HAMLET, EL CONSECUENTE

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                                                        “Voy tentando un aclarar sobre el vacío del sol…”

Se equivoca quien piense que esto es una pulsión de muerte, tanto como aquèl que se prenda del mismo para sostener que todo tiempo pasado fue mejor. Ni ahì.

Es pura pulsión de vida y siempre lo mejor está por venir.

Ocurre que al pensar en un hombre que marcò la vida de tantos , tal vez sin percartarse de semejante obra, me entró esa nostalgia que cuando estàs en el debe de la vida suele agigantarse, digamos, peligrosamente. Y màs de uno comprenderà el por què esa sensación de vacío que producen los recuerdos, aunque como dice el tango, despuntarlos sea una forma de regresar del olvido. Acaso el inexorable paso del tiempo, ese taimado y traidor que, como soberbios que somos ( según menta el amigo Galeano,) aprendimos a dividir creyendo que asì, lo podemos manipular a nuestro antojo, refleje la catarata de sentimientos que hemos acumulado y que justifican largamente nuestro paso por el universo.

Quièn de mis semejantes, es decir vos, no ha pensado en cambiar el giro de las cosas como si estuviéramos en el exacto ecuador y cual rueca que desovilla, vuelve a esos lugares “dónde amò la vida” (guiño para el otro compadre del horizonte). Què no darìamos por evitar que ciertos afectos se fueran tan temprano? Lo digo porque coincidiràs en que es el ejemplo màs contundente y, tambièn, màs humano. No pedimos que alteren el ciclo potente de nacer y morir, pero que hubieran estado entre nosotros un cachito màs.

Tuve una hermana de la vida que se fue antes, a mi propio Viejo lo despedí antetempus y uno naturalmente los extraña aunque haya pasado el duelo y asomen las sonrisas que ventilan sus evocaciones agigantadas seguramente por el amor que sigue inalterable.

En este caso se trata de un hombre que conocí primero por su obra y después personalmente y de la mejor manera: en una mesa de bar, junto a otro amigo del alma, levantando un “borgoña para dopo morire” como solìa repetir.

Corrìan los vertiginosos años 90 y en FM EN TRANSITO (matriarca de radios comunitarias si las hubo) con mi hermano Eduardo Garcìa hacíamos “La vida dos veces” (segundo guiño para el otro compadre del horizonte). Nos planteamos recorrer el espinel de las personalidades y personajes, hechos y secuencias històricas que marcaron nuestras vidas como seres vivientes del mundo, en Nuestramèrica y màs precisamente en este país que amamos y que duele y al que aùn no aprendimos a llorar como se merece. Desfilaron entonces los grandes. Desde una primera actriz argentina como la icònica Inda Ledesma, el cantor de las entrañas Julio Lacarra, las insuperables madres de todas las batallas y hasta el pintor del nacionalismo revolucionario Ricardo Carpani. Una noche evocamos a Raùl Gonzàlez Tuñòn. Confirmaron su participación y grabaron sus recitados y semblanzas Horacio Salas y la inolvidable Perla Santalla. El debía estar. No sólo habían compartido caminos de lucha y de dignidad, además le escribió un poema bellísimo que estoy cierto, vos y yo darìamos lo que no tenemos por escribirlo. El también era un grandìsimo poeta y había tenido su noche, la misma en la que en ese bar y ya con el efecto del viejo borgoña dijo: “recuerdo que con Carlos Alonso y Horacio Guarany “cuando era bueno” (Horacio se habìa entregado a las mieles amargas del menemismo) y describió su exilio en la España de sus años fértiles. Tambièn dijo que si èl necesitaba algo al primero que se lo pediría era al mismísimo Horacio… Asì de sabio era ese hombre. Capaz de advertir en cualquiera de nosotros los costados oscuros pero dejando para el final, para resaltar, el costado màs pájaro del alma. Y digo de cualquiera de nosotros, pero los de este lado,  porque por ejemplo los que se llevaron a Paloma (la hija de Carlos Alonso) fueron, son y seguirán siendo irredimibles hijos de putas. “Ningùn brillo puede hallarse en la basura”. 

Pero volvamos a la noche de la evocaciòn de Raùl. No existìan los celulares. El no podía llegarse hasta Castelar asì que saldría vìa telefònica de su casa en la avenida Juan B. Justo a metros de la Avda Nazca. A la hora prevista sonò el teléfono de la radio. Se oìa un ruido intenso de trànsito contra el que la voz aguardentosa igualmente se imponía. Recitò su bello poema y saludò como si un pájaro hubiera cobrado la figura de un hombre destellante. Cuando el programa terminò, supimos que el teléfono de su casa no funcionaba. Pero como èl era de esos que nunca se entregaban, salió a la calle y buscò una de aquellas cabinas que solían habitar las principales avenidas porteñas. No iba a faltar a la memoria de su maestro. Y vaya si cumplió. Del mejor modo, como un paisano que desde la orilla del Salado otea el horizonte, milongueando sus inflexiones de la voz que aùn hoy retumba en mi corazón.

Mirà todas las vueltas que di para decirte que dentro de pocos días, Hamlet Lima Quintana habrìa de cumplir cien años. Aprendimos a tocar la guitarra con su incomparable Zamba para no morir, (en realidad decíamos: cantemos la zamba “Romperà la tarde”), nos emocionamos cada vez que se juntaba con el Armando del Viento y nos encendimos cuando desde una tribuna, un escenario o un empedrado decía: “no veo el cielo Madre, sólo un pañuelo blanco”.

Estoy fulero y cachuzo por este presente atroz que atravesamos. Pero èl me enseñò que aùn en las peores, la cuestión es levantarse y seguir andando. Cargado de amor por el pueblo y de ilusión por su futuro. Hamlet Lima Quintana, èl enseñò lo que es un consecuente:

Lo tuvieron apretado contra el muro.
Le dieron aguarrás en vez de agua.
Le quitaron el trabajo y la comida.
Marginaron su esencia solidaria.
Le pusieron silencio a sus canciones.
Guillotinaron sus palabras en el aire.
Lo despojaron de toda su ternura.
Le pusieron arena en la mirada.
Lo compulsaron a vivir de espaldas.
Después lo sepultaron creyéndolo ya muerto
y como levantó una mano, era la izquierda,
no comprendieron y huyeron temerosos.
Cuando estuvo de pie gritó: ¡Adelante!
Y sonreía el consecuente, sonreía.
Y su sonrisa era un corte de manga.

Ismael Jalil, Gualtallary, Tupungato, Enero de 2023

ZAMBA PARA NO MORIR. AUTOR: Hámlet Lima Quintana
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