A cuarenta años de su restablecimiento, la democracia se encuentra en peligro. El llamado pacto democrático que se consensuó entre las fuerzas políticas mayoritarias durante la década del 80 del siglo pasado, se ve hoy socavado desde dentro. Por primera vez en estos cuarenta años, una confesa defensora del Terrorismo de Estado (Victoria Villarruel)(1), tiene la posibilidad de llegar por las urnas, a la vicepresidencia. Dos son los candidatos presidenciales, Milei y Bullrich, que levantan explícitamente, una plataforma pro mercado que criminaliza la protesta social y promete más ajuste con represión. Plataforma que no carece de apoyo popular. Para que nos encontremos ante tal escenario, mucho se tuvo que haber hecho y muy mal.
El actual gobierno dilapidó el capital político que supo recoger en los comicios de 2019, defraudando las expectativas de millones y empujando a gran parte a la pobreza que ya había dejado en su infausta gestión Mauricio Macri. Porque si es verdad que a Fernández le tocó timonear el difícil proceso de la pandemia, las tibias medidas asistenciales que ejecutó durante la misma, no se equiparan con los generosos subsidios y concesiones que dispensó a los grupos más concentrados. Porque convalidó la deuda inmoral, impagable y odiosa que contrajo la administración de Macri con el FMI, hipotecando el futuro del país, olvidando su promesa de investigarla.
En ese marco, que no conviene escindir de tendencias mundiales hacia la derecha, (Trump, Bolsonaro, Le Pen, el partido Vox en España etc.) emerge, financiado por la fundación yanqui Atlas, el producto mediático llamado Javier Milei, capitalizando el descontento y la desesperación de amplias franjas de la sociedad, algunas privadas de derechos básicos . A caballo de la despolitización de la sociedad, alimentada por los grandes medios hegemónicos y también por las miserias e inconsecuencias de la llamada “clase política”, o “la casta” como prefiere denominarla, Milei resultó el candidato más votado en las PASO.
Votar contra la derecha
Superada la perplejidad inicial, las reacciones oscilan entre el pánico o casi, y la displicente subestimación hacia el personaje. Desde Ayllu veníamos sosteniendo que en las elecciones generales, gane quien gane, pierde el pueblo porque lo que unifica a los tres candidatos con chance es la voluntad de cumplir los acuerdos leoninos con el FMI. Ello solo es posible con un ajuste impiadoso y la consiguiente represión al movimiento popular. También los tres tienen estrecho contacto con la embajada. Seguimos convencidos de que quien quiera que sea el triunfador, el pueblo debe prepararse para resistir. Sin embargo, no nos resulta indiferente que gane uno u otro candidato. Hoy postulamos que hay que ir a votar contra la derecha. Nos tomamos absolutamente en serio la capacidad de daño de Milei. Una victoria de La Libertad Avanza sería un enorme retroceso para el movimiento popular y un absoluto peligro para el sistema democrático.
En la persona de Massa conviven el ministro de economía y el candidato presidencial. Luego de aplicar una devaluación del 22% impuesta por el FMI y resuelta por él mismo, está arbitrando medidas de compensación destinadas a paliar esta nueva sangría al bolsillo del pueblo. El bono de $60 mil en dos cuotas, la eliminación de la llamada cuarta categoría o de impuesto a la ganancia sobre el salario, la devolución del IVA para los productos de la canasta familiar, y ahora la propuesta de reducción de la jornada laboral, aunque bien recibidas por los trabajadores no alcanzan ni de lejos para recuperar el terreno perdido, el cual, durante estos siete años, según la potente comparación de un economista, equivale en la economía de un trabajador formal, a un automóvil 0 km. (1) No obstante, esas insuficientes medidas son resistidas ferozmente por las cámaras patronales que están cebadas por años de exacción y super explotación al pueblo trabajador. Así lo expresó un integrante de la dirección de la UIA al preguntarse para qué hay que trabajar menos. (2) Al cierre de esta nota, el proyecto de eliminación de la 4ª categoría acaba de convertirse en ley al ser aprobada por el Senado.
Democracia con el ala rota
Nuestra democracia nació engrillada y con un ala rota, es decir, salió de la dictadura, amenazada por nuevos golpes militares que exigían leyes de olvido e impunidad y aún más, reivindicación del terrorismo de Estado, y condicionada por una deuda externa ilegítima que contrajo Martínez de Hoz y estatizaron Cavallo y Melconián. Por lo tanto, la promesa de Alfonsín (“con la democracia se come, se educa, se cura”) no ha podido cumplirse durante estos cuarenta años, en los cuales lo que ha avanzado es el proyecto recolonizador del imperialismo y la concentración del poder de los monopolios y el capital financiero.
Quizás sea más apropiado hablar de régimen constitucional que de democracia. Y ese es un marco general cuya finalidad es normar la vida cívica y la vida social, garantizar un piso de convivencia y de derechos sin los cuales, hablar de democracia es solo una ficción. Hoy el capitalismo en su etapa neoliberal, ve en ese marco general un obstáculo a remover. Y aunque formalmente rija la Constitución, de hecho, el país está ingresando en un estado de excepción con un poder judicial al servicio de los monopolios, medios hegemónicos que militan contra los derechos del pueblo y crímenes de Estado que permanecen impunes. Pero no compartimos la mirada desdeñosa de cierta izquierd hacia esta democracia con todas sus carencias, ya que la vemos más como proceso que como un estado ideal de las cosas. Creemos que debemos defenderla para avanzar hacia una democracia participativa y con justicia social, y para ello hay que cerrar el camino a las tendencias fascistizantes que expresan tanto Milei como Bullrich.
El mal menor y el malmenorismo
El malmenorismo es la tendencia política que desde 1983 a la fecha fue ganando al conjunto del sistema político. Las dificultades para transformar la realidad, fueron dando lugar al posibilismo de un progresismo medroso, que teme despertar a las fieras, sin ver que estas ya están despiertas y vienen por todo. No solo están despiertas. También se erigen hoy en portadoras del discurso contra el status quo y la rebeldía. Teniéndolo todo o casi todo a favor, el progresismo optó siempre por el recule. No podemos eximir de esa responsabilidad a la ex presidenta CFK que a pesar de tener un discurso disruptivo siempre ha terminado ungiendo a candidatos conservadores (Scioli, Alberto, Massa). Tampoco a las burocracias sindicales cuya principal función es la de disciplinar y desmovilizar a los trabajadores.
La izquierda parlamentaria que expresan los compañeros y compañeras del FIT-U y ha venido rechazando el malmenorismo, pero sin mostrar una voluntad superadora que pueda disputar el poder en la Argentina, tiene también una cuota de responsabilidad al haber privilegiado una interna suicida sobre la necesaria unidad sin fisuras.
Por ello, hoy quienes aspiramos a cambios de fondo en el país nos vemos obligados a optar contra un mal mayor que es el peligro del neofascismo hasta tanto dispongamos de una fuerza propia, que como siempre hemos planteado, requiere de una enorme acumulación de fuerzas en la lucha, con un programa anticapitalista y antiimperialista. Poniendo blanco sobre negro que el verdadero status quo no es el sistema político sino el sistema capitalista. Que lo que se presenta como nuevo, son viejas recetas cuyos resultados nuestro pueblo ya ha sufrido con holgura. Por ello hay que diferenciar entre el mal menor que coyunturalmente impone la realidad y el malmenorismo como tendencia permanente de adaptación al régimen. Elegir el mal menor es el castigo por no constituir una alternativa en serio. Mientras no lo hagamos seguiremos conformándonos con mitigar los daños y el dolor social hasta donde nos sea posible. Este desafío debe ser abordado cuanto antes.
Disociación y esclarecimiento
Hoy el país y el mundo se encuentran en un fin de ciclo y el consiguiente cambio de época. La creciente influencia de las redes sociales, la propia reorganización de la producción y el trabajo, favorable al ultraindividualismo, está produciendo modificaciones en la conciencia y por tanto nuevos sujetos. El surgimiento de Milei debe ser leído como un veredicto inapelable de hartazgo y repudio del conjunto social hacia la política y los políticos. Se reclaman cambios, ¿pero hacia dónde? A los votantes del hombre del peluquín y la motosierra no parece importarles. “Que se pudra todo” parece la síntesis perfecta. Cuando se invita al razonamiento, muchos de esos seguidores, que han creído en la fantasía de la dolarización, no acuerdan con la privatización de la salud, de la educación, de la seguridad social; no acuerdan con el comercio de órganos, la libre portación de armas o el cierre del Conicet, pero desean pasar página de este período para ellos insoportable que ha sumido a un 40 por ciento de la población en la pobreza y la postergación permanente de sus aspiraciones. Un ejemplo claro de la disociación en la conciencia popular.
Últimamente, asistimos al desarrollo de una campaña de esclarecimiento sobre quiénes son Milei y Bullrich. El campo de batalla son las redes sociales, las distintas aplicaciones en un terreno que los seguidores de Milei dominan con solvencia pero somos conscientes que se dirimirá en la calle, con la movilización popular. La buena noticia es que esa campaña la lleva adelante gente joven. Solo después del 22 de octubre sabremos qué incidencia tendrá ese esfuerzo militante. En menor medida, la disputa se libra en el terreno educativo. De allí las provocaciones de la derecha acusando a los docentes de adoctrinar en vez de enseñar. Confiemos en las reservas democráticas de nuestro pueblo. Hay mucho que perder pero también mucho por ganar.-