Elogio de la asamblea del barrio

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A Marta Pretti fundadora del Ruidazo, adonde esté.

Importan dos maneras de concebir el mundo,
Una, salvarse solo,
arrojar ciegamente los demás de la balsa
y la otra,
un destino de salvarse con todos,
comprometer la vida hasta el último náufrago…

Armando Tejada Gómez (Hay un niño en la calle)

Vamos llegando de a poco al cruce entre la ruta 21 y Eva Duarte. Todos o casi todos veteranos, de edad “provecta”. La composición: mayoría de docentes jubilados, un remisero, un empleado telefónico, una maestra, un artesano, una psicóloga, una manicura, algunos empleados. Plural ideológicamente. Nos une algo más que el espanto. Son las 20 hs. del 20 de diciembre. Hace solo diez días que asumió el loco de la motosierra y la licuadora, pero ya se nota su labor devastadora del salario, de las jubilaciones de los puestos de trabajo y de la mesa hogareña. A quién, que tenga un poco de “sentido común” y de “cordura” se le ocurre putear al recién llegado a la Rosada por el voto mayoritario de los ciudadanos. A nosotros. Porque entendemos que ningún voto por mayoritario que sea nos obliga a tolerar pasivamente la agresión contra el pueblo.

No somos muchos. En el corte del semáforo ocupamos la ruta haciendo sonar la cacerola, agitando botellas de gaseosa con piedras adentro, golpeando los postes de la luz. Levantamos ante los automovilistas, carteles contra el DNU inconstitucional, contra el protocolo represivo de la ministra etílica pero también recordando a los caídos el 20 de diciembre de 2001, jornada que se puede resumir en la imagen del helicóptero despegando de la Rosada con De la Rúa a bordo.

Algunos automovilistas gritan aguante Milei pero otros tocan las bocinas y sacan por la ventanilla los dedos en V. Esto sucede más seguido con los choferes del bondi y los camiones de YPF. Ya al segundo corte alguien del grupo se anima: No se vende, la patria no se vende, Milei basura, vos sos la dictadura , Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta… Paro paro paro, paro general. ¿Nos estaremos empoderando?

Antes de retirarnos hacemos una asambleíta, ha renacido el Ruidazo de Ciudad Evita (la iniciativa surgió en el 2018 contra los tarifazos de Macri) y decidimos las próximas acciones. Objetivo: voltear el DNU. Juntarnos con otras asambleas barriales que empiezan a brotar. Aplaudimos. Viva el Ruidazo de Ciudad Evita.

En la cola de la verdulería o el banco, en la tele, el discurso dominante es que hay que darle tiempo a la motosierra, hay que aprender a sufrir (había que “sincerar los precios” y “pagar la fiesta”, vio) porque al final, dentro de 35 años dice el loco, vamos a ser como Irlanda. Pero también están las vecinas y vecinos cuya cara lo dice todo. Cuando los interpelás, rascando un poco, baten dolor de cabeza o estómago, de tristeza a depresión, porque la pesadilla se hizo realidad. Algunos ya perdieron el trabajo, otros no pueden pagar los medicamentos. Pero también está el hambre. Porque en los chalé ya asoma su hocico el hambre aunque no lo puedas creer. La gente compra de a una lechuga (esto es, una hoja) o alguna verdurita para el caldo.

No te quedés sola. Vení con nosotros al Ruidazo. El mal trago se banca mejor cuando nos juntamos. Los miércoles a las 20 en la 21.

En los momentos de “cordura” nos preguntamos si lo nuestro es útil para algo más que para hacer catarsis. Ya hemos participado en movidas nacionales junto a las asambleas del Oeste, como el paro general y movilización de la CGT del 24 de enero, luego frente al Congreso para protestar contra la ley Ómnibus, en la marcha del 24 de marzo por los 30 mil porque hay que cerrar el paso al negacionismo del gobierno y porque a su sombra levantan cabeza los represores. A veces nos sentimos como la Armada Brancaleone. Porque duelen los huesos, hay que controlar la presión arterial, cuidarse de los calores y la deshidratación tanto como de los robocop de la guardia de Infantería y del gas pimienta. Discutimos, coincidimos que cada uno haga lo que pueda.

Aquí se respira lucha. Y cuando uno mira alrededor las limitaciones de todo tipo de los compavecinos, sus fobias, sus complicaciones de salud, (sobre llovido vino el dengue), económicas y de todo tipo a las cuales se sobreponen, percibe algo parecido a un callado, cotidiano heroísmo. Porque claro que tenemos miedo, claro que ya no estamos en condiciones de que los robocop nos tiren al piso y nos pongan la rodilla en el cuello y todo eso. Pero aún en medio de la irracionalidad generalizada que irradia el presidente y su troupe, somos capaces de razonar, de afirmar que este ajustazo no era el único “remedio”. Que esta película de terror ya la hemos vivido antes. Y que de alguna manera somos la voz de muchos, muchísimos que piensan como nosotros, pero aún no se atreven. O sea, algo más que catarsis es nuestra función. Avanzamos un casillero en la conciencia.

Ahora ya estamos más pertrechados. Hacemos volanteadas. Disponemos de un megáfono que compramos con lo obtenido de una rifa. Hacemos pintadas por la anulación del DNU, por nuestros 30 mil compas detenidos desaparecidos. Por los pibes caídos en la guerra de Malvinas.  A veces somos muy poquitos. Dudamos si ir aquí o allá porque hay mucho gorila agresivo. Pero también hay frutos dulces. Como en la puerta del Etchegaray donde nadie nos agredió y se sumaron algunos jóvenes estudiantes del profesorado ahora que estamos agitando la gran marcha en defensa de la universidad pública.

Las asambleas brotan en los barrios porque la llamada clase política ha desertado de su compromiso con el pueblo, y nos representa cada vez menos con su silencio entre cómplice, especulador y cobarde. Y porque a nosotros nos queda reapropiarnos de la herramienta de la política, limpiarla, afilarla para volver a usarla en interés del bien común. Y ese proceso implica debates por whatsapp y en la asamblea entre mates, con calor humano, disensos  y consensos siempre en unidad.

En tiempos de hiper-super-individualismo, estamos construyendo un colectivo, un grupo humano. Somos como gotitas que se juntan para ser aguacero. Resistir es crear, inventamos o erramos, resistiendo preparamos la contraofensiva. Porque al fin y al cabo la batalla decisiva se libra en la conciencia, y lo que ellos buscan es la desmoralización y el desaliento pero no pasarán. Vienen a la memoria los versos de Julio Cortázar: Te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo saldrá de este sentir.

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