Canta y que el aire americano
vibre en el yunque de un sólo corazón.
El día en que los pueblos sean libres,
la política será una canción.
Jaime Dávalos y Eduardo Falú
Recientes declaraciones de la candidata presidencial, Patricia Bullrich prometiendo un “blindaje” de la economía argentina con auxilio del FMI para levantar el cepo al dólar, trajeron a los argentinos memoriosos, dolorosos recuerdos del 2001. Aún al interior de las tiendas de Juntos por el Cambio, el remezón se dejó sentir y muchos referentes de ese espacio salieron a despegarse de esos dichos. Y es que, al contrario de la campaña mentirosa del macrismo, hace ocho años, que negaba sus verdaderos propósitos, esta vez JXC apuesta a cosechar los frutos maduros de la campaña de derechización que impera en todo el mundo, y dice que hay que hacer lo de 2015 pero más rápido. En general todos acuerdan con dar a la campaña electoral un tono de sinceramiento, aunque no hay unanimidad en cuanto a su medida y nadie dispone de un sincerómetro.
Nuestra derecha vernácula sostiene que la causa profunda de la decadencia argentina, de la inflación, del insuficiente crecimiento de la economía, de la falta de trabajo, y de todos los males que azotan al país, reside en el modelo que llaman populista, en el exceso de Estado, en el descontrolado gasto público y en el exceso de derechos sociales, laborales etc. Que dichos derechos devienen abominables obstáculos a la productividad, al crecimiento de la Argentina y que ellos, vienen a removerlos. Se postulan ante la sociedad como los garantes del orden y la prosperidad en base al trabajo, las inversiones productivas etc. Ni una palabra sobre el endeudamiento externo con el FMI durante el pasado gobierno, ni una mención a las fortunas que una minoría insaciable ha sacado del país a los paraísos fiscales de otras latitudes. Hay que decir que ese discurso permea a un vasto sector de la población, abrumado por la incertidumbre y las dificultades cotidianas, comprensiblemente desencantado de la política, desmovilizado, aturdido por un bombardeo mediático sistemático y un discurso de odio gorila que no trepida en promover la violencia verbal y de la otra.
De un lado y del otro de la grieta, arriba todos están de acuerdo en pagar la deuda con el FMI, y también en que para hacerlo hay que ajustar a las clases populares. Y que no hay ajuste que pase si no es con represión. Pero los “nacionales y populares” dicen que ellos van a ser más considerados a la hora de pegarle a los trabajadores y a cualquier ciudadano que salga a protestar. Por eso desde Ayllu venimos sosteniendo que a la derecha y al fascismo no se los frena con un candidato de derecha como es Massa sino con un pueblo movilizado y un programa que ponga freno al saqueo del capital financiero y las multinacionales y que defienda las libertades democráticas. Por ello también, venimos sosteniendo que no renegamos de las elecciones, pero en las presentes circunstancias, gane quien gane, pierde el pueblo.
Los voceros del oficialismo en los medios, del todo jugados a la salida electoral, hicieron cuanto pudieron para silenciar lo que sucede en Jujuy y le dieron alguna visibilidad solamente cuando la pueblada en esa provincia ya no se podía seguir ocultando. La presencia en Buenos Aires del 3er. Malón de la Paz, para exponer ante el Congreso y ante la justicia su oposición a la reforma constitucional de Morales y la defensa del territorio frente a la amenaza de desalojo del gobierno y las empresas mineras, no mereció en los medios televisivos ni siquiera 30 segundos.
Volviendo a los dichos de Bullrich, los voceros progres plantean la falsa dicotomía sobre diciembre de 2001: ¿Tragedia o epopeya? ¿Quién quisiera regresar a diciembre de 2001? Y a renglón seguido nos recuerdan las aciagas medidas del blindaje financiero que implementara Cavallo, el corralito y el estallido social que le sucedió. Desfilan las imágenes de los saqueos a los supermercados y de la posterior represión. Y con la excepción de la del helicóptero despegando de la Casa Rosada con el presidente renunciante, Fernando de la Rúa, no se da cuenta del protagonismo popular, de los contingentes autoconvocados que fueron llegando a la Plaza de los Congresos, de fuerte componente juvenil, para enfrentar la represión que en ese momento se abatía sobre las Madres de Plaza de Mayo. Recordemos el rol jugado por los motoqueros que se batieron en la primera línea contra la montada y la guardia de infantería.
¿Tragedia o epopeya?
La pregunta es si en la historia podemos encontrar un solo episodio épico que no haya tenido su cuota de tragedia. ¿Alguien conoce una epopeya que haya sido al mismo tiempo una fiesta de cumpleaños? ¿Qué fueron el Éxodo jujeño, el cruce de la Cordillera de los Andes, y durante el siglo pasado el Cordobazo, el Mendozazo y demás luchas contra las dictaduras? Y si posamos la mirada en países hermanos, ¿no fue una epopeya la lucha del pueblo chileno en aquellas batallas iniciadas en octubre de 2019 y que costaron muertos y mutilados por la barbarie del cuerpo de Carabineros? Muy otra cosa es que esas luchas hayan sido luego traicionadas nada más y nada menos que por los políticos de carrera.
El 20 de diciembre de 2001 el pueblo movilizado echó a un gobierno totalmente vendido, pagando con la vida de 39 compatriotas. Nadie desea la violencia y la muerte de nadie por ejercer el legítimo derecho a la protesta y a la rebelión, pero los cultores de la hipocresía ponen un manto de silencio sobre la violencia cotidiana del hambre, de la mortalidad infantil, de la falta de un techo para un número creciente de familias, de la falta de oportunidades para millones de jóvenes etc. La violencia de la injusticia social se puede tolerar si es silenciosa y no altera el tránsito.
”Que se vayan todos, que no quede ni uno solo” no fue un grito contra la política sino contra los políticos profesionales corruptos que la prostituyeron. Se “olvida” que en aquellos días florecieron en los barrios populares las asambleas autoconvocadas que discutían una salida política para el país. Que ese fenómeno junto al de las empresas recuperadas por sus trabajadores, fue objeto de la admiración y del estudio de intelectuales, cientistas sociales de otros países, que observaban con interés la experiencia argentina. Es falso entonces asimilarla a la antipolítica de hoy, alimentada por los medios hegemónicos.
A veintidós años de aquellas jornadas, idénticos problemas (que por cierto se han profundizado) asedian a nuestro pueblo y directamente lo amenazan con la ejecución de viejas recetas que demostraron su inviabilidad y su fracaso. Las formas de democracia representativa, durante estos 40 años, no han servido para dar respuesta a las necesidades populares. En el desinterés y la apatía de la ciudadanía ante las campañas electorales y sus candidatos, late la conclusión de que hoy los procesos electorales han sido vaciados por los poderes fácticos que no van a elecciones, pero son los que ponen y sacan presidentes, ministros y demás funcionarios, para aplicar políticas ajenas y contrarias a los intereses del país.
En tal sentido la situación de la provincia de Jujuy, la lucha popular contra la reforma trucha de Morales, aún no concluida, ofrece enormes enseñanzas sobre ese vaciamiento, sobre la necesidad cada vez mayor de las élites políticas aliadas al poder económico y financiero, de operar a espaldas del pueblo y en abierta violación de las leyes y normas que ellos mismos han establecido.
Por lo tanto, no debemos confundir el rechazo al conjunto de la llamada “clase política” con el rechazo general a la política como herramienta de transformación. La ausencia de una alternativa popular es la que facilita la aparición de personajes abominables y nefastos como Milei que se montan en la bronca y también en la inexperiencia de las nuevas generaciones.
Siendo una realidad de a puño que el pueblo, como una larga experiencia histórica lo demuestra, ha de verse obligado más temprano que tarde a ganar las calles para defender su derecho a la vida y la libertad, la tarea de hoy es la de reconstruir y reorganizar sus instrumentos de lucha, sindicatos, movimientos territoriales, centros de estudiantes etc. dotarlos de una estrategia y de un programa que los articule en una nueva voluntad colectiva para la recuperación de la soberanía, de los recursos y bienes comunes, de los derechos amenazados por las corporaciones. Lo cual no significa otra cosa que reapropiarse de la política usurpada por el gran capital y sus altos empleados. Hoy esta democracia adulterada se parece cada vez más a una dictadura, dictadura de los monopolios, de las clases dominantes. Creemos que es posible una nueva democracia con profundo contenido nacional y social. Vamos a por ella.