Con puños con ojeras
Con noches y con días
Con una estrella pobre
Sin nombre todavía.
(Lento pero viene. Mario Benedetti)
En medio de una medida de fuerza de los trabajadores del Hospital Garrahan, uno de ellos, según se informó, se suicidó por la presión dentro del hospital y por su situación económica. “Jorge” del cual sabemos que integraba el equipo médico de esa prestigiosa institución, no logró superar las presiones propias del ámbito laboral y no estaba pudiendo pagar el alquiler.
Desde la asunción del gobierno Milei, ha crecido de modo significativo el consumo de psicofármacos que ya se venía arrastrando desde la pandemia, para afrontar cuadros de depresión y ansiedad, producto de la incertidumbre social y económica. Ya no son solo los trabajadores informales y precarizados sino también ahora, los registrados quienes no llegan a fin de mes, saltan los molinetes de las estaciones por no poder pagar el boleto del tren y además comienzan a nutrir las colas frente a los comedores comunitarios.
Pero, sin duda, son los jubilados los más castigados por el ajuste. A ello se suma la represión brutal de que son objeto cuando salen a la calle a reclamar, y la intolerable provocación que significó el asado en Olivos que Milei ofreció a 87 diputados que lograron convalidar en el Congreso el veto a la ley de movilidad jubilatoria que en números concretos no llegaba a los $15 mil mensuales. Por otro lado, el pasado 20, los jubilados “celebraron” su día casi en soledad, porque con la excepción de las agrupaciones y partidos de izquierda, ninguno de los grandes sindicatos ni la CGT ni las expresiones partidarias mayoritarias los acompañaron.
La centrales obreras del país, ya han advertido que en su agenda próxima no figura el paro general. Más todavía, algunos de sus dirigentes han dicho que las jubilaciones miserables y otros temas lacerantes como el hambre en un millón y medio de niños que se acuestan sin cenar, no son su tema. Por ejemplo, el secretario de UPCN, Andrés Rodriguez, quien luego de la aprobación de la ley Base afirmara: “Los temas que nos interesan directamente, como era la reforma laboral, el tema de ganancias, y por supuesto, el empleo público, lo fuimos negociando en diferentes ocasiones hasta temperar bastante sus efectos, tanto con los legisladores en la Cámara de diputados y Senadores, como con el propio Gobierno”. Y a renglón seguido: “Así que no teníamos por qué movilizar. Menos mezclándonos con otros sectores que no tienen que ver con nosotros. Y además, lamentablemente terminó con violencia. Si bien hubo una represión policial, también hubo grupos que indudablemente generaron una provocación para un choque y producir un clima de inestabilidad”.
Unidad de los trabajadores
La pregunta del millón que debemos hacernos es para qué queremos centrales obreras si no es para la lucha coordinada de defensa del salario, las condiciones laborales y las conquistas históricas, de todos los trabajadores, que no son solo los registrados. Por el contrario, las centrales al no establecer un piso salarial para todos, habilitan la competencia entre los distintos gremios, los cuales, dependiendo de su peso específico en la economía real obtienen los mejores salarios y los mejores convenios. Tal el caso de camioneros, transporte en general, metalmecánicos, bancarios y aceiteros. Si como hacen los médicos vamos descartando: la reforma laboral ya la negociaron, los jubilados no son su tema, tampoco los trabajadores informales, ni los monotributistas, ni el millón y medio de niños que se van a la cama sin cenar, ni los alimentos que el gobierno se niega a distribuir, ni los medicamentos que se dejan de entregar, ni el costo de vida, ni las tarifas desmedidas, o sea ninguna de las situaciones que afectan a los trabajadores; ¿qué queda? Seguramente el gran negocio de las obras sociales. Y un conjunto de negocios por debajo de la mesa, que no sabemos.
Al cierre de estas reflexiones, que uno va rumiando, dejando a veces en el freezer y retomando con precaución en la esperanza de que le serán útiles a otros, se ponía en vigor la reforma laboral negrera que licúa las indemnizaciones, aumenta el período de prueba, premia con exenciones de multas a los empleadores que mantienen su personal en negro, crean la figura del “colaborador”, es decir sin relación de dependencia etc.
Con una diferencia de unas cuantas horas se conocería el índice de pobreza que alcanza a 25 millones de argentinos (cinco millones más desde que subió Milei) y nos informa que, en la Argentina, dos de cada tres menores de catorce años son pobres. El presidente y la diva uruguaya Susana Giménez salieron a celebrarlo en el balcón de la Rosada.
Lo que cada vez parece más claro es que la huelga y la lucha de calles son las únicas armas que nos quedan a los de abajo, y que las mismas no solo son rechazadas sino también desalentadas por el conjunto de la llamada clase política. Por tanto, si algo debemos hacer es seguir en las calles, pero con un programa de conjunto, democrático, popular y antiimperialista.
En esa perspectiva, los sectores más conscientes de nuestra clase, los sindicatos con direcciones combativas y las agrupaciones antiburocráticas, debemos hacer el máximo esfuerzo para superar diferencias y mezquindades y constituir un polo político sindical por una central de nuevo tipo, donde no exista ni un solo sindicato dirigido por sindicalistas millonarios ni traidores.
Un dato auspicioso es la unión de todos los sindicatos del transporte para oponerse a la privatización de Aerolíneas Argentinas. Ese es el camino.
Lento, pero viene
La presentación del presupuesto 2025 en el Congreso, un domingo a la noche, significó para Milei un revés durísimo donde más le duele, la bajísima audiencia televisiva, seguida de encuestas que registran la caída en picada de su credibilidad, marcan un punto de inflexión en la orientación de la política argentina. Lo único que impide infligirle al gobierno Milei una derrota contundente es la irresolución cuando no la vergonzante complicidad, de sus presuntos opositores.
Por ello resultan más que significativas las definiciones del papa Francisco contra la represión, en defensa de los movimientos sociales. El silencio frente a la injusticia abre paso a la división social y la división social a la violencia verbal, la violencia verbal a la violencia física, la violencia física a la guerra de todos contra todos- afirmó. “Nosotros levantemos al caído, siempre, siempre. Que nadie quede tirado, por favor”. Contrasta con el silencio de las cúpulas y de la dirigencia política absorta en sus cálculos electorales.
Solo la lucha unida del pueblo argentino, de su clase trabajadora, puede prevenir nuevos casos como el de “Jorge”. La agenda de “Jorge”, la agenda de los pibes con hambre, de las familias sin techo, la agenda de la justicia social, es la única agenda que vale la pena levantar y que no se va a resolver con elecciones sin pueblo en la calle. La conciencia es el campo de batalla principal y la desesperanza y el desaliento las principales armas del enemigo. Está dicho: Levantemos al caído y avancemos fuertemente unidos.