Pandemia y normalidad
La incertidumbre es la sensación que más cuadra a este momento del país y del mundo. Ayllu es un intento (seguramente, uno entre muchos) de pensar, comprender y orientarnos hacia a alguna parte. Pero orientarnos a partir de lo que somos y queremos ser. Ayllu es el nombre que elegimos para expresar desde dónde nos paramos para mirar la realidad; una mirada latinoamericanista. Conscientes que la pandemia más grave no es el virus sino la dictadura del capital y que sus fuerzas no se han detenido ni lo harán voluntariamente.
Si incierto parece el futuro, de lo que no hay duda es que esas fuerzas que hoy dominan el mundo, procurarán reforzar su dominio por medio de una mayor explotación y opresión hacia los pueblos en general y hacia los trabajadores en particular.
Esa pugna se expresa hoy entre quienes entienden/entendemos la necesidad de preservar la salud de la población en su conjunto y quienes disimulan apenas su opción por mantener sus privilegios y sus ganancias a costa de la vida de la mayoría, esgrimiendo la necesidad de restablecer la “normalidad”.
En nuestro país, la mayoría de la población, con lxs trabajadorxs de la salud a la cabeza, ha realizado un enorme esfuerzo, acatando el protocolo de autoaislamiento obligatorio con distanciamiento social, exprimiendo al máximo las estrechas posibilidades de un sistema sanitario sistemática, criminalmente vaciado y desfinanciado en las últimas décadas, principalmente en los últimos cuatro años.
Más allá de las definiciones del gobierno de Alberto F. de que está primero la vida y la salud de la población, los hechos demuestran que lo que se sigue priorizando es el pago de la deuda externa. Cada peso destinado a esa deuda injusta, odiosa e inmoral, significa menos camas, menos respiradores, menos insumos en los hospitales y centros de salud, menos alimentos para los sectores más vulnerables, porque la pandemia es clasista, pues si bien ataca a todxs, hay quienes están en mejores condiciones que otros para afrontarla, allí donde están garantizados los servicios básicos de electricidad, cloacas, agua potable y una alimentación suficiente.
La muerte anunciada de Ramona Medina en Villa 31 por el COVID 19, su desoída demanda, el asesinato de Luis Espinoza a manos de la policía en Tucumán, el genocidio sistemático de las comunidades wichis en Salta, el desmonte de hectáreas de bosque en el NOA, los despidos de miles de trabajadores, las suspensiones y recortes salariales “consensuadss” por CGT, UIA y gobierno nacional, hacen parte de esa “normalidad” que no ha retrocedido ante la pandemia y a la que no debemos volver.
Sin embargo, esta reflexión sería renga si no intentamos trazarnos un horizonte donde se conjuguen la necesidad histórica y el deseo como motor de las subjetividades.
Por eso nuestra apuesta, además de la política, abordará diversas aristas de la vida social, como la educación, la cultura, la literatura, la economía y toda otra disciplina vinculada con el quehacer humano. Por eso en este número ofrecemos la mirada de un estudioso que intenta pensar una educación desde el Sur y evocamos también a referentes de nuestra literatura y nuestra poesía. Y por eso también el constante reto a tomar el cielo por asalto que nos hace la emblemática foto de Korda, porque la utopía revolucionaria es quizás la única oportunidad ante la crisis.
Ayllu- Origen del nombre
El ayllu, base social andina de la sociedad incaica, era además una unidad de producción económica, donde se trabajaba la tierra en común para asegurar el sustento y el individuo no valía por sí mismo sino por pertenecer a una comunidad y actuar bajo el principio de la reciprocidad, es decir, ayudar para que te ayuden. Lejos de plantearse un retorno al pasado precolombino, José Carlos Mariátegui rescata en el ayllu elementos de una tradición colectivista y comunista con proyección al futuro.