La búsqueda de una música nacional de contenido popular ha sido y es uno de los más caros objetivos del pueblo argentino. (Del Manifiesto fundacional del Movimiento del Nuevo Cancionero)
El 11 de febrero de 1963, en el local del Círculo de Periodistas de Mendoza, situado en Godoy Cruz 166, músicos, escritores, poetas y bailarines presentaron el Manifiesto fundacional del Movimiento del Nuevo Cancionero marcando un hito en la historia del folclore argentino y también latinoamericano. Tito Francia, Oscar Matus, Mercedes Sosa, Armando Tejada Gómez, Pedro Tusoli, entre otros, impulsaron este enorme movimiento.
La integración estético musical de distintos géneros, la impronta social de sus letras, la ruptura de las fronteras y estereotipos que separaban artificialmente las expresiones artísticas populares fue el sello distintivo de un movimiento que no renegaba del pasado sino que lo aprehendía con ojos nuevos, acordes a los tiempos de transformación de la década del 60.
Claramente, aquel movimiento era plural y diverso aunque no independiente. No era independiente de las luchas sociales de aquella época, por el contrario, abrazaba con fervor y entusiasmo cada una de ellas, palpitaba y sintonizaba con las transformaciones revolucionarias de aquellos años de sueños y utopías.
Solo diremos aquí que esas canciones nos acompañaron generosamente en la luz y en las sombras de la historia reciente, ayudándonos a levantarnos cada día de las pérdidas y las derrotas.
Manifiesto fundacional del Movimiento del Nuevo
Cancionero
La búsqueda de una música nacional de contenido popular, ha sido y es uno de los más
caros objetivos del pueblo argentino. Sus artistas, desde los albores de una expresión
popular propia han intentado, con distinta suerte, incorporar la diversidad de géneros y
manifestaciones de que disponían a su sensibilidad con el propósito de cantar al país
todo.
Ya Carlos Gardel, en los inicios de los modernos medios de difusión, incursionó como
autor e intérprete tanto en el género nativo, donde empezó su relevancia, como en el
género típico ciudadano, que encontró en el tango su forma más completa de expresión.
Otros géneros, populares entonces, como el vals, la polka, etc., no resultaron tan
eficientes para traducir el modo de ser y sentir de las amplias capas populares del país
creciente.
En la búsqueda de su expresión, el artista popular adoptó y recreó los ritmos y melodías
que, por su contenido y su forma, se adaptan más totalmente al gusto y los sentimientos
del pueblo. Esa inter-relación entre el artista creador y el pueblo destinatario de sus obras,
dio nacimiento al tango que, penetrado de la circunstancia viva de las masas, sería desde
entonces la canción popular por definición, dada la preeminencia que en lo cultural,
político, social y económico tendría, también desde entonces, Buenos Aires sobre el resto
del país. La deformación geosociológica que este hecho político provocó en todos los
ordenes de la vida del país, debía alcanzar también a la música nacional de inspiración
popular.
Fascimil del original mecanografiado en la Remington en casa de Armando Tejada Gomez
Se relega al interior, hombre, paisaje y circunstancia histórica, y el país acentúa su
fachada portuaria, unilateral, y por lo tanto, muchas veces epidérmica. Porque durante
muchas décadas el país fue eso: un rostro sin alma, aunque el tango, con su palpitante
crónica dolorosa (Contursi, Flores, De Caro, Los Caló, Discépolo, Manzi y tantos otros
fácilmente identificados) reclamará desde sus noches insomnes por el cercenamiento del
espíritu nacional y por la amputación feroz del país total.
Es que el tango, merced a su buena suerte, ya había caído del ángel popular a las manos
de los mercaderes y era divisa fuerte para la exportación turística. Fue entonces cuando lo
condenaron a repetirse a sí mismo, hasta estereotipar un país de tarjeta postal, farolito
mediante, ajeno a la sangre y el destino de su gente.
Entonces, se perpetró la división artificial y asfixiante entre el cancionero popular
ciudadano y el cancionero popular nativo de raíz folklórica. Oscuros intereses han
alimentado, hasta la hostilidad, esta división que se hace más acentuada en nuestros días,
llevando a autores, intérpretes y público a un antagonismo estéril, creando un falso
dilema y escamoteando la cuestión principal que ahora está planteada con más fuerza que
nunca; la búsqueda de una música nacional de raíz popular, que exprese al país en su
totalidad humana y regional. No por vía de un género único, que sería absurdo, sino por
la concurrencia de sus variadas manifestaciones, mientras más formas de expresión tenga
un arte, mas rica será la sensibilidad del pueblo al que va dirigido.
No hay pues, para el hombre argentino, un dilema entre tango y folklore, música
ciudadana o música regional, tipismo o nativismo. El dilema real del hombre argentino
es, en este plano de sus intereses, o desarrollo vital de su propia expresión popular y
nacional en la diversidad de su formas y géneros, o estancamientos infecundo ante la
invasión de las formas decadentes y descompuestas de los híbridos foráneos.
Hay país para todo el cancionero. Sólo falta integrar un cancionero para todo el país.
Una toma de conciencia: el auge de la música nativa
En estos momentos, Buenos Aires y el país todo, asisten a un poderoso resurgimiento de
la música popular nativa, que ha motivado la inquietud por interpretar este fenómeno.
Hay quienes se inclinan por considerar este resurgimiento como una moda, a la manera
de tantas que suelen asolar a la gran capital cosmopolita, puerto de todos los puertos.
Pero un ceñido análisis de nuestra realidad, no puede menos que alejarnos de ese
supuesto. Nosotros afirmamos que este resurgimiento de la música popular nativa, no es
un hecho circunstancial, sino una toma de conciencia del pueblo argentino.
En lo que respecta a Buenos Aires, apuntamos este hecho: debido al auge industrial que
se inicia a raíz de la Segunda Guerra Mundial, la capital, recibió el aporte masivo de
inmensos contingentes humanos del interior del país. Ellos traían junto a la esperanza de
una vida mejor en la gran ciudad, sus raídas guitarras y la magia de sus paisajes natales.
A la postre, serían el mercado que exigiría cada día más música nacional nativa y que
terminarían por imponer al hombre y la mujer porteños, un gusto y una pasión inquietante
por este inmenso y abismal país continente. Todo el país comenzó a verse a sí mismo en
el cancionero, sospechando que a sus espaldas, un mundo cautivante y desconocido se
había puesto en movimiento.
El auge de la música folklórica es un signo de la madurez que el argentino ha logrado en
el conocimiento del país real. Son los primeros síntomas masivos de una actitud cultural
diferente; ni desprecio ni olvido. El país existe. El pueblo del interior ha realizado ya la
tercera fundación de Buenos Aires, esta vez desde adentro. La conciencia de ese ser en el
país es irreversible y sus implicancias más profundas de las que el cancionero nativo es
sólo su forma más visible, informarán y conformarán en adelante su destino histórico.
Pero este descubrimiento de la tierra, esta valoración cultural nueva que intentamos
desentrañar, debe ser ampliada y profundizada, so pena de que se pierda en el tráfago de
los intereses creados y paralizantes. Si para muchos este hecho resulta una distracción o
un espectáculo en ir más allá de su apetencias inmediatas, el artista creador con vocación
nacional y raigambre popular, debe burlar esta trampa.
Que no le escamoteen ni al artista ni a su pueblo, esta toma de conciencia,
es lo que se propone el NUEVO CANCIONERO.
Raíces del Nuevo Cancionero
Hasta el advenimiento de Buenaventura Luna y Atahualpa Yupanqui, el cancionero
nativo se mantuvo en la etapa de formas estrictamente tradicionalistas y recopilativas. Se
vertía el tema tal cual había sido hallado: en su versión primaria con pocos y esporádicos
aportes creadores que, casi sin excepción, se esforzaban por respetar el cánon tradicional.
De este celo por las formas originarias y puras, sobrevendrán luego los vicios que quieren
hacer del cancionero popular nativo, un solemne cadáver.
En su tiempo, cuando lo principal era la difusión de la canción nativa, este estilo y este
concepto, tuvo una innegable justificación y esa labor de tantos abnegados cultores y
difusores de la canción vernácula, nos merece un alto respeto. Entonces, el cancionero
carecía de un sitio hondo y visible en la sensibilidad de amplios sectores del país; era
natural y lógica la insistencia en mostrarlo tal cual era o había sido su origen. Pero fue la
fijación en ese estado lo que degeneró en un folklorismo de tarjeta postal cuyos
remanentes aún padecemos, sin vida ni vigencia para el hombre que construía el país y
modificaba día a día su realidad. Es con Buenaventura Luna, en lo literario y con
Atahualpa Yupanqui, en lo literario musical, con quienes se inicia un empuje renovador
que amplia su contenido sin resentir la raíz autóctona. A ese hallazgo se sumará luego el
aporte de músicos, poetas e intérpretes de las nuevas generaciones que, urgidos por
desarrollar esa yeta de la sensibilidad popular, han protagonizado el resurgimiento actual.
Tanto Luna, como Yupanqui, surgen de las dos regiones más ricas en expresiones
musicales: el Norte y Cuyo. Estos, sin ser los únicos, son los más representativos
precursores por la calidad y la extensión de su sobras y en su vocación de expresar
renovadamente la canción popular nativa señala su origen el NUEVO CANCIONERO.
¿Qué es el Nuevo Cancionero?
EL NUEVO CANCIONERO es un movimiento literario-musical, dentro del ámbito de la
música popular argentina. No nace por o como oposición a ninguna manifestación
artística popular, sin como consecuencia del desarrollo estético y cultural del pueblo y es
su intención defender y profundizar ese desarrollo. Intentará asimilar todas las formas
modernas de expresión que ponderen y amplíen la música popular y es su propósito
defender la plena libertad de expresión y de creación de los artistas argentinos. Aspira a
renovar, en forma y contenido, nuestra música, para adecuarla al ser y el sentir del país de
hoy. EL NUEVO CANCIONERO no desdeña las expresiones tradicionales o de fuente
folklórica de la música popular nativa, por el contrario, se inspira en ellas y crea a partir
de su contenido, pero no para hurtar del tesoro del pueblo, sino para devolver a ese
patrimonio, el tributo creador de las nuevas generaciones.
¿Qué se propone el Nuevo Cancionero?
El NUEVO CANCIONERO se propone buscar en la riqueza creadora de los autores e
intérpretes argentinos, la integración de la música popular en la diversidad de las
expresiones regionales del país.
Quiere aplicar la conciencia nacional del pueblo, mediante nuevas y mejores obras que lo
expresen. Busca y promueve la participación de la música típica popular y popular nativa
en las demás artes populares: el cine, la danza, el teatro, etc., en una misma inquietud
creadora que contenga el pueblo, su circunstancia histórica y su paisaje. En este sentido,
adhiere a la inquietud del Nuevo Cine, como también a todo intento de renovación que
intente testimoniar y expresar por el arte nuestra apasionante realidad sin concesiones ni
deformaciones.
Rechaza a todo regionalismo cerrado y busca expresar al país todo en al amplia gama de
sus formas musicales. Se propone depurar de convencionalismos y tabúes
tradicionalistas a ultranza, el patrimonio musical tanto de origen folklórico como típico
popular.
Alentará la necesidad de crear permanentemente formas y procedimientos interpretativos,
así como obras de genuina identidad con el país de hoy, que enriquezcan la sensibilidad
y la cultura de nuestro pueblo.
Desechará, rechazará y denunciará al público, mediante el análisis esclarecido en cada
caso, toda producción burda y subalterna que, con finalidad mercantil, intente encarecer
tanto la inteligencia como la moral de nuestro pueblo.
EL NUEVO CANCIONERO acoge en sus principios a todos los artistas identificados
con sus anhelos de valorar, profundizar, crear y desarrollar el arte popular y en ese
sentido buscará la comunicación, el diálogo y el intercambio con todos los artistas y
movimientos similares del resto de América.
Apoyará y estimulará el espíritu crítico en peñas, y organizaciones culturales dedicadas a
la difusión de nuestro acervo, para que el culto por lo nuestro deje de ser una mera
distracción y se canalice en una comprensión seria y respetuosa de nuestro pasado y
nuestro presente, mediante el estudio y el diálogo formativo de nuestras juventudes.
EL NUEVO CANCIONERO luchará por convertir la presente adhesión del pueblo
argentino hacia su canto nacional, en un valor cultural inalienable.
Afirma que el arte, como la vida, debe estar en permanente transformación y por eso,
busca integrar el cancionero popular al desarrollo creador del pueblo todo para
acompañarlo en su destino, expresando sus sueños, sus alegrías, sus luchas y sus
esperanzas.
TITO FRANCIA – OSCAR MATUS – ARMANDO TEJADA GOMEZ – MERCEDES
SOSA – VICTOR GABRIEL NIETO – MARTIN OCHOA – DAVID CABALLERO –
HORACIO TUSOLI – PERLA BARTA – CHANGO LEAL – GRACIELA LUCERO –
CLIDE VILLEGAS – EMILIO CROSETTI – EDUARDO ARAGÓN.