Somos seres biológicamente vivos, cargados de espiritualidad y razón.
Por Mario Mazzitelli
En la película “Gravedad”, el astronauta interpretado por George Clooney se desprende del último contacto que le queda con la capsula espacial y de su compañera interpretada por Sandra Bullock. Sale despedido al espacio, en la soledad más absoluta que un ser humano pueda imaginarse. Aunque en la película se pierde el contacto con él, podríamos conjeturar que su “inteligencia” le indicará que perderá la vida cuando se agote el oxígeno contenido en su traje y su “sentimiento” le borrará la última esperanza de aferrarse a su compañera de aventuras espaciales, para volver juntos a la tierra. La angustia del aislamiento más absoluto.
Somos seres biológicamente vivos, cargados de espiritualidad y razón. Somos seres sociales. La vida es una cuestión de relaciones. Vivimos, amamos y pensamos, porque estamos rodeados de otras personas; sin las cuales la vida carecería de todo sentido.
Por eso hay que superar la alienación a la que nos está llevando la tecnología al servicio del capitalismo. El crecimiento económico, la cantidad de riqueza o el dinero, tienen razón hasta un límite. Superado el mismo, comienzan a ser destructivos para la existencia y los sentimientos humanos. Es la sabiduría la que debe establecer esos límites y dar por terminada la etapa de alienación económica e intelectual de la humanidad, para entrar en la etapa de libertad. Donde la economía se transforma en la administración de la producción de bienes y servicios para un buen vivir. Sin excesos ni carencias, sin abusos ni menoscabo para nadie.
Deberíamos cambiar nuestra óptica. Es preferible tener más y mejores relaciones con las personas, los animales y el ambiente; y sensatamente limitadas con los objetos comerciales que nos rodean. Que muchas veces nos invaden desde la mañana a la noche, sin que lo notemos. Relación empobrecedora del alma, cuando exageramos su uso y abuso.
Limitando el número de cosas que cada familia o individuo necesita para un “buen vivir”, veríamos que se obtendrían con un ingreso moderado. Paralelamente, la producción de esos bienes y servicios, se podría alcanzar en menos tiempo, dado el aumento de la productividad. Educación, ciencia y tecnología al servicio del “buen vivir”.
Si en la cultura consumista actual, unos tienen que trabajar intensamente para mal vivir porque sus ingresos no le alcanzan para lo mínimo, y otros lo hacen porque sienten que sus necesidades son infinitas; y nunca están satisfechos, aunque hayan acumulado millones de una moneda fuerte; hemos caído en la trampa de la insensatez. No hay libertad ni para unos ni para otros. Unos porque la necesidad extrema mata la libertad, otros porque la avaricia también mata la libertad.
Nos merecemos un nuevo equilibrio. Debemos crear un nuevo orden. Que no está escrito en ningún libro, ni se ha experimentado en ningún lugar. Un orden que encuentre en la equidad el cimiento de la libertad y en la “libertad creadora” el fundamento de la realización de cada uno de los argentinos.
La sociedad del porvenir tiene que tener premios para quien más aporta y eliminar la figura del castigo. Así el que más contribuye debe tener un ingreso mayor. No igual. Pero a nadie se le debería privar de tener un ingreso mínimo. Entre ellos la diferencia no debería ser mayor a 10. Es impensable que a partir de un ingreso básico que alcance para tener una vida digna, se necesite un ingreso más de 10 veces superior.
Bajado al terreno concreto, estas ideas exigen un Ingreso Básico Universal y un Ingreso Máximo Universal. Piso y techo en el que puede desenvolverse con plenitud la sociedad. No igualando, pero permitiendo que todos tengan la posibilidad de desatar sus potencialidades y realizarse en la vida. En nuestro país los vicios por exceso o carencia, impiden el desarrollo de una sociedad virtuosa. El Estado debería dar el primer paso. Introducirlo como norma propia. Es absurdo que retribuya hoy en un rango que supera las 100 veces.
Frente a la violenta polarización de la riqueza que estamos sufriendo es tiempo de acumular poder político para cambiar la realidad. Así no deberíamos seguir. Con ricos perdidos en el espacio infinito de la globalización, derrochando sin sentido y pobres encadenados a la tierra, sin un mínimo con el que llevar una vida decorosa junto a su familia.
Mario Mazzitelli es periodista y dirigente socialista.
* Eladia Blázquez