¿El saber despierta o es un incómodo opiáceo para la docencia?

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por Miguel Andrés Brénner

Diciembre del 2020

Flavia Terigi, Inés Dussel e innumerables prestigiosos/as académicos/as nos aleccionan, mediante la internet y en tiempo real, acerca de la educación, de cuya práctica solamente nosotros damos cuenta y no ellos/as, quienes sí, “hablan” de nosotros, los docentes.

Generalmente son discursos con mayor o menor extensión, con una profusa presentación de los títulos y honores académicos que apabullan: si ellos/as lo dicen, así debe ser. Es que, si algo “encandila”, es difícil percibir de otra manera. Paulo Freire no apabulló, no encandiló, abrió nuevos horizontes y los continúa abriendo.

Aunque, si miramos con detenimiento los contenidos de sus exposiciones, de lo que más adolecen, en términos generales, es de la falta de una creatividad que despierte nuestro deseo de enseñar.

Nos “tiran” informaciones y, en múltiples casos, con un lenguaje caracterizado por un ritmo excesivamente rápido, lo que no da pie a la reflexión del auditorio virtual. Ese auditorio se contabiliza mediante números que evidencian la cantidad de visitas a un enlace determinado. Ese auditorio, que aparenta un compacto, se encuentra integrado por quienes se desconocen entre sí.

¿El saber despierta o adormece?

Conferencias, foros, jornadas, conversatorios… se encuentran dispersos, aunque existe una coincidencia plena, casi como política de Estado: la ausencia de pensamiento crítico. Pero, ¿cómo?, ¿si constantemente se alude al pensamiento crítico?

Difícilmente el perro, que recibe la comida de la mano de su amo, la muerda. Quizá, ésta, no sea la mejor metáfora. Sin embargo, aludo a que el pensamiento crítico debe “distanciarse” del poder establecido, precisamente, a fin de insinuar debilidades, fortalezas, caminos posibles, alternativas deseables y no deseables, entre otros, independientemente de las políticas educativas de turno.

En tal sentido, ameritaría una “mesa de discusión” con posturas divergentes, lo que no es frecuente en nuestra época, pues esas “mesas” se caracterizan por una homogeneidad sospechosa. ¿Y sospechosa de qué? De pensamiento unidimensional. Sin embargo, ¿acaso el pensamiento unidimensional no es propio del neoliberalismo? Empero, ¿no será “esto” señal de que el neoliberalismo capitalista está triunfando “en” las conciencias, construyendo subjetividades? ¿Construyendo?

Tanta información que apabulla es una especie de bancarización de la educación, aunque elegantemente se mencione a Paulo Freire, distanciado radicalmente de una educación bancaria.

Aún, otro agravante preocupa: el “tsunami” de información “recibida” por la camada docente, que no la puede procesar, la apabulla y culpabiliza.

Entonces, ¿habría que decirles un “no” rotundo a esos foros, jornadas, congresos, conversatorios virtuales? Ello sería una posición extrema de otro signo. En primer término, debieran estar dirigidos a quienes establecen las políticas educativas, a esos “quienes” con nombre y apellido, a esos quienes “situados”, a fin de que establezcan las condiciones de posibilidad de una práctica docente crítico/creativa. Hay que reconocer que dicho “primer término” se hace inviable ante la ausencia de una política de Estado, a través del tiempo, que impulse una alfabetización integral, con sus diversos lenguajes, desde territorios y tiempos múltiples, en el destino de la liberación de las ataduras que impiden todo tipo de creatividad, donde se haga realidad aquel inédito viable al que alude Paulo Freire.

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