Ismael Jalil
“Se va enredando enredando como el muro en la hiedra, y va creciendo…”
Suelen decir que en el tener con qué o tener un por qué se halla la diferencia sustancial entre ser una cantante o ser una cantora. Si fuera cierto, Violeta Parra y Mercedes Sosa están por fuera de esos razonables caprichos del intelecto.
Indómitas, mujeres de todos los tiempos pero sobre todo del mañana, ambas vulneran los esquematismos y llevan su obra al paroxismo: un sismo de emociones derrumbando la cordillera de lo meramente artístico para transformarlo en un insuperable acto humano, imprescindible, dulcemente sedicioso.
Entre la voz de socavón de la Negra y la de Violeta como el agua que baja cantando entre las piedras , se resume la cultura de un continente arrasado por la más grande ofensa: la desigualdad.
No responden sólo a la estética nuestroamericana. Tan lejos de los estereotipos como de las aburridas reiteraciones, el canto de ambas es un relato de nuestra épica, esa profunda e inagotable historia de millones de mujeres y hombres valientes yendo al surco como a la rebelión, a la fábrica como a la huelga, a clases como a las barricadas. La historia del que nunca será dueño de la tierra porque se siente hijo de ella, la del que asusta al poderoso con el sonido de sus besos.
Pero es antes que nada un canto ético. Porque es necesariamente ético cantarle a la gesta de los pueblos y al amor y a su ternura. Porque no se trata sólo de describir la injusticia como una loable denuncia, sino de mostrar lo que se le niega al ser humano cuando ese recurso del poderoso se florea. Porque no se trata sólo de dar testimonio sino de entregar hasta las vísceras para que los pueblos no pierdan la confianza en sus propias fuerzas.
No cantaron por cantar. No hicieron de su arte un ejercicio veleidoso sometido a los vaivenes de sus estados de ánimo. Despedir penas, angustias y soledades, cantar las raíces, es un canto desnudo, que ellas arroparon con el canto popular.
Parafraseando a Celaya, Violeta desde su poesía y Mercedes desde sus versiones, cantaron convencidas que portaban un arma cargada de futuro.
Destituírnos, palabra perseguida por los personeros de la desdicha si las hay, privarnos de ambas como de todas las manifestaciones del arte y la cultura popular, también integra la maniobra de someternos definitivamente a la superficialidad, al consumismo, a la vacuidad y es una batalla que estamos obligados a dar.
Confirmando aquello de que ni las casualidades existen ni el viento las amontona, una llegó a la vida el mismo día que la otra se fue de ella. Violeta nació el 4 de octubre de 1917 y Mercedes murió el 4 de octubre de 2009. Es difícil resistirse a la tentación de reproducir pasajes de sus obras. Eso se logra en un buen panegírico. Recomiendo ir al LP de 1971 en el que la Negra hizo su homenaje a la Parra y dejó estampada allí su inmejorable versión de Gracias a la Vida. De paso, agradezcamos nosotros, no es poco ser de aquí, vivir al límite pero con ellas en el corazón.-
ELLAS CANTARON A LO DIVINO Y A LO HUMANO.
Elegía para cantar
I
¡Ay, qué manera de caer hacia arriba
y de ser sempiterna, esta mujer!
De cielo en cielo corre o nada o canta
la violeta terrestre:
la que fue, sigue siendo,
pero esta mujer sola
en su ascensión no sube solitaria:
la acompaña la luz del toronjil,
del oro ensortijado de la cebolla frita,
la acompañan los pájaros mejores,
la acompaña Chillán en movimiento.
¡Santa de greda pura!
Te alabo, amiga mía, compañera:
de cuerda en cuerda llegas
al firme firmamento,
y, nocturna, en el cielo, tu fulgor
es la constelación de una guitarra.
De cantar a lo humano y lo divino,
voluntariosa, hiciste tu silencio
sin otra enfermedad que la tristeza.
II
Pero antes, antes, antes,
ay, señora, qué amor a manos llenas
recogías por los caminos:
sacabas cantos de las humaredas,
fuego de los velorios,
participabas en la misma tierra,
eras rural como los pajaritos
y a veces atacabas con relámpagos.
Cuando naciste fuiste bautizada
como Violeta Parra
el sacerdote levantó las uvas
sobre tu vida y dijo
“Parra eres y en vino triste te convertirás”.
En vino alegre, en pícara alegría,
en barro popular, en canto llano,
Santa Violeta, tú te convertiste,
en guitarra con hojas que relucen
al brillo de la luna,
en ciruela salvaje
transformada,
en pueblo verdadero,
en paloma del campo, en alcancía.
III
Bueno, Violeta Parra, me despido,
me voy a mis deberes.
¿Y qué hora es? La hora de cantar.
Cantas.
……….. Canto.
………………… Cantemos.
PABLO NERUDA
Enero 19 en automóvil entre Isla Negra y Casablanca.
(1970)
