20D- Cuando el pueblo dijo basta

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Lo verdaderamente propio no se ha realizado aún, se halla en espera, en el temor de perderse, en la esperanza de lograrse. Ernst Bloch.

El 20 de diciembre es de esas fechas que marcan puntos de inflexión en la historia del pueblo argentino. Ésta sin duda abrió una nueva etapa que implicaba dejar atrás la noche neoliberal e iniciar un camino nuevo de soberanía popular y unidad continental. Por unas cuantas horas los nadies fuimos dueños de las calles, como siempre sucede, sin mezquinar el cuerpo ni la sangre ante las balas de la represión. Nos bajaron a 39 de los nuestros pero De la Rúa tuvo que subirse al helicóptero . Los aparatos partidarios y las cúpulas sindicales miraron atónitos esa irrupción plebeya de la juventud rebelde y del pueblo pobre que se organizaba en los movimientos piqueteros. El que se vayan todos expresó el hartazgo, los alcances y también los límites de esa pueblada. Acertadamente apuntaba a una llamada “clase política” corrupta, que se refugiaba en instituciones absolutamente desprestigiadas para seguir aplicando de modo corporativo las recetas del neoliberalismo abrochadas en el Pacto de Olivos: pago puntual de la deuda externa, reducción del déficit fiscal, preservación de la gobernabilidad por medio del bipartidismo y la alternancia “democrática” y de yapa la consagración de la impunidad a los genocidas de la última dictadura. Quedó en evidencia la farsa del sistema representativo que pedía el voto de lxs ciudadanxs para aplicar la misma receta cualquiera fuera el partido que subiera . Pero no puso en el banquillo al capital financiero ni a los grupos económicos locales.

Fueron días de vértigo donde las horas y los presidentes (llegó a haber cuatro en pocos días) se sucedían sin dar tiempo a la mínima reflexión. Pero la calle era un volcán y por todas partes florecían las asambleas barriales que intentaban dar un cauce a toda esa energía desencadenada. Líderes políticos y sociales venían de otros lares para conocer en vivo y en directo la experiencia argentina. La deliberación iba ayudando a comprender que el nuestro no era un caso aislado sino que se inscribía en una ola de movimientos populares como en Ecuador y Bolivia, capaces de derribar gobiernos antipopulares pero aún sin poder colocar en su lugar uno propio. Un breve romance entre los movimientos de desocupados y los sectores medios con sus ahorros confiscados por el corralito de Cavallo se expresó en el estribillo: Piquete y cacerola, la lucha es una sola. Duró poco.

La izquierda tradicional , a pesar de que hizo su aporte en la pelea callejera no se sintió interpelada por la marea popular, y en muchos casos sólo participó en las asambleas con el objetivo de reclutar adherentes o imponer una política que no se correspondía con el nivel de conciencia adquirido por amplios sectores. El sistema político, corrupto y todo, pero no moribundo, supo reaccionar y operar para restablecer la normalidad colonial.

Sigue pendiente entre las fuerzas populares la maduración en la lucha de una alternativa capaz de unir al conjunto de nuestro pueblo tras un proyecto liberador donde quepamos todxs. Unir lo que el sistema de explotación y opresión intenta mantener separado y hasta enfrentado ( distintos segmentos de la clase trabajadora que no se reconocen como tal, capas medias que han adoptado la ideología de las clases dominantes que miran con desprecio al pueblo pobre) es parte de la gran batalla cultural que desde Ayllu venimos postulando. –

Al pie podés ver Memoria del saqueo dirigida por Pino Solanas.

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