ES ARGENTINA UN PAÍS CAPITALISTA INDEPENDIENTE Y DESARROLLADO O ES AMPLIAMENTE CAPITALISTA PERO ATRASADO Y DEPENDIENTE

Lenin

Autor: Daniel De Santis

¿Capitalismo Monopolista de Estado o Capitalismo envuelto en alguna de las formas de la Dependencia?

“La guerra (…) ha acelerado hasta tal punto el desarrollo del capitalismo, convirtiendo el capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de estado”(1) escribía Lenin en 1917 y agregaba que “el estado de cosas objetivo ha demostrado que la guerra ha acrecentado el desarrollo del capitalismo, el cual ha avanzado de capitalismo hacia imperialismo, de monopolio hacia control por el Estado”(2) .

Estas citas de Lenin son posteriores a las primeras referencias al capitalismo monopolista de estado en la era imperialista que realizó un año antes en su texto clásico “El imperialismo, etapa superior del capitalismo” escrito entre enero y julio de 1916 y publicado por primera vez a mediados de 1917. En estas textos y en otros que se pueden consultar vemos que Lenin se está refiriendo a los países capitalistas desarrollados que pasaron por una revolución industrial y que poseen colonias: Inglaterra, Francia, Alemania, Japón y Estados Unidos principalmente. Mientras que al resto de los países se refiere en otros términos. Veamos:

“(…) es necesario hacer notar que el capital financiero y su política exterior (…) originan diversas formas transitorias de dependencia estatal. No solo existen dos grupos fundamentales de países –los que poseen colonias y las colonias- sino también, es característico de la época, las formas variadas de países dependientes que, desde un punto de vista formal, son políticamente independientes, pero que en realidad se hallan envueltos en las redes de la dependencia financiera y diplomática. A una de esas formas de dependencia, la semicolonia, ya nos hemos referido. Un ejemplo de otra forma lo proporciona la Argentina. América del Sur, y sobre todo la Argentina, depende tanto de Londres desde el punto de vista financiero, que se la debería calificar casi como una colonia comercial inglesa (…) No es difícil imaginar qué sólidos vínculos establece el capital financiero –y su fiel amiga, la diplomacia- de Inglaterra con la burguesía argentina, con los círculos que controlan toda la vida económica y política del país” (3 ).

La historia no sancionó la predicción de Lenin acerca del carácter transitorio de la semicolonia y esas otras formas de dependencia como la de Argentina de aquellos años. El imperialismo encontró que esas formas transitorias resultaban más eficaces que la colonia, cuyo ejemplo típico fue la descolonización del África, proceso que acuñó el término neocolonia que se sumó a la variedad de las formas de la dependencia.

En Argentina, al período que podríamos definir como capitalismo de estado es el del primer peronismo pero se diferencia en dos fenómenos decisivos al de los países de capitalismo avanzado: era el intento de un gobierno por romper la dependencia del imperialismo y para ello trataba de desarrollarse. En ausencia de una pujante burguesía industrial se apoyó en el Estado capitalista, la oficialidad de Ejército, la ampliación del mercado interno y movilizando tras aquel objetivo a la clase obrera. Intento que no logró consumar. Por lo demás, nada comparable con los países centrales ocurrió en Argentina, es más, el mecanismo ha sido el inverso. Argentina no pasó por una revolución industrial, no ha sido el Estado capitalista argentino el que se fusionó con monopolios de origen nacional sino que han sido los monopolios hegemonizados por el capital financiero internacional y los monopolios extranjeros, los que han (semi)colonizado el Estado capitalista argentino.

Respecto al alto grado de concentración del capital en Argentina se han referido Milcíades Peña para caracterizarlo en los años 40 y 50, Jaime Fuchs a principios de los 80, ambos del siglo pasado, y el PRT en la actualidad (datos de 2018). Los tres autores tienen concepciones distintas que confluyen en un hecho objetivo: la alta concentración del capital en Argentina. Una prueba que la concentración del capital, si bien es un requisito para el desarrollo, no es determinante sino está acompañada por una revolución industrial que lo ponga a la vanguardia tecnológica.

Como dice Milcíades Peña “La burguesía industrial argentina no ha nacido desde abajo (…) como la burguesía inglesa, francesa o yanqui (…) ha nacido estrechamente ligada a los terratenientes, como diferenciación en su seno”. De estos dijo Adam Smith en La riqueza de las naciones (1776) “perciben su renta sin que le cueste trabajo ni desvelos, sino que la perciben de una manera en cierto modo espontánea, independientemente de cualquier plan o proyecto propio para adquirirla. Esa indolencia, consecuencia natural de una situación tan cómoda y segura (3) no sólo les convierte a menudo en ignorantes, sino en incapaces para la meditación necesaria para prever y comprender los efectos de cualquier reglamentación pública”. . (4) V.I. Lenin. La guerra y la revolución. . Obras Completas Tomo XXV. Págs. 385 y 386. Editorial Cartago. Buenos Aires 1970.

Se podrá decir con justicia que la burguesía agraria argentina ha desarrollado desde fines de la década de 1970 técnicas de producción agraria que la ubican en los más altos niveles mundiales. Pero este hecho no desmiente sino confirma lo dicho por A. Smith. Lo han hecho en el campo porque allí tienen “una situación tan cómoda y segura”, en la que no sufrían agudamente la rapacidad imperialista que le disputara los recursos naturales como en la actualidad, además no existe una clase campesina numerosa y con ansias de tierras y, por último, el proletariado rural es poco numeroso debido al latifundio y la alta rentabilidad agraria con poco trabajo humano. Cuando la burguesía agraria trasladó parte de sus capitales para el desarrollo industrial sustitutivo de importaciones, con ellos llevó la indolencia que no le permitió tener el coraje de las burguesías del mundo desarrollado para acometer la riesgosa lucha por la revolución industrial. Los terratenientes japoneses, quizás tan indolentes como los criollos tuvieron conciencia de nación, conciencia que estuvo ausente entre la burguesía comercial porteña y los terratenientes de la Provincia de Buenos Aires.

Por lo visto, creemos que el de Argentina está lejos de poder calificarse como de un Capitalismo Monopolista de Estado como Alemania, Japón o Francia, pero tampoco como colonia porque todavía mantiene la forma política de una república independiente pero, atada al capital financiero internacional por múltiples lazos de dependencia económica, militar y política.

En Argentina hay capitalismo, en Argentina hay un estado capitalista, hay una gran concentración del capital, tiene presencia dominante el capital monopolista hegemonizado por el capital extranjero, y es incuestionable el poder del capital financiero internacional. Realizando una suma aritmética de estas evidencias los compañeros del PRT concluyen que el argentino es un Capitalismo Monopolista de Estado. Nosotros pensamos que, por el contrario, tenemos que identificar la característica distintiva de este capitalismo que no es otra que la que arrastra desde su origen terrateniente: el atraso tecnológico y la consecuente dependencia. Por eso la fórmula sintética que lo describe es la de un: capitalismo argentino y su capitalismo atrasado y dependiente.

 La Argentina es un país en el que desde el siglo XIX predominan las relaciones de producción capitalista mientras que, según Milcíades Peña, durante la colonia española tuvo un carácter más próximo al capitalismo que al feudalismo. El trabajo asalariado es ampliamente dominante y el crecido número de trabajadores por cuenta propia y desocupados no provienen de relaciones de producción pre capitalistas sino de las deformaciones del capitalismo argentino profundizadas en la actualidad por el proyecto extractivista agropecuario exportador y su inserción subordinada en el mercado mundial.

Unos pocos datos nos demuestran que el capitalismo es un sistema injusto: en 1974 el 5% de la población era pobre, desde esa fecha se multiplicó por 9 llegando al 45% lo que significa que 20 millones de personas son pobres, la mayoría niñas y niños. En aquel año la tasa de desocupación era del 3,4% y en 2021 supera el 20 % si tenemos en cuenta la desocupación encubierta. En la otra punta, no había argentinos entre las 2.000 personas más ricas del mundo, hoy hay 50 familias. Mientras en 1974 los asalariados recibían el 45 % de todo lo producido, en la actualidad ese porcentaje se encuentra por debajo del 30 %. En el mismo período, el 20% más rico pasó de quedarse con el 43 % del PBI al 54, mientras el 20 % más pobre bajó del escaso 6,1 al mísero 3,4 %.

Esto quiere decir, siguiendo a Marx, que para desarrollar las fuerzas productivas y terminar con la injusticia es necesaria una revolución socialista. Pero la lucha por el socialismo la realizamos en el marco de un país capitalista atrasado tecnológicamente y dependiente del imperialismo.

Dependencia económica

Hasta 1974 la valorización del capital se hacía, en parte considerable, a través del proceso productivo. Los distintos procesos de sustitución de importaciones reemplazaron la importación de productos finales por tecnología obsoleta desde los países desarrollados. Luego comenzó a importarse tecnología de primera generación pero lo que nunca realizó este capitalismo fue una decidida inversión para la investigación, el desarrollo y la producción de tecnología de frontera, como actualmente se menciona a la tecnología avanzada. Siguió siendo un país no productor de tecnología. El cuello de botella de la economía argentina estuvo originado porque la industria no producía los dólares para importarla, nos dicen correctamente algunos “audaces” militantes de la izquierda que no atinan a sugerir cómo superarlo. El problema central ya indicado es, la ausencia de una política revolucionaria que rompiera con el atraso e hiciera trizas la completamente insuficiente inversión en investigación, desarrollo y producción de la tecnología de primera generación propia. En la actualidad solo se destina a investigación y desarrollo tecnológico el 0,1% del PBI.

Corría el año 1971, el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) Elbio Cohelo en entrevista con el sociólogo norteamericano James Petras le describía todos los avances de la industria argentina. Petras, intrigado, le preguntó por qué no intentaban la revolución industrial, a lo que Cohelo le respondió: los obreros son muchos y están bien organizados y podemos perder.

Con el fin de los 30 años dorados el capitalismo, en el orden mundial, optó por la valorización financiera del capital. El primer intento en Argentina se hizo durante el tercer Gobierno peronista y, decididamente, luego de derrotada el ala Gelbard de dicho Gobierno. Pero este intento fue derrotado en las Jornadas de Junio y Julio de 1975 por la clase obrera industrial, cuya conciencia estaba en tránsito al socialismo. Ese proyecto económico fue el de la Dictadura contrarrevolucionaria de 1976.

Así fue que, a la tradicional dependencia tecnológica que nos llevó a endeudarnos una y otra vez, porque la industria no genera la tecnología de primera generación ni los dólares para comprarla, el gran capital enfiló decisivamente por el camino del endeudamiento externo en  lugar de recurrir a la renta agraria, petrolera minera y reducir a la mitad el gasto suntuario. Así fue como nos endeudamos en dólares, los problemas de deuda se resuelven en el FMI, las controversias con los inversores privados se resuelven en el CIADI, un organismo del Banco Mundial. En todos los casos perdemos soberanía.

Los sectores dominantes de la burguesía nunca tuvieron en sus planes realizar una revolución industrial base del desarrollo económico y de la independencia nacional. Existiendo condiciones, no lo hizo Roca en los albores de la era imperialista quien optó por ser una colonia comercial suministradora de granos y carnes de la potencia dominante: Inglaterra; ni tampoco los Gobiernos radicales a la salida de la primera gran guerra. Si bien lo intentó el primer peronismo, al finalizar la segunda guerra, no logró consumarlo por la debilidad de la burguesía industrial y porque la otra alternativa que era movilizar revolucionariamente a la clase obrera, para enfilar la renta agraria hacia la industria de bienes de capital, no figuraba en sus planes. Ya vimos que la burguesía no tuvo el coraje de dar el paso en los años 70. Durante el primer gobierno kirchnerista existían condiciones propicias, podría haberse apoyado en la derrota por las masas del neoliberalismo en 2001 y en el alza extraordinaria de los llamados “comodities” pero, luego de ofrendar la desmovilización popular a la clase capitalista, solo hizo un tibio intento hasta su derrota por las entidades agrarias en 2008. A lo largo de nuestra historia la burguesía argentina renunció reiteradas veces a desarrollar el país porque optó una y otras vez a destinar sus capitales, principalmente, a la extracción de renta: financiera, agraria y petroleraminera, y a la exportación primaria. La historia mostró y demostró que la clase obrera, en alianza con los sectores intermedios, es la única clase capaz de realizar la independencia nacional sostenida en el desarrollo industrial, base objetiva del socialismo.

Consultado un economista amigo sobre si éramos un país productor de tecnología de primera generación o dependíamos de su compra en el exterior, en respuesta de entrecasa nos dijo: “de los bienes de la frontera tecnológica Argentina fabrica cero: los televisores nuevos, las computadoras, los celulares, las Tablet, ni tecnología 4G y menos 5G. Está lejísimo de la frontera tecnológica. Respecto a bienes intermedios, como los automotores, fabrica el 20 % el otro 80 % es importado. De los bienes complejos Argentina fabrica casi nada. Viene retrocediendo hace 45 años (5) . Era un país tecnológicamente dependiente en el mejor momento, el primer peronismo, por la etapa de sustitución de importaciones en la que había varias cosas que hacía pero igual estaba condicionado. La inversión y la tecnología vinieron para llevarse los recursos naturales que los trajo el capital británico. Después arrancamos con una etapa de producción propia de capacidades productivas que tampoco fue brillante y quedó a mitad de camino. Y desde 1975 hay una destrucción de capacidades tecnológicas. Argentina algo de ciencia tenía, tuvo tres premios Nobel en ciencias duras. España tiene menos. ¡Cómo que no somos tecnológicamente dependientes sino fabricamos ningún producto de los de los de la 5 En un intento por refutar el retroceso industrial de Argentina y, más precisamente, el retroceso de la industria manufacturera, el PRT publicó en 2021 el libro “Argentina ¿Un país industrial?”. En él hay una tabla comparativa entre los años 2004 y 2018 del total de la producción industrial. En ella contempla todos sus sectores: primario, manufacturero y de servicios. La industria manufacturera pasó del 19,61 al 15,16 % respecto al total de la industrial. Un retroceso importante y eso sólo en los últimos 14 años. Confirmando lo que intenta desmentir.  frontera tecnológica! No fabricamos aviones, lo único que fabricamos fue un satélite durante el gobierno de Cristina”. El economista se mostró tan sorprendido por la pregunta que finalizó diciendo: “No se si te entendí la pregunta”.

Dependencia militar Siguen vigentes el TIAR, que solo se utiliza para la defensa de Estados Unidos ya que respecto a los demás países de América es papel pintado como quedó demostrado cuando Inglaterra atacó a la Argentina, y el humillante tratado de Madrid, por el cual se dio por terminada la Guerra de Malvinas con el que Argentina entregó su soberanía militar al sur de Comodoro Rivadavia. A ellos se suman nuevas formas de dependencia militar más enmascaradas: convenios con el Comando Sur y operativos y prácticas conjuntas de ejércitos latinoamericanos tuteladas por el de EE.UU. La “Doctrina se Seguridad Nacional” y de las fronteras ideológicas ha sido reemplazada por la “Doctrina de las nuevas amenazas” a lo que debemos agregar la sutil y tradicional dependencia geopolítica e ideológica.

La dependencia política

Se manifestó con crudeza en la reciente injerencia del Gobierno de Donald Trump, en las elecciones presidenciales de 2019, a través del ilegal prestamos de 57.000 millones de dólares que recibieron Macri, el PRO y Cambiemos, y por el reconocimiento de ese fraude por el actual Gobierno. Deuda que no pagaran los que la contrajeron sino el pueblo argentino.

Es por esta dependencia, que traba el desarrollo de sus fuerzas productivas, que a la burguesía nacional teóricamente le hubiese interesado realizar la revolución industrial y la completa soberanía nacional, pero por sus estrechos intereses inmediatos renuncio varias veces a la independencia: su ala agropecuaria exportadora lo hizo por primera vez en 1880; y su ala mercado internista por primera vez en 1955, es por eso que solo pueda interesarle a sectores aislados pero no como clase. Mientras que para salir de su progresivo empobrecimiento le puede interesar a la pequeña burguesía urbana y rural o clases medias.

Vistas desde los intereses históricos de la clase obrera las tareas de la liberación nacional deber ser llevadas adelante por los trabajadores con una política que atraiga a amplios sectores del pueblo en esa lucha contra los monopolios extranjeros y nacionales cada vez más entrelazados, en los que el capital extranjero es hegemónico. Desde el punto de vista político el atraso y la dependencia es sustentada por los partidos políticos mayoritarios que han acordado políticas de estado alrededor del modelo extractivista agropecuario exportar como quedó demostrado en la víspera del 25 de Mayo cuando el PJ, el PRO y la UCR votaron por unanimidad, 59 a 0, la reprivatización del Río Paraná.

La extensión de las relaciones de producción capitalistas y la dependencia del imperialismo hacen que para lograr el desarrollo de las fuerzas productivas, la independencia económica,  social y política sea necesaria una revolución de liberación nacional y social o antiimperialista y socialista.

El imperialismo existe y no es un tigre de papel Hay grupos políticos que dicen que el problema no es el FMI sino la burguesía argentina. Un descubrimiento más parcial que tardío ya que la consecuencia se toma como causa, cuestiones que el marxismo revolucionario ha tenido en cuenta para su estrategia de poder. Ello es una consecuencia de la debilidad de las burguesías nacionales ante el imperialismo. Retomando un concepto leninista escribía en 1957 Silvio Frondizi como primer párrafo de su libro “La realidad Argentina” que: “En la ápoca actual de interdependencia de la economía mundial no es posible realizar el examen de una situación nacional, teniendo en cuenta única y exclusivamente las condiciones de esta. Por el contrario, debe tomarse como punto de partida las condiciones y tendencias de aquella”.

 Una parte del problema, como vimos, es la burguesía argentina pero más allá de la poca o nula voluntad para desarrollarse y luchar para ser independientes el imperialismo existe. El imperialismo, como vimos comenzó a desarrollarse en algunos países de Europa, Estados Unidos y Japón y lo hizo más allá de la política argentina. Es más, podría no existir la Argentina pero lo mismo existiría el imperialismo.

La deuda eterna o el cuento de la buena pipa

El PBI en el año 2000 era de 344.000 millones y en la actualidad es de 369.000 millones de dólares por lo que el crecimiento entre esos años fue del 7,3 %. Si tenemos en cuenta un modesto crecimiento anual promedio del 3 %, para el mismo período, nos daría un crecimiento del 63 %.

Argentina es un país estancado, en el que la concepción de la burguesía nacional lo ató a una deuda externa que pasó de 95.000 millones a los actuales 365.000 millones de dólares, creciendo un 74 %.

Si tenemos en cuenta el sostenido aumento de las exportaciones de productos mineros y agroindustriales, dando como resultado una balanza comercial favorable que en el mismo período sumó 193.000 millones de dólares, se hace evidente que el endeudamiento externo es innecesario y en lugar de ser una solución es un grave problema.

La deuda es en realidad un sistema montado sobre un volumen tal de capital que resulta impagable, como es nuestro caso que ronda el monto del PBI.

Asumiendo que es impagable, tramposamente, los economistas del establishment llaman deuda sostenible no a aquella que se puede pagar sino de la que se pueden pagar sus intereses. En el sistema de la deuda periódicamente se renegocia el capital, mientras el deudor paga los 8 intereses. En las deudas comerciales mientras se negocia no corren los intereses cosa que no ocurre con la deuda externa porque su finalidad es cobrar los intereses. Por más esfuerzos que haga el país deudor nunca logrará pagar el principal (el capital) que tenderá a aumentar, cuando no se pudo cubrir el total de intereses o por nuevos préstamos. Argentina estuvo pagando hasta 2019 entre 18.000 y 20.000 millones de dólares anuales lo que representa el 25 % del gasto público, tirando por tierra el discurso neoliberal sobre el gasto público. También aquí la deuda es el principal problema.

El endeudamiento de Macri no solo fue ilegítimo porque sabía que era impagable, no solo fue para intentar la reelección como él lo reconoció, sino que el Presidente norteamericano Trump aprovechó su ciega ambición capitalista para endeudar al país eternamente y que pase a ser un súbdito aún más domesticado del imperialismo.

 El problema se agrava porque gran parte de las deudas contraídas se fugaron al exterior alcanzando el record de 86.000 millones en los cuatro años de Macri. El total de los activos externos, o sea la suma de los dólares fugados, es superior al PBI de 2021. Todos los argentinos deberíamos trabajar un año sin tomar agua ni comer pan duro para reunir esa suma de dinero.

Los 45.000 millones de dólares que fugaron Macri y sus cómplices, que como entraron salieron, están en sus cuentas en el exterior, los que deberán ser usados para pagarle al FMI, porque de la Argentina no debe salir ni un dólar más bajo ningún concepto.

El resto de la deuda tiene su origen en la política de endeudamiento de la Dictadura militar. En 1976 la deuda externa argentina era de 8.000 millones de dólares llevándola hacia el final de la dictadura a 45.000 millones, siendo la deuda privada de 30.000 millones. Toda esa montaña de plata fue estatizada en su último año con Domingo Cavallo como Presidente del Banco Central. Ella fue investigada y denunciada por Alejandro Olmos y condenada por el Juez Ballesteros. La posterior deberá ser investigada para sancionar a los responsables y repudiada en lo que sea ilegítima. Pero, conociendo el mecanismo del endeudamiento estamos convencidos que Argentina resultará un país acreedor y no deudor.

El Gobierno de los Fernández sabedor de lo que aquí decimos, ha decidido seguir el camino trazado por el sistema de la deuda, es decir, pagar los intereses y patear el capital para el próximo gobierno que, sea del signo que sea, hará lo mismo, salvo uno que sea revolucionario.

 Para eso ya ha comenzado a juntar los dólares que salen de la mesa de los argentinos y argentinas. El año pasado suspendió el cuarto tramo del Ingreso Familiar de Emergencia y este año, acrecentó su vocación pagadora ya que ni siquiera gastó lo que estaba previsto en la Ley de presupuesto, lo que se siente en el bolsillo y el ánimo del pueblo trabajador.

Por lo visto, la deuda no es para el desarrollo del país sino para los negocios y negociados de un grupo de empresas, por lo que nuestro país debe salir del FMI, denunciar el sistema financiero internacional, para pasar a una economía basada en el ahorro interno y del superávit comercial. En caso de necesitar complementar su inversión se deberá recurrir a países con los que se pueda realizar acuerdos beneficiosos para ambas partes y con plena determinación de nuestro pueblo y de nuestros gobiernos que los préstamos son para invertir en infraestructura (puentes, caminos, hospitales, escuelas, etc.), Investigación y Desarrollo, y en la instalación de fábricas. Pero, reiteramos, solo como complemento del ahorro interno.

La clase de los capitalistas, hoy en su fase monopólica, ha demostrado una y mil veces que no quiere un país soberano y desarrollado.

¡¡Hay otro camino!!

 En economía existe lo que se llama el Excedente Económico (EE) que son todos los recursos que quedan luego de realizar los gastos para que viva la población y el mantenimiento de la infraestructura del país. Ese EE en nuestro país ronda el 65 % del PBI. En la actualidad se destina un 13 % a la inversión productiva y el resto, 52 %, se consume en gasto suntuario de la clase capitalista o en fuga al exterior. El resultado es nuestro panorama actual.

Una economía productiva tiene que reducir a la mitad el gasto suntuario y eliminar la fuga y destinar ese 26 % del PBI a la inversión productiva, que sumado al mísero 13 % actual rozaría un piso del 40%. Nos acercaríamos al nivel de inversión de China que por eso crece a tasas chinas y no del ínfimo crecimiento que tiene nuestro país invirtiendo a tasas argentinas.

En los cuatro años del Gobierno de Macri se fugaron 86.200 millones de dólares, mientras que en los 12 años del kirchnerismo fueron unos 140.000 millones. La fuga nunca es buena (ni K ni M) pero, por año, la M fue casi el doble. Y fue así porque unos tienen la concepción que el desarrollo solo se pude conseguir mediante el endeudamiento externo que, muchas veces, en lugar de invertir lo fugan o se dan la gran vida. Y los otros no enfrentan la situación como ha hecho Máximo Kirchner ahora. Los programas neoliberales o moderados nos llevaron, en los últimos 47 años, a multiplicar por 10 el número de pobres y por  el de desocupados. No hay economista del electo estable de la televisión, por sabio que sea, que pueda explicarlo. Y no lo podrán explicar porque es una consecuencia directa de los programas aplicados.

Es necesario abandonar el endeudamiento externo y reemplazarlo por el ahorro interno. Para hacerlo el control de los resortes fundamentales de la economía tiene que estar en los beneficiados, es decir, el pueblo trabajador, por medio de dos medidas básicas: la nacionalización de la banca para poder destinar los recursos a la inversión productiva, y la nacionalización del comercio exterior para evitar la fuga y destinar los saldos exportables al mismo objetivo: la inversión productiva.

Esa enorme masa de dinero disponible y existente en la economía argentina debe destinarse a la investigación y el desarrollo de la tecnología de primera generación que hoy compramos en el exterior y representan miles de millones de dólares, origen y causa del endeudamiento por no haberla obtenido por nuestro propio desarrollo.

La justificación de los neoliberales es que había que endeudarse para comprar la tecnología, fueron al mercado de capitales, nos endeudaron, no la invirtieron ni compraron tecnología, sino que usaron los recursos para fugarlos y, en el mejor de los casos, para sus propios negocios que solo beneficiaron a sus empresas. Y hoy el retraso tecnológico parece cosa superflua porque nos ahorca la impagable deuda.

El punto siguiente es renovar toda la infraestructura vial del país y de salud y educación: construir y renovar carreteras y puentes, puertos, aeropuertos, estaciones y vías ferroviarias, escuelas y hospitales posibilitando el pleno desarrollo de la industria manufacturera. Estas magníficas obras la realizarían millones de trabajadoras y trabajadores logrando que ningún habitante del suelo argentino se quede sin trabajo estable y bien retribuido.

La investigación y desarrollo proveerán los recursos técnicos para las industrias de primera generación y/o de conocimiento intensivo como la electrónica, cibernética, digital, de salud, inteligencia artificial, metalmecánica, automotriz, ferroviaria, aeroespacial, etc. Esto no es una fantasía sino el resultado del ahorro interno y de la existencia de mano de obra capacitada.

Al renunciar a la revolución industrial, se renuncia al progreso, la independencia nacional y la progresiva liberación de trabajadoras y trabajadores.

Desde algunos grupos de la izquierda nos dicen que este es un programa de la burguesía. Hablan desde la ignorancia de los procesos políticos, sociales, tecnológicos y productivos. Hemos leído las contribuciones en este campo del Ministro de Industrias de la Revolución Cubana, Ernesto Che Guevara y los queremos aplicar en Argentina partiendo desde el punto que los abandonó la clase capitalista dejando inconclusa la Revolución Industrial. La burguesía argentina no quiso hacerla, será indefectiblemente la magna obra de las y los trabajadores y de todas aquellas personas que tengan un corazón argentino.

El pueblo argentino que traspira la camiseta todos los días tiene que asumir la conducción para hacer el bienestar colectivo en un país próspero, desarrollado, con trabajo, educación y salud para todos, que si no es capitalista descubrirá que la felicidad viene asociada a la hermosa palabra socialismo. Pero para logarlo hay que luchar.

Argentina debe salir del Fondo Monetario Internacional Argentina

debe repudiar el sistema financiero internacional

Destinar los máximos recursos a la inversión en ciencia, tecnología e inversión productiva.

 Daniel De Santis 12de febrero de 2022.

NOTAS

1 V.I. Lenin. El programa agrario de la Social Democracia. Epílogo (1917). Obras Completas Tomo XIII. Pág. 423. Editorial Cartago. Buenos Aires 1970.

2 V.I. Lenin. Séptima conferencia (de abril) de toda Rusia. (1917). Obras Completas Tomo XXV. Pág.184. Editorial Cartago. Buenos Aires 1970. 3 V.I. Lenin. El imperialismo, etapa superior del capitalismo. Obras Completas Tomo XXIII. Pág. 384. Editorial Cartago. Buenos Aires 1970.

3 En su conferencia “La guerra y la revolución”, de mayo de 1917 Lenin compara al capitalismo entonces hegemónico de Inglaterra y Francia con el desarrollo de Alemania, es decir, “de los dos mayores gigantes”. Lo hace en estos términos: “Frente a este grupo principalmente anglofrancés hay otro grupo de capitalistas aún más rapaz, aún más voraz; grupo que llegó a la mesa del festín capitalista cuando ya todos los sitios estaban ocupados, pero que introdujo en la lucha nuevos métodos de desarrollo de la producción capitalista, técnicas mejores y una organización superior, que convirtió al viejo capitalismo de la era del capitalismo de la libre concurrencia, en capitalismo de los grandes trust, consorcios y cárteles. Este grupo introdujo los comienzos del control por el Estado de la producción capitalista, fusionando la fuerza gigantesca del capitalismo con la fuerza gigantesca del Estado en un solo mecanismo, y enrolando a decenas de millones de personas en una sola organización del capitalismo de Estado”.

4 V.I. Lenin. La guerra y la revolución. . Obras Completas Tomo XXV. Págs. 385 y 386. Editorial Cartago. Buenos Aires 1970

5 En un intento por refutar el retroceso industrial de Argentina y, más precisamente, el retroceso de la industria manufacturera, el PRT publicó en 2021 el libro “Argentina ¿Un país industrial?”. En el hay una tabla comparativa entre los años 2004 y 2018 del total de la producción industrial. En ella contempla todos sus sectores: primario, manufacturero y de servicios. La industria manufacturera pasó del 19,61 al 15,16 % respecto al total de la industrial. Un retroceso importante y eso sólo en los últimos 14 años. Confirmando lo que intenta desmentir.

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