Al pobre no hay que darle nada gratis

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Las clases dominantes y sus voceros desconocen a las personas derechos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos

“El peor daño que se le hace a una persona es darle todo. Quien quiera anular a otro, sólo tiene que evitarle el esfuerzo, impedirle que trabaje, que proponga, que se enfrente a los problemas o posibilidades de cada día, que tenga que resolver dificultades. Regalarle todo, la comida, la diversión, y todo lo que pida, así le evitás usar las potencialidades que tiene, sacar recursos que desconocía, desplegar su creatividad. Quien vive de lo regalado se anula como persona, se vuelve perezosa, anquilosada, y como un estanque de agua, que por inactividad, pudre el contenido.”

La afirmación es de una periodista colombiana y quien la lee, Fernando Bravo, un personaje menor de la fauna comunicacional, que suma a la construcción del sentido común de las masas. Lo que olvida el distinguido comunicólogo radial es que esa aseveración que él aplica generosamente a los pobres, les calza a los ricos como anillo al dedo y uno no puede evitar representarse al inefable sujeto que nos gobernó durante cuatro años. Otra cosa que se olvida a menudo es que los grandes grupos económicos (el de Macri entre ellos) que se conformaron durante la dictadura militar, lo hicieron transfiriendo sus deudas privadas a toda la sociedad, en una operación que supo realizar Cavallo. Difícil resulta encontrar una clase dominante más parasitaria y anquilosada que la de este país, siempre prendida a la teta del Estado como se ha visto corroborado, también bajo la actual pandemia.

Afirmaciones como las que preceden empalman con otras de similar carácter. Ej: “no hay que dar pescado sino enseñar a pescar” etc. que van nutriendo el arsenal neoliberal. Desmontar ese arsenal falaz permite visualizar:

a) Que en función de un esquema meritocrático, las clases dominantes y sus voceros desconocen a las personas derechos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que han suscripto cada uno de los estados miembros desde 1948. Por ejemplo, el artículo 25 de la misma establece:

1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.

El artículo 26: 1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. 

 Partiendo del prejuicio de que la pobreza es una condición mental, y por tanto, absoluta responsabilidad de quien la padece, los ricos y saciados justifican su absoluto desentendimiento de la parte más vulnerable de la sociedad y promueven su correspondiente estigmatización. Así la ministra de educación de la CABA, Soledad Acuña supo afirmar acerca de los docentes:  Son personas cada vez más grandes de edad que eligen la carrera docente como tercera o cuarta opción luego de haber fracasado en otras carreras. Y si uno mira el nivel socioeconómico, o en términos de capital cultural, al momento de aportar para el aula, la verdad es que son de los sectores más bajos socioeconómicos los que eligen estudiar la carrera docente”. Así mismo en la Provincia de Buenos Aires, la entonces Gobernadora María Eugenia Vidal aseveraba: “Nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad”. No se niega sólo el pescado sino la posibilidad de aprender a pescar.

Quizás el mayor mérito de ese arsenal, es el de hacer desaparecer la pobreza, la desocupación y otros males como problemas sociales y de convertirlos en problemas individuales y hasta propios de los cerebros poco desarrollados en línea con el discurso biologicista de embaucadores como Facundo Manes y López Rosetti.

b) Ese esquema meritocrático invierte, no casualmente, los términos de quiénes son deudores y quienes acreedores en la sociedad civilizada. La extrema pobreza cuya responsabilidad se achaca a las víctimas, encubre que absolutamente todxs pagamos con nuestra pobreza y carencias, una deuda externa que han contraído los grupos más concentrados en su propio beneficio. Así sucedió como ya hemos mencionado, con la deuda que contrajo la dictadura cívico militar en los años 70   y así sucede con la deuda que contrajera Macri, con el solo objeto de mantenerse en el poder político para poder concluir su faena de destrucción nacional. Nosotros entendemos que lo que se ha postergado y se posterga en aras de un futuro cada vez más lejano, es el saldar la deuda social con la mayoría de nuestro pueblo. Los pobres de este país no son los deudores, por el contrario, la democracia argentina está en deuda con ellos.

c) El autor de estas reflexiones propone una sana e instructiva competencia: colocar a un pobre y a un rico, previamente despojado de todo, a ver cuál de los dos, librado a su suerte en la jungla de asfalto, es capaz de sobrevivir, enfrentando dificultades y desplegando toda su creatividad.

Si de verdad se desea reducir la pobreza, habrá por cierto, que discutir un problema mayor, la riqueza que se produce en este país y que los sectores dominantes fugan a los paraísos fiscales, la concentración del capital en cada vez menos manos, el perfil productivo independiente que necesita el país, y en última ratio, el mismísimo régimen de propiedad privada sobre los medios de producción.

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