Hugo Blanco Galdós ha muerto a los 88 años en Estocolmo, Suecia. Pero su intensa vida, consagrada a la lucha social y a la defensa de la naturaleza amenazada por el saqueo imperialista, deja ejemplo y enseñanzas invalorables para los revolucionarios de hoy. En “Nosotros los indios”, libro imprescindible, el revolucionario peruano nos habla del Ayllu.
El ayllu hoy
La voracidad de los nuevos latifundistas agroindustriales, favorecidos por Fujimori ha sido mayor en la costa, donde atacan a las comunidades. En la sierra, el gran enemigo de ellas son las empresas mineras, que están contaminando sus tierras cultivables y depredando la naturaleza en general. Estos modernos asesinos de Pachamama son entusiastamente defendidos por el gobierno y la oposición, la “clase política” les rinde la pleitesía que ordenan los amos extranjeros.
En estos casos el ayllu se bate en retirada contra los herederos de Pizarro (es simbólico y muy significativo que el país, sigue gobernado desde “el palacio de Pizarro”).
Las comunidades selváticas son agredidas con anuencia de todos los gobiernos, por los taladores de madera y por las compañías petroleras y de gas que contaminan el medio ambiente, contribuyen a saquear la madera y agreden la forma de vida de los habitantes milenarios de esas tierras. Hoy se cierne sobre ellas la amenaza de construcción de la carretera interoceánica exigida por las multinacionales con sede en Brasil y Asia.
Afortunadamente hay aspectos en los que el ayllu está avanzando.
Uno de ellos es el avance de las rondas campesinas (las verdaderas, no las fabricadas por el ejército para combatir a Sendero). Son instituciones de justicia indígena y campesina que nacieron en el norte del país con muchas luchas contra los poderes de los opresores. Sin embargo, ante su avance desde la ilegalidad, se vieron obligados a “legalizarlas” aunque deformando su sentido de independencia.
Otro avance muy importante es el que se da en el terreno municipal.
Cuando se liquidaron las haciendas y se dio voto a los analfabetos, en algunas zonas rurales continuaron reinando los poderes locales, a veces hacendados que se habían quedado con “lo mínimo inafectable” que eran las mejores tierras, otras veces ex hacendados que continuaban siendo los “vecinos notables” o nuevos “vecinos notables”, nuevos opresores poderosos.
Contrariamente, en otros lugares comenzaron a surgir alcaldes y regidores campesinos indígenas. Algunos de ellos traicionaban a su gente y se portaban tan mal como los “vecinos notables”. Sin embargo, otros no olvidaron sus orígenes y costumbres comunales y convocaban a los presidentes de las comunidades para consultar con ellos sobre la actividad municipal; pero, como la Ley ordena, en última instancia era el alcalde quien debía mandar.
En el distrito de Limatambo, provincia de Anta, departamento de Cusco, se ha dado un salto cualitativo. Ahí se reunieron las comunidades y eligieron a su candidato en votación secreta; cuando este triunfó, cumplió lo previamente acordado, que quien mandara no iba a ser él, sino la asamblea de delegados y delegadas de las comunidades; asamblea que se denominó “Consejo Comunal” y que posteriormente se convirtió en “Consejo Comunal y Vecinal”, cuando los vecinos de la pequeña población capital dejaron de ver como enemigo al municipio indígena y comprendieron que les convenía incorporarse al cuerpo gobernante. Podemos decir que es una forma de resurgimiento moderno del ayllu de ayllus que hubo en nuestro pasado.
La democracia europeo- norteamericana ha sido históricamente falsa: la democracia griega de los atenienses, inventores de esa palabra, era el mando de los esclavistas machos sin participación de los esclavos ni de las mujeres. La actual, de la que el Perú se enorgullece, es la dictadura del dinero, mediante la cual en las campañas electorales se compra espacios de televisión, radio y periódicos escritos, se distribuye carteles y volantes; además, los candidatos hacen infinidad de promesas que no cumplen y… no pasa nada.
La democracia indígena de Limatambo es el gobierno municipal en manos de toda la población organizada. Por lo tanto, son imposibles la corrupción y el robo, toda la población está enterada de a dónde va el dinero. Así, este se destina a lo que la población de las respectivas zonas del distrito necesita. Eso hace que, como el dinero recibido por el municipio es injustamente exiguo, los habitantes decidan trabajar en forma colectiva y gratuita, antigua y clásica costumbre del ayllu, pues el poco dinero recibido no alcanza a cubrir jornales.
Por eso el municipio de Limatambo rinde el triple de otros municipios. Por eso no hay comunidad que no tenga agua potable y carretera, lo cual es mucho decir en un distrito del interior de un país superexplotado por las multinacionales como el Perú.
Esa democracia es una herencia cultural, nuestra, hace milenios que la comunidad se gobierna a sí misma. Toda ella está interesada en los problemas de cada uno de sus miembros; de dichos problemas no se habla solamente en las asambleas, son temas de conversación en el trabajo, que se hace en forma colectiva y con mucho interés, aunque sea para beneficio individual de alguno de los miembros que a su vez irá a trabajar para los otros. También en las casas, donde no hay televisión, la familia trata estos problemas.
Naturalmente que los trabajos colectivos que hay que realizar tienen un sitial importante: el canal de irrigación, la compostura del local escolar, el arreglo del camino, donde hay, la chacra colectiva; son problemas tratados, realizados y ejecutados por todos y todas.
Por supuesto que existen ayllus deformados, en los que manda un grupo de poderosos y no la colectividad. La influencia exterior de la sociedad capitalista corruptora es muy fuerte, pero esto no quita que la esencia del ayllu es la democracia.
Si política es el arte de gobernar y no aprovecharse de los bienes públicos para beneficio propio, los comuneros están más entrenados que nadie en este arte (de lo segundo conoce muy bien “la clase política”). Por lo tanto, no es nada extraño que el municipio más democrático del Perú hay surgido de las comunidades indígenas y no de una zona urbana, donde el doctor o el ingeniero solo gobiernan su casa.
En esa proeza que significa el rescate de nuestra tradición indígena en la práctica de la democracia, las principales protagonistas han sido las comunidades indígenas, pero es innegable el rol importante desarrollado por el inteligente, hábil trabajador y modesto alcalde, Wilbert Rozas, quien tiene su corazón entregado a los ayllus.
El colectivismo indio (fragmento)

Campesinos del ayllu trabajando colectivamente.
Hugo Blanco, debatiendo con su connacional, el político y literato Mario Vargas Llosa, ratifica su defensa de las tradiciones indígenas de democracia, reciprocidad y colectivismo.
“El político neoliberal Vargas Llosa, más que el literato, siente verdadero horror por el “ayllu” o comunidad campesina, habla de la cultura quechua como de “la colmena o el hormiguero”, “una cultura que deshizo al individuo en la colectividad”.
“Viviendo bajo el neoliberalismo vemos claramente que el individualismo exaltado e impulsado por él, es el egoísmo en grado superlativo, la ausencia de solidaridad, la desmembración de todos los organismos sociales. Esta filosofía tiene un objetivo práctico, el aplastamiento de la gran mayoría de la población del mundo por las empresas multinacionales. Es la realización del viejo aforismo: “divide y reina”. Desmembrando la sociedad en individuos, estos son fácilmente atropellados por los poderosos. Los dominados somos muchísimos, los dominadores son pocos pero muy ricos, por lo tanto muy poderosos; nuestra única fuerza es nuestra unión, por eso ella es denigrada por el neoliberalismo”.
“Es el neoliberalismo el que uniformiza forzadamente. Esta uniformización forzada se llama “moda”. Independientemente de nuestras diferencias culturales que según él, debieran desaparecer, independientemente del continente donde habitemos, debemos “globalizarnos”, gustando de determinado tipo de programas televisivos de sexo y violencia o consumiendo las cosas que la TV y la gigantesca y costosa publicidad en general nos ordena: ropa, alimentos, diversiones, cigarrillos, adornos personales, maquillaje. Es del internacionalismo Coca Cola o Mc. Donald’s”.
(…) “Desgraciadamente para él y para el neoliberalismo del cual es orgulloso vocero, el ayllu y su espíritu siguen muy vivos en la sociedad india y más allá de ella…”
“Actualmente soy campesino en Chaupimayo, que no se llama comunidad. Ahí mi trabajo cotidiano es ir a laborar en la chacra o cultivo de algún compañero quien nos dará comida, otro día vendrá él a mi chacra junto con otros compañeros y yo les daré comida. Las faenas las hacemos para arreglar el sistema de agua potable, para trabajar en los cultivos de propiedad colectiva, para arreglar el camino, o para… ¡instalar la antena parabólica! En este ejemplo se puede ver que la “modernización” que Vargas Llosa muestra como lo opuesto al ayllu, puede ser parte de su desarrollo. Esto también lo veo cuando visito mi pueblo, Huanoquite, en la provincia de Paruro, Cusco; ahí existe un magnífico molino con el que ni se soñaba en la época de los hacendados, este molino comercializa la harina embolsada en forma “moderna” y es propiedad de la comunidad quechua de Mashk’a que cada viernes realiza el trabajo colectivo en las tierras comunales…”
“El ayllu no es solo un fenómeno económico, lo llevamos en la sangre, en el alma. Sabemos que ese ayllu ahora está restringido, que está maniatado y asfixiado por el neoliberalismo que lo cerca y ha sacado leyes para aplastarlo.
Anhelamos liberarlo de ese cerco, para que profundice y desarrolle su espíritu de solidaridad humana, para que lo expanda, lo multiplique. Por eso nosotros , los “ayllu runa” (gente del ayllu) somos entrañablemente antineoliberales”. (marzo 1999)
Extraído de “Nosotros los indios” de Hugo Blanco. Ediciones La Minga y Herramienta.