. Y la jefa del movimiento solo aparece en tik tok. ¿Alguien se acordó del compañero o la compañera que en lo que el periodismo denominó “micromilitancia”, salió a la calle a hacer lo indecible para evitar el derrumbe?
A partir del 10/12 veremos también los pases de bando y las más audaces expresiones de pragmatismo que no demuestran otra cosa que la aguda crisis de representación que no quedó zanjada sino solo formulada durante las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Es decir, que el próximo escenario parlamentario y político nos brindará valiosas enseñanzas sobre el funcionamiento de la democracia formal, tan lejana de la democracia participativa y popular a la que aspiramos.
Quienes el 19-11 votamos en defensa propia, nos encontramos ante una paciente batalla cultural, política e ideológica. Esa batalla implica oponernos al “pensamiento único” del sufrimiento inevitable y la naturalización de la injusticia. Esa batalla comienza a menudo en la propia mesa familiar, con nuestras relaciones más estrechas, luego con vecinos, compañeros de trabajo que contra toda esperanza y contra la evidencia de los hechos, alimentan expectativas de cambio, pero sobre todo con las nuevas generaciones, donde el seudolibertario cosechó la mayor cantidad de votos. Arrinconados, no quedan más pasos atrás ni mal menor que transitar. No hay ya ningún atajo, solo comenzar a encarar el bien mayor.
Cómo intervenimos
Este panorama, sin duda incompleto, carecería del todo de sentido si no apuntamos a la necesidad del protagonismo popular, el gran ausente de la política, el único que puede quebrar este balance de fuerza, en favor de una salida popular, democrática, de los trabajadores.
Por tanto, creemos que hay que construir unidad por abajo, en los barrios, las escuelas, las universidades, los talleres y fábricas, favoreciendo encuentros y espacios multisectoriales y autoconvocados. Esa construcción unitaria es responsabilidad del conjunto de las organizaciones políticas y sociales del campo popular y de la izquierda, donde no sobra nadie ni es pertinente pedir certificados de pureza, pero donde hay que dar participación a una amplia franja de ciudadanía independiente.
La movilización como los buenos asados, es la que se prepara despacio y desde abajo sin exponernos prematuramente. Donde cada movimiento de autoconvocados se declare en estado de alerta y movilización. Cuidando la seguridad de los compañeros, por medio de redes de información y comunicación fluida. Denunciando las provocaciones y ataques de los grupos fascistas contra los espacios que defienden las banderas de memoria, verdad y justicia, vandalizan monumentos y placas que recuerdan a nuestros 30 mil desaparecidos, e intentan erradicar del ámbito educativo la enseñanza comprometida de los derechos humanos y de los crímenes de la última dictadura. Contamos con que el proceso dinámico que implica la ejecución de un plan de shock que no estará exento de pifias y desprolijidades, resultará instructivo para el conjunto del pueblo.
En esa perspectiva el próximo 24 de marzo nos ofrece la gran oportunidad de reventar calles, plazas y rutas de todo el país. Con cientos de actividades previas que preparen un acto único y masivo en la Plaza de mayo, como jamás se vio en estos cuarenta años.